A las 5 de la mañana del 4 de febrero estaba previsto el desahucio de la Casa Orsola de Barcelona, símbolo de la lucha por una vivienda digna. El 3 de febrero el juzgado decidió retrasarlo hasta el 18. Algo se estaba moviendo. La importante movilización del 31 de enero, que logró impedir el primer intento de desahucio, obligó a un movimiento de fichas. El 7 de febrero, el Ayuntamiento de Barcelona sorprendió con el anuncio de que compraba, junto a la Fundació Hàbitat3, la Casa Orsola. ¡Se había conseguido el objetivo! Los vecinos y vecinas podrán continuar en sus domicilios. La lucha ha dado resultados.

El ayuntamiento, que había estado expectante durante todo el proceso, vio que la movilización estaba siendo potente y quiso evitar el peligro de una respuesta aún mayor en un marco de grave crisis habitacional que existe en la ciudad. El PSC, que gobierna Barcelona en minoría, hizo una de esas jugadas de los socialistas de orden: atendió la reivindicación popular al mismo tiempo que beneficiaba al inversor especulador propietario del edificio. Hace unos 3 años lo compró por 6 millones de euros. Lo ha vendido por 9,2 millones. ¡Un excelente negocio en un tiempo récord! Carmen Arcarazo, portavoz del Sindicat de Llogateres, declaró que “Esto no va de comprar casas y pacificar conflictos, sino de que los inquilinos tengamos claro que cuando nos quieran echar nos tenemos que quedar y que cambiemos las reglas del juego para que estas situaciones no vuelvan a ocurrir.”.

Si pretendían desactivar la movilización han logrado lo contrario. La victoria de Casa Orsola ha animado al movimiento porque ha demostrado que se puede hacer retroceder a los rentistas o a los fondos especulativos y se puede obligar a las instituciones a tomar medidas, no las pequeñas y temerosas que de vez en cuando toman, si no otras más audaces y valientes.

Se están dando pasos para que el movimiento sea mucho más potente y organizado. Todavía con la sonrisa por la victoria de Casa Orsola, el 8 y 9 de febrero se reunió el II Congrés d’Habitatge de Catalunya. Alrededor de 1.000 personas y más de 60 colectivos debatieron sobre la situación y acordaron la formación de una Confederació Sindical d’Habitatge de Catalunya (Confederación Sindical de Vivienda de Cataluña) que agrupa a la mayoría de colectivos del movimiento. “El Congreso ha servido -explican- para aprobar las bases políticas y organizativas de la futura Confederación. La premisa de la Confederación es que mientras la vivienda sea un bien especulativo, no se podrá garantizar como derecho universal, y apostamos por una estrategia común a nivel territorial para hacerle frente. La nueva Confederación permitirá una organización más amplia y coordinada, superando las dinámicas localistas con las que se ha trabajado hasta ahora. Esto hará posible abordar conjuntamente casos de grandes propietarios y entidades bancarias que operan en distintos puntos del territorio, respondiendo de forma más efectiva.”.

Además, se están ampliando las alianzas y la colaboración con los sindicatos obreros, las asociaciones de vecinos y las diferentes mareas por los derechos sociales. Existe la conciencia de que la crisis de la vivienda afecta a la mayoría de la población trabajadora, que hay que sumar esfuerzos, que hay que defenderse, pero también pasar a la ofensiva para exigir medidas que vayan a la raíz del problema.

Porque quienes especulan con la vivienda están arrasando con todo. Primero fueron los bancos quienes tras la crisis de 2008 desahuciaron a miles de familias que no pudieron afrontar las hipotecas. Luego empezaron a subir los alquileres y a encarecerse la compra de vivienda y ahora no hay barrio de las grandes ciudades o incluso pueblos en los alrededores de las grandes urbes que no estén afectados; ni familia que viva de alquiler que no corra riesgo de ser expulsada de su vivienda, sea por un abusivo aumento de alquiler o porque el edificio lo compra algún fondo depredador. En el último año, los alquileres han subido en Madrid un 15,5% y en Barcelona un 14,4%, y la tendencia es parecida en muchas ciudades. No está funcionado el topar los alquileres, los propietarios se lo saltan a través del alquiler por meses o para usos turísticos. Y ya se está generalizando lo que se conoce como coliving, edificios enteros en los que se alquilan habitaciones con baño y algunos espacios comunes a alrededor de 750 euros. Una nueva forma de expulsar a los vecinos y convertir a los barrios en zonas sin alma y con poca vida comunitaria.

Están arrasando con todo. Se calcula que hay unos 600 edificios en toda Barcelona, 232 en el centro, que han cambiado de propiedad o están en proceso y cuyo objetivo es la especulación. En los últimos cinco años, las Asociaciones de Vecinos y el Sindicato de Llogateres calculan que se han producido, solo en el centro, unos 10.000 desahucios invisibles, gente que ha tenido que abandonar su vivienda por no poder renovar su contrato a causa del aumento desorbitado del alquiler. Los especuladores no perdonan nada. Cinco residencias de personas mayores van a ser desalojadas. ¿Puedo uno imaginarse mayor crueldad? Desalojar a los mayores solo para llenarse aún más los bolsillos. ¿No es una situación de urgencia como para que las instituciones tomen medidas de urgencia?

Escuela de táctica y estrategia

El lunes 17 de febrero se convocó una asamblea de vecinos de viviendas y edificios afectados para coordinar una respuesta lo más amplia posible. Fue una lección de aprendizaje colectivo. Es enormemente emotivo, e indignante, escuchar a las vecinas y vecinos narrar sus vivencias y angustias cuando de pronto les informan que tienen que abandonar la vivienda y probablemente el barrio. A lo largo de numerosas intervenciones fueron surgiendo las maneras de enfrentarse a los propietarios.

Normalmente quieren que haya el mínimo de negociación y que todos los casos se traten individualmente. Hay que convencerse de que por separado se pierde fuerza. Ha ocurrido que por querer resolver su caso cada vecino tenía un abogado, con el despilfarro económico que eso significa. Lo más importante es romper el aislamiento, decidir que no se quiere abandonar la vivienda, ir puerta por puerta contactando a los vecinos y organizarse. No hablar con la propiedad como inquilinos, sino como bloque o como edificio. La unidad desde el primer momento es el punto de partida para una buena defensa. La unidad y la organización.

Hay que tomar conciencia de que la propiedad no es inmune a la protesta, como se ha visto en la Casa Orsola. Una vecina explicaba que en su edificio al propietario no solo le molestaban las pancartas en el exterior sino incluso en la escalera. Porque hacer pública la protesta es la manera se sentirse unidas y de buscar el apoyo y la solidaridad. Y, sobre todo, hay que organizarse. Lo que hasta ahora era una lucha de guerrillas tiene que convertirse en una acción colectiva y organizada. Ese es el salto que el movimiento por la vivienda puede dar. La táctica de unir voluntades, vecino a vecino, vecina a vecina, se basa en la estrategia destinada a un cambio efectivo de las condiciones para una vivienda digna.

Los objetivos son precisos: Bajar los alquileres. Contratos indefinidos. Recuperación de viviendas vacías, turísticas y de alquiler de temporada. Acabar con la compra de vivienda para fines especulativos. Aumento del parque público de vivienda.

Para defender a las vecinas que quieren seguir en sus viviendas y para luchar por estos objetivos, el 5 de abril están convocadas manifestaciones en todo el Estado.

*Miguel Salas es Miembro del comité de redacción de Sin Permiso

*Fuente: https://sinpermiso.info/textos/salto-adelante-en-la-lucha-por-el-derecho-a-la-vivienda

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