La culpa fue de aquella primera cerveza, poco después ambos estaban en la cama como dos desconocidos animales en celo. Eran unas juergas descomunales que entre el sexo y el alcohol se alargaban dos o tres días. Mientras tanto, uno de los pocos medios de comunicación que se atrevían a publicarle estaba a punto de cerrar. Y aunque siempre se quejaba de no tener a gente interesante para entrevistar, en aquella ocasión el que no estuvo a la altura fue él. No en vano, mientras aquel importante CEO de una empresa rumana de telecomunicación le contaba en inglés, el día a día, de la lucha contra los ciberataques rusos, el periodista estaba que se caía de sueño y en su cabeza no paraba de sonar el eco visceral que aquella mujer arquetípica que le pedía que la follara una y otra vez, porque estaba muy caliente y tenía un enorme problema de insomnio. Luego vino un importante militar con la cháchara soporífera sobre la propaganda rusa en las redes sociales y ahí ya definitivamente su menté voló hacia la aventura anterior, cuando ambos encontraron un inverosímil tablado flamenco, una foto de Camarón de Isla, en lo más gélido del corazón de Europa. Luego vendrán los historiadores y los expertos a marchar nuestra memoria. Sí, además ella era como Billy Holiday, Lady Day, no podía evitar la tentación de encontrar un lugar y entrar a cantar. Ella era joven, guapa, de grandes ojos negros, pequeña cintura y voluptuosos pechos. Tenías la sensación de que estabas participando de algo extraordinario, porque aquella voz quebrada no entendía de clases sociales ni apropiaciones culturales. Era el pueblo borracho y excitado, ávido de belleza, que se reunía para cantar con júbilo la pena de no comprender el mundo. Fóllame hasta las raíces. Me decía. Aunque la idea primigenia era investigar si una pequeña élite europea, distribuida estratégicamente entre los cargos más importantes de las instituciones públicas, trabajaba en secreto para los intereses anglosajones o lo que es lo mismo, para lo que él llamaba el “Partido de la Guerra”, al final habían llegado las señaladas fechas navideñas y el estado de ánimo era más bien festivo. Tal vez por eso, cuando el reportero freelance Rick Bourbon, llegó a Rumania, se enteró de forma súbita que ya no había elecciones y en lugar de hacer una desagradable crónica sobre el terrible precedente antidemocrático, sentado por los tribunales rumanos, decidió quedarse en el hotel con aquella guapa mujer eslava, a tocar la guitarra y cantar, bajo el hermoso pretexto de escribir un elogioso artículo sobre Camarón de la Isla. En efecto, visto desde el punto de vista del “Partido de la Paz” o quizás desde la apocalíptica juerga sinfín a la que se ven sin duda abocados algunos de sus miembros, era una suerte contar con unas instituciones tan juiciosas y responsables, que nos eximían al común de los mortales, de pensar soluciones contra los prolijos problemas contra la democracia, que pueden provocar los candidatos erróneamente votados por los pacíficos pueblos europeos. Además, sin duda, eso nos daba mucho tiempo libre para emborracharnos y redescubrir el cante flamenco. Tanto es así que, bajo los románticos soportales de la inigualable arquitectura de Bucarest, el vino como si fuera la invisible mano mágica de la primavera, que desenrolla los pétalos de las flores desde lo más profundo de sus semillas, las ganas de amar se juntaron con los gitanos encantos morenos de aquella despreocupada mujer de la Europa del Este. ¿Y qué decir de Camarón de la Isla? Si su sentimiento más desesperanzado y misántropo lo convertía en arte y siempre cuando cantaba un duende lo expresa de forma sublime:
— Yo pegué un tiro al aire, cayó en la arena, confianza en el hombre, no hay quien la tenga…
Escritor sevillano finalista del premio Azorín 2014. Ha publicado en diferentes revistas como Culturamas, Eñe, Visor, etc. Sus libros son: 'La invención de los gigantes' (Bucéfalo 2016); 'Literatura tridimensional' (Adarve 2018); 'Sócrates no vino a España' (Samarcanda 2018); 'La república del fin del mundo' (Tandaia 2018) y 'La bodeguita de Hemingway'.