Actualmente en España hay 4.360.926 de desempleados registrados en las Oficinas de los Servicios Públicos de Empleo. Cuatro millones trescientos sesenta mil novecientas veintiséis personas no tienen trabajo en este país. Inscriptos que tienen prestación por desempleo, subsidios, ayudas o nada.

El desempleo prolongado conlleva otros problemas derivados. Por un lado, acarrea problemas relativos a la merma de la autoestima de quien busca un trabajo y ve que toda su formación, su experiencia laboral y vital no son valoradas. Por otro, también  comporta problemas vinculados a la cuestión estrictamente económica: no poder hacer frente a los gastos prioritarios para seguir viviendo dignamente, lo cual a su vez genera aún más sufrimiento a la persona desempleada y a su entorno.

Ante esta pauperización de las economías familiares son habituales las reacciones que culpabilizan a las personas de no haber previsto esa situación, de no haber hecho lo suficiente; incluso ellas mismas suelen plantearse así los problemas. Sin embargo, esa lectura simplista, producto del discurso individualista hegemónico que señala a la persona como única responsable de sus éxitos, fracasos o problemas, es invalidada cuando se constata que mi problema no es sólo mío sino nuestro, que somos muchos los que estamos en una situación parecida, miles, millones… Concretamente: cuatro millones trescientos sesenta mil novecientas veintiséis. Entonces ya no se puede explicar esa situación pensando que “tal vez tendría que haber hecho ese curso o tendría que haber aguantado más en aquel otro trabajo”, sino que la explicación debe buscarse en el marco que ha hecho posible “la destrucción de empleo” como suele decirse. ¿Por qué destrucción?, ¿qué se producía antes y ahora no?, ¿se producía?, ¿a dónde iban las ganancias?, ¿cómo se repartían?, ¿quiénes son los que se benefician con la crisis?, ¿quiénes son los mayores perjudicados?, ¿cómo se podría cambiar esta situación? Justamente en este contexto de crisis económica muchas personas han comenzado a formularse éstas y muchas otras preguntas y también han comenzado a juntarse, a manifestarse y a buscar formas de resolver algunas necesidades concretas colectivamente.

Muchas personas han comenzado a movilizarse y se han encontrado con otras que hace tiempo denuncian esos problemas y proponen distintas alternativas. La fuerza del movimiento del 15M (como se denomina a esta efervescencia contagiosa de disconformidad) radica en esa confluencia, en esa alianza de luchas que se amplifican. Dando lugar a acciones que sitúan problemáticas sociales en la agenda política y mediática, que las esferas de poder institucional evitarían tratar, y proponen posibles formas de abordarlas.

De ese modo, en relación al problema habitacional, el movimiento 15M se entrelaza con el movimiento okupa  y organizaciones como la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) y la Asociación “500 x 20” que denuncian, desde hace años, la dificultad en el acceso a una vivienda digna.

Ahora son familias desahuciadas las que han okupado un edificio vacío en el barrio de Verdún, Nou Barris, después de la manifestación de los indignados realizada el 15 de octubre bajo el lema “de la indignació a la acció”. “Com s’entén gent sense casa, cases sense gent” cantaba entonces una multitud de persones que se identifican con las familias okupas porque les cuesta llegar a fin de mes, porque están desocupados o en su familia hay miembros en esa situación, porque se sienten en la cuerda floja y saben que la red de apoyo familiar ya tiene mucha sobrecarga; o porque se han cuestionado la manera en cómo está diseñado el modelo económico-político-social que conlleva a que una minoría ostente el poder de los medios productivos y financieros, mientras a otros sólo les reste tener la suerte y ser uno de los beneficiarios indirectos de ese mecanismo. Porque ahora ha comenzado a visualizarse la desigualdad en Europa, pero la distribución desigual del poder y de la riqueza en el mundo no ha dejado de ser evidente, la cual también tiene su razón de ser en ese modelo productivo que beneficia a una minoría y que tiene como principal preocupación por el capital productivo y financiero. Por eso, para que este modelo funcione, es prioritario garantizar la libre circulación de divisas y bienes, no así de las personas.

Son tan importantes los bienes y divisas para continuar con la dinámica del modelo que las manifestaciones que concitan mayor atención político-mediática son justamente las que interrumpen ese flujo (como el bloqueo del puerto de Oakland, California) o ponen en cuestión la propiedad de los bienes.

En estos momentos, las familias que okuparon el edificio ubicado en la calle Almagro 2-4 esperan la resolución del juez del Juzgado penal nº6 de Barcelona sobre si considera si hay indicio de delito de usurpación o no, mientras reciben muestras de un creciente apoyo social.

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