Por fin he aquí una trama bien cosida: como si se hubiera gestado en un taller de narrativa. Con audacia y sin caer en exagerados dramatismos, David Trueba (Madrid 1969) ha querido apostar por la búsqueda de la novela total para mostrarnos una historia de características urbano-realista que retrata los tiempos de cuando España iba bien sin que eso se desencadene como argumento de fondo.
Para Ariel Burano; futbolista argentino que ansía triunfar en España, conocer de manera accidental a Silvia, una madrileña de 16 años, le permitirá mitigar la nostalgia familiar; aunque se verá en una gran disyuntiva cuando termine su contratación en un equipo de primera línea. Como escudo de protección Ariel prefiere decir que Silvia es su hermana menor. A ella no le queda más remedio que ocultar su atrevido romance con aquel famoso futbolista, evitando así que llegue a oídos de Lorenzo, su padre, pero también de Dani cuyo trato con las mujeres es ambiguo y torpe. Pero resulta que el secreto que esconde Lorenzo es además, una tragedia y, ni siquiera la atracción que le despierta Daniela, —la ecuatoriana que cuida al niño del piso de arriba— le ayudará abandonar esa culpa de la que no parece librarlo ni Dios. El abuelo de la familia se llama Leandro, él vive ajeno al mundo que lo rodea, de vez en cuando Lorenzo (su hijo) le echa una mano, pero lo de Leandro son las clases particulares de Piano que a duras penas imparte, porque a diferencia de su famoso amigo y concertista Joaquín, a Leandro nunca le fue posible aspirar a más, pese a que intenta comportarse de manera responsable, lo único importante en su vida es salir en busca de una prostituta africana para pagar lo que sea con la idea de encontrar en esas carnes firmes el calor que muchísimo antes de que su mujer padeciera una enfermedad terminal ya no se respiraba en casa, pero se llevará una sorpresa, de la misma manera que les ocurre a los demás personajes de esta novela.
Aunque las tramas en un inicio parecen inconexas, en la medida que entrecruzan las historias asistimos a un drama familiar donde se busca mostrar los desagradables sabores de la cotidianeidad y de la atrapada convivencia. Alcanzada las primeras páginas, uno descubre que Saber Perder no es de aquellos libros cuya lectura se convierte en una inútil tarea o que nos aburrirá como a un lagarto; pero confieso que estuve a punto de abandonar el libro cuando Silvia sufre un accidente casi a la par del accidente que sufre su abuela; estuve, cierto, tentado a dejar a un lado la novela, luego de leer una y otra vez las cándidas apariciones de Mai y Dani, colocados en la trama quizás porque había que armarle un mundo en movimiento a Silvia; o cuando Lorenzo, luego de descubrir la traición de su amigo; comete un delito de hilos poco convincentes y del que por despiste de las autoridades policiales que lo interrogan, sale ileso. Más que habilidoso me resultó brusco que haya finiquitado la vida de Wilson, aunque también es verdad que hacía falta ese condimento aun cuando se haya tenido que valer de ese cansino tópico del accidente laboral que acaba con la vida de un inmigrante, pero cuando reiteradas veces asistimos al divertimento de Leandro que satisface sus deseos yéndose de putas; sí, ahí sí que me invadieron las ganas de acelerar la lectura para ver si ocurría algo más en esos redundantes encuentros y ocurre; pero para ello han transcurrido ya una enorme cantidad de páginas que claro; quizá se podrían haber evitado.
Todas las historias de Saber Perder aúnan como temática de fondo la soledad, un secreto y la búsqueda de un amor que no coagula. En todas las historias se permite ver esa idea como una constante. Por lo demás, es una historia de hijos y padres, de maridos; del transcurrir del tiempo y de lo cruel, amargas y frustradas que pueden estar las personas por dentro; una novela que habla de la vida y que pretende representarla con obsesiva minucia y que se lee fácil, no hay grado de complejidad alguno, no hay que hacer esfuerzos y si uno mete la cabeza con la idea de pasar un agradable momento, más que perderse, encontrará un universo de ficción donde se lo pasará a lo grande, sobre todo si goza con las películas previsibles. Con todo, admiro la capacidad de trabajo de David Trueba. Se nota oficio, orden y limpieza; rigor y trabajo de campo; pero nada es perfecto: ni siquiera las novelas escritas por autores que carecen de pretensión pero que en aras de querer recrearse en el lenguaje pareciera que no se dieran cuenta que eternizan el argumento.
- TÍTULO: SABER PERDER
- AUTOR: DAVID TRUEBA
- EDITORIAL: ANAGRAMA
- 520 PÁGINAS
Narrador, guionista y editor.