La presentación de la cinta de suspense «Vulcania» en el Festival Internacional de Cinema Fantástic de Catalunya nos ha brindado la ocasión de charlar con el actor José Sacristán, que tiene un pequeño papel en la cinta.
Con más de cien películas a sus espaldas ¿Qué ha supuesto está inmersión en el fantástico, con su última película, «Vulcania«?
Muy ilusionado. Me pareció muy original y muy interesante la propuesta, a nivel de guion y, luego, cuando hablé con José (Skaf) sobre cómo plantear el trabajo, pues… la verdad es que no presentaba mayores dificultades. Este personaje es las dos caras de una misma moneda, pero la película no pretende entrar en complejidades psicoanalíticas ni nada que se le parezca. Son personajes arquetípicos y nos lo hemos pasado muy bien, con unas localizaciones muy interesantes, muy sugerentes. Como siempre, ojalá hubiésemos tenido dos semanas más, pero, bueno, qué le vamos a hacer… Ha sido una experiencia muy agradable.
¿Cómo ha sido José Skaf como director?
Muy cordial. Es un chaval que tiene las ideas muy claras, dentro de que, luego, puedes sugerirle o exponerle alguna que otra variante. En mi caso en concreto, él es muy cinéfilo y yo lo soy más todavía que él. Nos hemos hartado de hablar de cine y hems entrado en complicidades de directores, actores y demás. Pero, en fin, es un chaval que tenía muy bien hechos sus deberes y es un tipo muy cordial.
¿Durante el rodaje, el resto del reparto ha acudido a Ginés (García Millán) o a usted, que son los que más experiencia atesoran, para pedir consejo?
No. ¡Ni se les ocurra! (Risas) No, verás… En este oficio, pobre del que se crea que con la experiencia ya lo sabe todo y que es un coñazo aburridísimo. Hay gente que se ha muerto de vieja, haciéndolo igual de mal que el primer día y hay chavales y chavalas que, con diecinueve o veinte años, «mire usted, esto se hace así«. Y si no, la historia del mundo de la interpretación tiene ejemplos: Orson Wells tenía 25 años cuando hizo «Ciudadano Kane» y Brando y el otro y el otro…
No, yo tengo la inmensa suerte de llevar sesenta años ya en esto y tener el privilegio de compartir, tanto en las series de televisión como en las películas con directores, actores, actrices y gente del equipo más joven que yo (ya todos van siendo más jóvenes que yo, evidentemente), pero que no me tienen que esperar, como yo digo, sino todo lo contrario. Lo que pasa es que yo, lejos de ir, porque sería un coñazo impresentable, de profesor, al contrario. Hay una ley de reciprocidad. Además, no voy a dar nombres, por no hacer un agravio comparativo, pero hay una generación de actores y actrices jóvenes que son la hostia y que lo hacen pero que muy bien y la suerte es poder jugar con ellos la partida, que te devuelvan la pelota y que haya que «estar al loro» para devolverla.
¿Qué ha cambiado en el cine, incluso en teatro, que lleva usted muchos años?
En el cine ha cambiado lo mecánico, lo puramente técnico. Y esto afecta, porque ahora se pueden hacer películas que antes era impensable.Las contantes son las mismas: que hay que echarle cojones, hay que echarle talento y hay que echarle amor a esto y , si no, no vas a ningún lado.
Hoy hay muy buenas cosechas, dónde coinciden «La isla mínima» y «El niño«, «Loreak» y «Magical girl«… Creo que es una suerte la que a mí me acompaña, de poder estar con estos chavales y estas chavalas, no sólo trabajando, sino discutiendo, hablando de la vida y de las cosas que ocurren.
¿Y qué ha cambiado desde que empezó a trabajar y ahora, con José Skaf, o Carlos Vermut? ¿Nota mucho cambio en la forma de rodar?
No, te digo… ahora no hay «chasis«, pero lo demás es contar una historia y que te la crean. Y la esencia es la misma. La precariedad y la falta de tiempo y de medios nos ha acompañado toda la vida. Ser «peliculero» en España es como ser torero en Islandia, por lo menos (Risas). Salvo contadísimas ocasiones, siempre peleando y siempre arañando y siempre luchando y siempre desde lo pequeñito. Y, sin embargo, en contra de lo que algún que otro mentecato pueda opinar, pues yo creo que la calidad media del cine español es más que estimable.
Sesenta años en esto ¿Cuál es el secreto? ¿El factor suerte, más allá del talento que hay que tener para mantenerse tanto tiempo en esto, ha sido importante? Hay actores y actrices que, al llegar a cierta edad ya no les llegan papeles…
Sí, el factor suerte es fundamental.
Bien es verdad que también tiene que ver un poco con uno, su disponibilidad. También, yo que sé, una actitud ante la vida, no sólo ante el trabajo. Las razones por las que yo me dedico a esto vienen del chaval de Chinchón que vio una película y decidió que iba a trabajar de esto y, claro, pues pones toda la carne en el asador, aunque la cosa no era nada fácil.
Entonces, secreto, pues, es posible que, por una parte, tengas unas facultades o unas dotes que otros puedan no tener, pero, también, yo creo que es una actitud personal y… suerte.
¿Le llueven más papeles porque es más proclive a aceptar muchas cosas que quizá otros actores de su prestigio rechazan?
No, yo puedo seleccionar.Tengo la suerte de que, como yo digo, «tengo la bombona de butano apagada«. Si lo que me ofrecen no me gusta, me quedo en mi casa. Pero, es que, todo lo que me vienen ofreciendo me gusta. Incluso me permito el lujo de rechazar alguna cosa porque la agenda se pone ya algo apretada y hay que aflojar, porque quiero estar más tiempo en mi casa y ver películas en el cine que me he hecho en mi casa… y disfrutar un poco más.
Ahora he terminado una película con Miguel del Arco, seguimos en «Velvet» y ahora estoy preparando un estreno teatral, lo último de David Mamet, «Muñecas de porcelana«, que lo estrena Pacino en Broadway y será el segundo estreno a nivel mundial, en febrero. Además, hay proyectos pendientes, de los que aún no puedo dar nombres. Estamos en movimiento.
Ha dirigido tres películas ¿Tiene intención de seguir dirigiendo?
No. Es muy difícil y, mientras yo tenga trabajo como actor, que el director se quede en su casa y no incordie. (Risas)
Cuando le llega un guion ¿Cuál es su rutina, a la hora de preparar el personaje?
Depende del personaje y depende de la historia y de la filosofía del director. Hay personajes, como el de «Vulcania«, que no presenta grandes profundidades, pero, por ejemplo, en «El muerto y ser feliz» sí que tuvimos que hablar Javier Rebollo y yo, porque no se sabía dónde coño iba el personaje, ni de dónde venía.
La relación del actor y el personaje es cómo una relación de pareja: depende de lo cachondo que te ponga la tía con la que te vas a liar. Hay personajes que dices «bueno, que, me pongo el traje verde, le digo a esta que la quiero, o que no la quiero y a cobrar«. Y hay otros que el proceso es distinto.
Sus dos últimos proyectos han estado relacionados con el fantástico, pero ha hecho de todo: comedia, drama, thriller…. ¿Hay un género que le cueste más abordarlo que otro?
No. Posiblemente lo más difícil de hacer hoy en día sea la comedia, pero no me cuesta, no tengo grandes dificultades.
No es que me cueste más, pero sí que me resultaría más incómodo hacer ciertos papeles de personajes históricos, de ciertas épocas. Por ejemplo, a mi amigo (Josep Maria) Flotats le encanta Beaumarchais y yo, si tuviese que ponerme una de esas pelucas, lo pasaría fatal. Esa época… ¡Qué coñazo hacer de Luis XIV, por ejemplo! (Risas)
¿Es usted actor de intuición o de método?
Yo tengo un método de actuación que es el siguiente: Mitad Stanislavski y mitad La Niña de los Peines. Stanislavski es la aproximación, cuando el personaje lo merece y la ejecución es como cantaba La Niña de los Peines. Es decir, «ni una coña ahí«. Ella decía «el verdadero cante jondo empieza donde terminan las facultades«.
¿Deduzco, pues, que valora mucho la intensidad a la hora de abordar un personaje? ¿Dónde no llega el talento, llega la pasión?
No exactamente. Se trata de que no se note que quieres alardear, que quieres lucirte.
La intensidad no es lo que más me mueve. Yo estoy en esto por lo que tiene de juego. Que se crean que quiero ser lo que no soy, como cuando el niño quiere ser el mosquetero, el pirata, el gánster… Cada vez que salgo a un escenario o estoy frente a una cámara, echo mano del niño que fui.
Jugar, pero conociendo las reglas del juego y respetándolas. Sin coñas, pero saliendo a disfrutar. Si para hacer algo muy bien, hay que pasarlo mal, prefiero hacerla un poco peor. No está demostrando que las cosas vayan a salir mejor, por pasarlo peor, al menos en este oficio, aunque haya algunos directores que se empeñan en torturar…
¿Ha sufrido alguna vez interpretando?
No, nunca.
Si es que es verdad que he disfrutado algunos trabajos más que otros. He hecho obras que eran para pagar el recibo de la luz, y a mucha honra, no me avergüenzo de ninguna y le sigo estando agradecidísimo a todos los que confiaron en mí en un principio, porque gracias a ellos estoy aquí. Pero, claro, no es lo mismo hacer «Más fina que las gallinas» que «El viaje a ninguna parte» (Risas). Aunque esas películas no las hice «porque tocaba«, las hice encantado de la vida. Para el de Chinchón, era más importante comprobar que me llamaban para rodar y no para trabajar en el taller mecánico en el que empecé a trabajar a los trece años. Hubiese sido un hijo de puta si hubiese puesto pegas… De hecho, cuando me dieron el Goya se lo dediqué a Pedro Masó, porque fue el primero que me llamó para hacer una película. Al teléfono de la vecina, porque en mi casa no había.
Las hacía encantado de la vida, aunque no soy gilipollas y sé que algunas son lo que son: Pero ¿Sabes lo que predomina en mi memoria? Toda la cordialidad, todo el cariño, el buen rollo que había cuando las hacíamos. Nos lo pasábamos pipa.
¿El hecho de que ese cine «de guerrilla», con menos medios que cualquier producción de hoy en día, creaba más sensación de compromiso?
No te creas que ahora los medios son más. En absoluto. Tiene más medios Amenábar, Almodóvar… Pero «Vulcania» la hemos hecho con cuatro perras. Y no te digo «Magical girl» o «El muerto y ser feliz«…
El cine de España es un «cine de guerrillas» de toda la puta vida. Salvo, yo que sé, «La vaquilla«, por ejemplo… O Pedro (Almodóvar), porque tiene su propia productora y se gasta lo que le sale de los cojones, porque tiene su propio mercado. Pero nosotros no tenemos mercado. Salvo en la época de Franco, que había películas adscritas al Sindicato, como «Agustina de Aragón» y otras películas que exaltaban. El cine español sigue siendo «de guerrillas» y ahora más. Como no entre una televisión o varias productoras… «Vulcania» es un ejemplo de ello: «gracias a la abuela que ha vendido el armario», «gracias a la cuñada del vecino que ha hecho los bocatas»… Antes salía el león de la metro, o el logo de la Fox y empezaba la película, ahora hay que llamar a doscientas mil puertas, porque la figura del productor al uso ha desaparecido. Ahora, el productor es el «recaudador de financiaciones» (Risas).
Entonces ¿Es difícil hacer cine en España?
No es nada fácil. Además, tienes, para más jodienda, la piratería, internet… No es nada fácil. Los chavales estos sacan sus películas a pulmón y a mí me encanta estar con ellos y compartir con ellos el coraje.
En ese sentido ¿Cree que festivales como el de Sitges juegan un gran papel al dar la alternativa a películas pequeñas?
Cualquier festival, cualquier acontecimiento que suponga conocer nuevo cine es bueno. Valladolid, Málaga, San Sebastián, Huelva… y Sitges, por supuesto.
Seguramente no es suficiente, pero mejor esto a que no haya nada.
¿Echa de menos a los «cómicos»?
Hombre, echo de menos a los amigos, no porque sean cómicos. Que se me han muerto casi todos, joder. El otro día, que emitieron «La Colmena«, en La 2, digo «joder, la nómina de los que no están ya…». Y algunos, como el caso de Alfredo (Landa), porque Fernando (Fernán Gómez) tenía 87 años, los últimos cinco años fueron siniestros. La enfermedad le jodió vivo.
Ya que hablamos de edades, ¿Cómo se plantea sus últimos años, tanto laboralmente, como vitalmente?
Pues mira, acabo de cumplir 78 años y, cómo decía aquél, «ojalá llegues a vivir tantos años como aparentas». Qué hijoputa el que lo dijo ¿eh? ¡Qué mala leche hay que tener! (En este punto, tenemos que parar un momento por las risas).
Mientras me divierta en mi trabajo, ahí seguiré. Mientras esto siga siendo un juego para mí, seguiré. En ningún caso caeré en el patetismo de arrastrarme, pues quiero quedarme más tiempo en mi casa, disfrutar del cine que me he construido en mi casa de El Escorial, con una pantalla de 3×2. La hostia.
Ahora, como he dicho, estoy preparando «Muñecas de porcelana» y, mientras la memoria no me traicione, no esté más gilipollas de lo debido, aquí seguiremos.
Hablando de memoria, para memorizar textos ¿Qué método emplea?
Según. Si es teatro, el procedimiento es uno. Es progresivo, a través de los ensayos.
La televisión es fotográfico, le echo una ojeada un día antes y, entre secuencia y secuencia, en el camerino, fijas lo que tienes que decir.
Hasta ahora no me puedo quejar.
Si tuviera que mojarse… ¿Cuál diría que es el actor o actriz del momento?
No puedo mojarme. Sería una impertinencia. Me gustan muchos, los hay formidables.
Christopher Walken, quizá (Risas).
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.