ACTO PRIMERO:
CANTAD, CANTAD, MALDITOS, QUE YO ME LLEVO EL DINERITO
Hay ilustres familias políticas y burguesas que, desde antaño a hogaño, hacen pingües negocios so pretexto de defender los intereses y la cultura autóctona, como demuestran los casos de corrupción conocidos por los nombres de Pretoria, del 3% o el saqueo del Palau de la Música Catalana, al que hago referencia en este artículo y una última nota sacada de la hemeroteca y que desde el pasado gritaba por salir. Una vez más el aforismo de “mi patria es mi bolsillo” se hace patente en este caso.
Como fuere que quizá no estén al día del caso que nos ocupa, se lo paso a resumir, cosa harto difícil, porque cada día aparece una información nueva:
Orfeó Català, coral fundada por Lluís Millet y Amadeo Vives en 1891, fue financiada por industriales y financieros catalanes. El Orfeó es propietario del Palau de la Música Catalana, joya del modernismo y sede social de esta entidad. El Palau, junto con el Barça y la montaña de Montserrat, son los símbolos de la identidad catalana. En 2009, la policía judicial efectuó un registro en las oficinas de la Fundación del Palau y el Orfeó por indicios de graves irregularidades económicas. Desde hace 30 años, al frente de la Fundación y gestionando su patrimonio, están Félix Millet, sobrino-nieto del fundador, y su socio Jordi Montull. La Fundación era el cortijo de estos dos pájaros; mientras llegaban grandes recursos públicos a la entidad, la coral tenía que aplazar viajes por falta de dinero o el precio de las entradas del Palau eran muy caras para, según estos jetas, sufragar el déficit. La entidad se nutría de los fondos públicos que canalizaba un consorcio compuesto por la Generalitat, el Ayuntamiento de Barcelona y el Ministerio de Cultura. Por otra parte estaba la Fundación del Palau, que recibía, principalmente, dinero de mecenas y empresas privadas. Todos estos fondos al final iban a parar a la Asociación Orfeó Català, que controlaba Millet con la directora financiera Gemma Montull, hija de su socio. Mientras las dos primeras instituciones, por ley, estaban auditadas, no lo estaba el Orfeó, el sumidero por donde se perdía la pista al dinero.
Desde ese primer registro ha salido a la luz uno de los mayores expolios cometidos en una entidad cultural europea. Delitos fiscales, facturas falsas, empresas pantalla, desvío de dinero para comprarse y arreglar casas privadas, viajes de familiares y amigos a cargo del Palau, bodas de hijas financiadas con dinero público, informes encargados a empresas propias o de familiares, venta de un local al Orfeó por el doble del precio tasado y del que eran propietarios Millet y Montull, etcétera. En fin, que se calcula que 36 millones de euros pueden haber desaparecido, en los últimos 10 años, por la acción de estos dos piezas y sus cómplices.
¿Pero cómo se puede tapar un desfalco tan grande durante tanto tiempo? Quizá la respuesta esté en que estos señores también utilizaron el dinero que no les pertenecía para financiar a partidos políticos, todo presuntamente, claro. La realidad es que la Fundación Trias Fargas, ligada a Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), consiguió del Palau hasta 630.000 euros desde 1999 hasta 2009. Curiosamente, la empresa Dragados y Construcciones, habitual constructora de obra pública, también estaba entre los mecenas del la fundación del Palau. Y qué decir de la aventura del díscolo, hoy militante de Convergència, Àngel Colom con su Partit per la Independència (PI). Partido independentista que ante su fracaso electoral fue disuelto en 1999 por sus fundadores, el propio Colom y la periodista Pilar Rahola. Eso sí, las deudas del partido fueron saldadas con dinero del Palau, que le dio 72.000 euros a Colom a traves de, cómo no, una fundación llamada Espai Catalunya. Que una fundación cultural como la del Palau pase dinero a otra fundación como la Trias Fargas o la citada del PI para financiar programas culturales como la promoción de la música, no es ilegal, pero se comete, por lo menos, fraude de ley cuando ni gestores ni los más de cien patronos de la fundación del Palau comprobaron que esos recursos se empleaban para lo que estaban destinados; y todo apunta a que no fue así, ya que en las memorias de estas fundaciones no aparecen actos en el Palau o de apoyo a la cultura popular. Por no hablar de esos desvíos de fondos opacos a la Hacienda Pública, lo que se conoce popularmente como dinero “negro”. Por ejemplo, en el periodo de 2002-03, salieron fondos en “negro” del Orfeó hacia la Trias Fargas con un montante de 90.151,82 euros. Cantidad que la fundación de Convergència Democràtica de Catalunya dijo haber recibido pero, sin embargo, no han podido presentar ni recibos, ni facturas sobre el destino de ese dinero. Otro dato importante sobre las relaciones políticas del expresidente del Palau; Millet fue patrono de la FAES catalana (Institut Catalunya Futur), la fundación que dirige el expresidente José María Aznar. Fue entre 2003 y 2007, cuando el Palau recibió importantes subvenciones del entonces gobierno del Partido Popular (PP), presidido por Aznar. Quizá en el expolio palaciego, en la suma alegría en que salía el dinero público del Palau hacia fundaciones partidarias, quizá, digo, ahí esté la clave de la impunidad que durante tantos años tuvieron Millet y sus secuaces.
En este caso, la diligencia policial chocó con la desidia judicial, por no decir otra cosa, que no creyó conveniente dictar prisión preventiva para estos individuos. Durante ese tiempo, hay constancia en vídeos grabados, empleados del Palau sacaron papeles de las oficinas. Incluso, los Mossos d’Esquadra sorprendieron in fraganti a Gemma Montull destruyendo documentos con la ayuda de cuatro máquinas trituradoras de papel. Sociedades cambiaron de titular y, posiblemente, cuentas y dinero viajaron a paraísos fiscales.
Pero esto no es nuevo, Félix Millet ya fue procesado y encarcelado durante dos meses en 1983 por un delito de estafa en el caso de apropiación indebida en Renta y Banca Catalana. En 1992, la Agrupación Mutua también tuvo sentencias de la Audiencia Provincial de Barcelona. La entidad estaba presidida por Millet y unos de sus miembros era Oriol Pujol Ferrusola, hijo del Presidente de la Generalitat en aquel tiempo, Jordi Pujol, presidente de Convèrgencia Democrática de Catalunya y uno de los artífices del la federación de Convèrgencia I Unió (CiU), la coalición de los liberales de Convèrgencia y los democristianos de Unió Democràtica de Catalunya. Pero todo esto no impidió que Millet fuera honrado con la mayor condecoración catalana, la cruz de Sant Jordi, que tuvo que devolver a regañadientes por la presión popular y de la prensa.
A finales de junio, Félix Millet y su socio Jordi Montull ingresaron en la cárcel por un caso desgajado del caso principal, se trataba de la recalificación, aprobada por la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona, de tres solares enfrente del Palau para la construcción de un hotel de lujo gestionado por el propio Palau, acusados de tráfico de influencias y apropiación indebida. Sorprendentemente, una vez más, la juez los dejó en libertad apenas pasado tres días, porque considera que no hay riesgo de fuga y la prisión provisional se dictó para que no influyeran en unos testigos que , a la sazón, se convirtieron en imputados. Este es el caso de Ramón García-Bragado, teniente de alcalde de urbanismo del Ayuntamiento de Barcelona, el gerente municipal de urbanismo Ramón Massagué y el arquitecto Carlos Díaz, del estudio de Oscar Tusquets.
Por otra parte, también se ha sabido, por archivos encontrados en el ordenador de la secretaria de Millet, que éste controlaba la adjudicación de las obras de la Generalitat a Ferrovial, empresa privada de gestión de infraestructuras del transporte. Sí, el famoso 3 por ciento que denunció, y luego se cayó sin dar más datos, el expresidente de la Generalitat, Pasqual Maragall. Aunque en este caso era un 4 por ciento. El 1,5 por ciento se lo llevaba Millet y un 2,5 por ciento para el CDC, por lo menos esto apuntan los datos que hoy se conocen y que la prensa ha publicado. El actual dirigente de este partido, Artur Mas, declaró que comparecerá ante la comisión parlamentaria que investiga los hechos si primero lo hacen los dirigentes de Partit Socialista Catalunya (PSC), con el actual presidente de la Generalitat, José Montilla a la cabeza. Como a CDC, al PSC también le crecen los enanos. No olvidemos que al PSC le estalló el caso Pretoria, con el alcalde de Santa Coloma de Gramanet, Bartomeu Muñoz (PSC), como uno de los principales implicados en esta corrupción urbanística. Y, como cerebro de la trama, el exdiputado del mismo partido, Luis García Sánchez. Claro que este tipo ya presumía de “conseguidor” con un apodo de resonancias mafiosas, se hacía llamar “Luigi”. Por otra parte, también están imputados en el caso Pretoria, Lluís Prenafeta, ex mano derecha de Jordi Pujol, o Macià Alavedra, que tuvo varios cargos importantes en los gobiernos de CiU hasta que abandonó la política para dedicarse a la empresa privada. En fin, no les lío más con datos y números. Esto es una historia de trincones y chupópteros que han convertido el Palau y la política catalana, en una ciénaga, un albañal inmundo y apestoso.
Pero la telaraña de la corrupción parece ser tan extensa, que uno de los padres de la Patria, el citado y hoy expresidente Jordi Pujol, que dirigió la Generalitat de Catalunya durante 23 años, hizo un cometario ante las cámaras de la televisión autonómica, TV3, bastante inquietante, incluso incompatible con un Estado democrático serio, diría yo. Si no juzguen ustedes:
«…no le parece oportuno«tirar de la manta» porque«todos saldríamos perdiendo«
Un servidor, que es un sinvergüenza nato, aquel día recuperó la vergüenza de golpe y se ruborizó de tener semejantes representantes. Pero analicemos la frase. Cuando el muy honorable Jordi Pujol, miembro destacado de CiU, y considerado un político de talla muy inteligente, dice: “todos saldríamos perdiendo”, pienso que en ese “todos” no nos incluye a los ciudadanos y al pueblo que representa. Porque convendrán conmigo que no hay nada más beneficioso y saludable para una sociedad que liberarse de la corrupción de los políticos, funcionarios o personas que están al frente de instituciones y las utilizan para el lucro personal o la compra de voluntades. Por lo que el “todos” se refiere a los partidos o políticos que han ostentado poder, en la Generalitat o ayuntamientos, durante años y ahora salen salpicados en los diferentes casos de corrupción. Por lo que el “todos” suena a un mensaje corporativo, incluso, si me apuran, a una velada amenaza, a un… no escupáis contra el viento que os podéis salpicar la cara, porque el que más y el que menos ha metido la mano en el cazo. Por un momento creía estar viendo la trilogía de “El Padrino”.
ACTO SEGUNDO:
DE CASTA LE VIENE AL GALGO
Estaba yo con estas cavilaciones cuando una amiga me manda la hoja de una revista de principios del siglo XX. En ella me entero que un familiar, exactamente el tío-abuelo de Félix Millet, el famoso músico Lluís Millet, ya hacía de las suyas, o por lo menos esto pensaban los redactores de esta publicación, en el Palau de la Música y el Orfeó Català.
La página que reproducimos es de Lo Teatro Català, núm. 482, del 14 de diciembre de 1901. El titular es bastante explícito:
“EL ORFEÓ CATALÀ A LOS TRIBUNALES”
En la gacetilla se nos cuenta que unos antiguos socios del Orfeó, los señores Ramón Guitart y Josep Cerdá, denuncian a la entidad por faltar gravemente a sus estatutos. El periodista firmante, A. de la Florida, cuenta que no pueden reproducir la demanda por ser muy extensa, pero asegura que está muy buen argumentada y que seguro que prosperará. Pero al margen de la anécdota, lo importante es saber qué tipo de personas ya mandaban en el Palau en aquellos años y, sobre todo, como los juzgaban sus contemporáneos. Aquí, convenientemente traducidos, les copio los párrafos con más enjundia:
Todos aquellos que se hicieron socios del Orfeó Català pensando de buena fe que allí se perseguía la idea de propagar las canciones de nuestra tierra haciéndolas simpáticas por la belleza que contienen desde el punto de vista estético y patriótico, se equivocaron por completo.
Allí sólo existe el objetivo único, exclusivo, del provecho personal, del medro raquítico, la peseta. O si no ¿creen que el Sr. Millet, que como músico es bien poca cosa, sin el escabel del Orfeó habría pescado la plaza de profesor de la Escuela Municipal de Música que, si bien es cierto que la paga no es mucha, unida a los regalos que los alumnos le hacen “espontáneamente”, no es despreciable?
¿Creerían que en mérito a su talento habría recabado del P. Albareda de Sant Felip Neri la protección necesaria para quitar del Oratorio al Mestre Marraco que hacía la friolera de 35 o 40 años que allí hacía las funciones, apoyando sus pretensiones en que por pocos reales él les cantaría la misa del Papa Marcelo participando todo el personal del Orfeó; habría –repetimos– obtenido la plaza de maestro de capilla de los mencionados P.P., de no haber contado con el monopolio de la sociedad? Contesten quienes, como nosotros, saben quién es Millet como músico.
Dejamos expuestas las precedentes consideraciones que son el corolario de lo que siempre hemos dicho del Orfeó Català.
Qué orgulloso estaría el tío-abuelo Millet de su sobrino-nieto y sucesor en el cargo. Por ejemplo, la familia Millet, desde que en 1990 se creó la fundación Orfeó Català-Palau de la Música, su patrimonio inmobiliario se ha más que triplicado. Pasó de 30 propiedades a tener 97 actualmente.
Poco hay que añadir. Vemos que el ambiente añejo y podrido en ciertas instituciones viene de lejos. Casi como en un sistema feudal se heredan cargos, prebendas y aureolas de buen patriota, son las 100 familias que hacen y deshacen en Cataluña, las que coinciden en los palcos del Palau, el Liceo y del Barça, los que desayunan en el Círculo Ecuestre y comparten consejo de administración en La Caixa. Félix Millet es un genuino representante de esta familias de rancio abolengo catalanista que, llegado el momento, no dudaron en colaborar con el franquismo. Ese fue el caso del padre de nuestro protagonista, el miembro del Opus Dei, Félix Millet Maristany, que colaboró con Franco durante la Guerra Civil y después, desde la presidencia del Banco Popular, aunque en sus últimos años se distinguió por su apoyo a la cultura catalana desde el Ómnium Cultural. Lo que a uno le hace hervir la sangre es que estas “glorias” nacionales, intocables durante mucho tiempo, mientras utilizan los fondos de una institución cultural -un ayuntamiento o cargo público– para su provecho particular, para invertir en oscuras aventuras inmobiliarias o para sufragar los gastos electorales o deudas de partidos, del nacionalismo más conservador, al más independentista, desde la derecha más recalcitrante, hasta el neoliberalismo y la pretendida izquierda que nos gobierna, digo, que mientras esto pasaba, los integrantes del coro del Palau no tenían fondos para sus viajes y actuaciones, por no hablar de los coros populares de los barrios de Barcelona, como los Coros de Niños por la Integración, que no tienen ni un chavo y se financian con el esfuerzo de padres y voluntarios. ¿Y qué pasaba con el rumbo musical del Palau? Pues no existía, como iba a existir si este pájaro estaba tan ocupado con sus negocios sucios que ni acudía a los conciertos. Los músicos y empleados han declarado que conocían algunas prácticas irregulares de Millet, pero no lo denunciaron por miedo.
Claro que cuando la podredumbre es tan grande que no se puede tapar, la cosa huele. Y ante ello se pueden hacer dos cosas, o lo que nos dice el Molt HonorableJordi Pujol y mirar para otro lado porque los trapos sucios se lavan en casa, o lo que hacemos con este artículo, denunciar y limpiar con zotal; aunque nos tememos que la responsabilidad de la Generalitat, Ayuntamiento y el Ministerio de Cultura, en todo este asunto, se cerrará sin consecuencias ni dimisiones. Y responsabilidad, por omisión o por acción, la tienen.
Periodista, fotógrafo, escritor e investigador.