Tras cuatro años de la agresión, Ester Quintana conseguirá que los dos mossos acusados, el de las ordenes y el ejecutor, Eduard Casas y Llorenç Benjumea sean juzgados tras la sesión de esta mañana en la sección tercera de l’Audiencia de Barcelona.
Ester Quintana se mostraba satisfecha, a pesar del cansancio, por haber podido aportar todas las pruebas y testimonios necesarias para resolver el juicio de la forma más justa. No obstante, ya resulta en sí injusto la dificultad que tiene una ciudadana para luchar en las instituciones, contra las instituciones o las personas que las representan. Como decía a la salida del Palau de Justícia la abogada de Ester, Laia Serra: “Llegar hasta aquí ha supuesto un esfuerzo titánico”. El conocimiento sobre procesos y tiempos, así como el la cobertura institucional y legal que tienen los que se autodenominan autoridad provocan una batalla desigual.
Tercos e impasibles
Mientras el subinspector, el de las órdenes. De ancha espalda, cortinilla anticalvicie, brazos y piernas cruzadas escuchaba muy rígidamente las cuatro horas de sesión (su colega, el escopetero de menor rango era algo más nervioso), las abogadas continuaban defendiendo la inocencia de los dos acusados. Con retórica barata y rascando tecnicismos científicos e informes periciales de la Guardia Civil. Segundos entre “detonación” y “detonación” (si antes no había disparos, ahora se exponen tres “detonaciones”). Molestias de espalda del escopetero. Fallos en la cadena de mando…
No faltaron tampoco las evasivas como que el juicio debería ser “extramuros”, un juicio político y social contra ese tipo de actuaciones. Por supuesto, siempre salvaguardando la inocencia de los clientes. Como si no fuesen precisamente las denuncias sociales las que se ven reprimidas por esa violencia. Y como si ese juicio social no estuviese motivado, también, en ver que esas personas no son intocables.
El hecho de que el escopetero haya admitido disparar (aunque eran salvas… o fuegos artificiales) y que se haya demostrado que se encontraba en la posición más avanzada, entre el grueso de pruebas presentadas por la acusación, no es inequívocamente acusatorio.
El ridículo discurso llevó también a comprobar quién la tenía más larga y fina o si esta era más bien corta y gruesa. Podrían ser escopetas, podrían ser lanzaderas… a saber.
El escopetero quizá no tenía escopeta y el subinspector escurre su responsabilidad al caporal. Todo un ejercicio de honestidad, que queda visto para sentencia.
Por otro lado, a pesar de la compensación que ha recibido Ester Quintana por la Consellería d’Interior. Tampoco ha existido ahí un reconocimiento. A veces son personas, a veces parte de la institución. Una metamorfosis muy inteligente para el escapismo.
Cuatro años de lucha y una herida por cicatrizar
En ningún momento del proceso, han tenido los mossos la decencia de disculparse por este tipo de actuaciones violentas. En las que el miedo se impone a la razón que ellos dicen sostener.
¡Ah, bueno! Una de las abogadas de los acusados, con todo el cinismo del mundo, se lamentaba por el sufrimiento que producen estas terribles lesiones durante una manifestación pacífica… en una sociedad democrática. Vale.
Ester Quintana se lamentaba a la salida de los juzgados de la dureza de tener que revivir en unas horas el sufrimiento prolongado durante estos últimos cuatro años, sin embargo, creo que también debemos quedarnos con su entereza y esperanza en que se haga justicia. También esperemos que esta se haga extensa y aplique al resto de la sociedad, para no tener que lamentarnos ni de este caso tan mediático ni de ningún otro que se queda en la parte de atrás de la televisión, donde se acumula el polvo.
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.