Monografías, caza, viajes, cocina, historia, filosofía, psicología, libros de bibliofilia, primeras ediciones de la Guerra Civil y obras curiosas de todas las disciplinas que suman unas 200.000 referencias atrincheradas en altísimas y voluminosas estanterías. Ese es el tesoro incalculable acumulado por la librería Canuda durante 70 años, un legado que terminará bruscamente este viernes por culpa de la lógica del mercado y una legislación no menos fría. La carismática librería de viejo, lugar de peregrinaje de numerosos artistas e intelectuales, será sustituida por una tienda de ropa Mango. Prendas por palabras, estética por sabiduría, apariencia por aprendizaje. Quizás una metáfora de la sensibilidad y las preferencias de la sociedad actual. Quedan la memoria colectiva en forma de recuerdos y la motivación personal del bibliófilo, que lo empujará hasta encontrar otra fuente de riqueza donde saciarse. A cuatro días del cierre, su propietario, Santiago Mallafré, halla un instante de calma en medio del estrés, la nostalgia y las constantes visitas de los últimos clientes fieles, atraídos por tentadoras rebajas.
¿Por qué cierran la librería?
“Porque se ha vendido la finca y nosotros estábamos de alquiler. La finca número 2 y número 4 de la calle Canuda, que van desde la pared de l’Ateneu hasta la Rambla, las dos fincas, incluidas tiendas y pisos, se convertirán en un Mango. Dentro de la gran tragedia y del hecho traumático de tener que vender una librería tan popular, el caso es que también la hubiéramos perdido el próximo año por culpa de la Ley de Arrendamientos Urbanos (LAU). Ya lo sabíamos desde hace veinte años. Con la LAU teníamos prioridad, el propietario me diría que quiere tres millones de pesetas al mes, que es lo que vale esta tienda de 800 metros cuadrados pero yo no puedo pagar esa cantidad, eso sólo lo pueden asumir las multinacionales. Esta ley que hizo Boyer afectará muchos comercios de Barcelona que se verán obligados a cerrar. Si cerramos ahora, nos darán algún dinero y ya nos va bien”.
Se habla de que podríais abrir otro local…
“El encargado y yo no, porque ya tenemos 65 años y nos jubilaremos, estamos cansados. Pero hay dos chavales que trabajan con nosotros que van a abrir dos tiendas, una de ellas seguramente en la calle Bruc con Diputació. Serán establecimientos pequeños en sitios poco comerciales pero entre Internet y la tienda abierta intentarán salir a flote”.
¿Cómo se siente?
“Pues tocado y agotado, física y mentalmente. Piensa que en los últimos días hemos vendido muchísimo y entre rebajas y negociaciones…estoy fatal. Es muy traumático cerrar un establecimiento tan antiguo, yo llevo aquí 47 años, toda una vida, no he hecho nada más. Siempre diré que es una tragedia que una librería cierre, por ejemplo la Catalònia, pero la gran tragedia es que cierre la Canuda. Si en el solar adyacente a la Catalònia se instala una librería igual que la Catalònia pero con 100 m2 más, tendrá los mismos libros que la Catalònia más todo lo que quepa en estos 100 m2. Eso es facilísimo, yo le monto una librería de libros nuevos en 24 horas, siempre y cuando sea en un gran lugar de Barcelona. ¿Por qué? Porque llamo por teléfono a diez editoriales y me traen los libros al momento y con depósito. Y sin pagar. Pero si quisiera abrir una librería en el Bon Pastor me dirían que no, pero si la quiero poner en la calle Canuda, en Porta Ferrissa o Plaça Catalunya, lo que quieras. Todo lo que ve en la Canuda se ha pagado y transportado y no hay artículo que pese más y ocupe más espacio que el libro, a veces incluso se han bajado de un quinto piso sin ascensor. Es muy bonito pero es un esfuerzo de sangre, sudor y lágrimas. La gente piensa que vender libros es hablar con un señor, decirle ‘gracias y que le vaya bien’ pero son muchas más cosas, algunas de ellas jodidas. En una librería de libros nuevos te traen 40 Papillons en el mostrador y en cambio aquí hemos tenido que ir a buscarlos”.
¿Cuántos libros habéis llegado a tener?
“Ni idea, actualmente sobre unos 150.000 pero es que hemos vendido muchos. Los dos libros que mejor he vendido en estos 47 años son la primera edición de la ‘Encyclopédie’ de Diderot, vendida por teléfono por 50.000 euros hará cuatro años, y por otro lado, hace veinte años un ‘Amadís de Gaula’, una de las obras más célebres del género caballeresco, por dos millones y medio de pesetas. Pero son accidentes, sorpresas, esto no sucede nunca. En la época de mi padre había incunables sobre el mostrador, estamos hablando de 1949 aunque yo no los he visto nunca. Nosotros vendemos libros desde 2 a 50.000 euros y nuestra gran virtud, tanto en género como en local, es la magia y la popularidad. Es increíble, cada día tenemos menos libros y vendemos más, ¿puede entenderlo? Es mágico pero es así”.
¿Qué es un libro?
“Es la historia de la vida, cada libro es una historia de la vida”.
¿Los libros nos hacen libres?
“Naturalmente, todo está en los libros”.
¿La obra más antigua que tiene es de?
“Me parece que tenemos una de ornamentación de arquitectura de 1613 que es muy interesante. Salió en la subasta del Sotheby’s de Inglaterra con una estimación de 9.000 euros”.
¿Los libros los traían particulares o los comprabais en subastas?
“Son gente que nos avisaba que había una biblioteca aquí y otra allí en toda España. Les hacíamos una oferta y si les parecía bien, íbamos a buscar los libros, se colocaban aquí y en Internet…mucho trabajo y poco dinero”.
¿Cuántas horas le dedicaba al día?
“Todas, aquí se trabaja de lunes a sábado hasta las ocho de la tarda y no cerramos al mediodía”.
¿Existía un perfil determinado de cliente o era variado?
“Variadísimo, desde gente joven hasta gente mayor, bibliófilos, universitarios, estudiantes, profesores y artistas de todas las especialidades. Por aquí ha pasado todo el mundo…”.
¿Por ejemplo?
“Puedo hablarle de Dalí, Alberti, Flotats, Serrat, Sabina, Antonio el bailarín…gente de todas las épocas”.
¿Recuerda anécdotas de alguno de ellos?
“Sí, por ejemplo Dalí, que siempre venía con unas señoras muy guapas. Cuando la gente le pedía un autógrafo o que le hiciera un dibujo se sacaba un rotulador y dibujaba una hormiga, parecían sólo cuatro puntitos pero era una hormiga. La gente pensaba que Dalí les haría un gran dibujo y les hacía una hormiga. También recuerdo al famoso Enric Guitart, un actor de teatro muy bueno, un guapo de los años 50. Llevaba un cinturón de aquellos que se abren y en el que guardaba los billetes, preguntaba el precio de un libro y decía: ‘¿son 1.200 pesetas? Un momento’ y se sacaba el cinturón como si fuera una espada y mostraba los billetes. Yo le decía que es como si estuviera representando el don Juan Tenorio siempre, sin interrupción”.
¿Se ha mantenido el hábito de mirar y toquetear?
“Eso pasa sobre todo en las librerías de ocasión, más que en las de libro nuevo, que antes era un mostrador y la gente venía aconsejada a preguntar por un libro. Aquí la entrada es libre siempre y hay gente que no viene a comprar nada en particular y se lleva dos libros porque le han emocionado”.
Habla de emociones pero ¿no cree que la literatura se ha convertido en un negocio controlado por grandes editoriales?
“Sí, es marketing total, el cementerio de los libros, aquí es donde se inspiró Carlos Ruiz Zafón. En cada inauguración que ha hecho el señor Lara nos ha venido a buscar 2.000 libros antiguos para decorar, uno en el escenario del Liceu y otro en el Macba, y sólo por cuatro horas y les salido un acto perfecto. Son una familia muy seria, mi padre era amigo íntimo de Lara y de hecho cuando tomaba café junto al señor Mateu mi padre era el rico del grupo. El señor Lara es muy inteligente, con una valentía y una intuición extraordinarias”.
Parece que en los últimos años sólo interesan los best-sellers…
“Pero es que nosotros, de literatura, no tenemos casi y no queremos, no nos emociona, lo que tenemos es historia, arte, ensayo y filosofía”.
¿Lugares como el Happy Books han hecho daño?
“El libro no hace nunca daño a nadie, eso de entrada. Que haya ediciones mejores o peores, eso es otra historia. Pero le harán daño otras cosas”.
¿La literatura y, en general la cultura, ya no interesan?
“No quiero estar vivo el día en que la literatura no interese, no quiero verlo, el día que no interese nada el libro, habrán vuelto los bárbaros”.
Parece que los libros todavía aguantan ante el fenómeno digital porque la gente prefiere el tacto, olor y formato del libro. ¿Qué opina del libro electrónico? ¿Es ley de vida o la imposición tecnológica de lo que llaman progreso?
“Es que ni los tengo ni los quiero. Eso es como si el día del libro su novia le regala un trozo de plástico. ¿Qué le parecería? Pues no hace falta decir nada más”.
¿Qué futuro tienen las librerías?
“¿Y qué futuro tienen las mercerías? ¿Y qué futuro tienen las salas de arte? El futuro está jodido pero hay que resistir”.
¿Qué le parece que en el lugar de la Canuda pongan un Mango, es decir, algo con unos valores muy opuestos a los de la cultura?
“A mí no me gusta la ropa, no me gusta ir a comprarme ropa ni zapatos, me gusta comprar libros pero hay gente a la que sí le gusta comprar ropa, la textura, el diseño, los dibujos…por otro lado nosotros trabajamos con un 12% de la población, el 12% que representa la cultura y desgraciadamente al 88% restante le va muy bien que pongan un Mango. Esta es la tragedia de España”.
En Francia una librería como la suya no hubiera cerrado nunca, ¿verdad?
“Exacto, y digo en Marsella o Montpellier. Una librería tan grande como ésta, en la que se cuida el libro, con una gran capacidad de compra, el propietario del local hubiera venido y me hubiera dicho: ‘Señor Mallafré, hay eso de la LAU, ¿cuánto quiere? Cobre’. Y ya no hablo de París o Londres. Nosotros no estamos a 100 quilómetros de Francia sino a 70 años culturales de Francia”.
¿Cómo se pueden reducir esos 70 años de desventaja?
“Hablad con el señor Wert y con todos los demás, no sólo con los de Madrid sino también con los de aquí. Le explicaré otra cosa: ¿sabe cuál es el único día en el que los maestros vienen con un grupo de 40 alumnos para enseñarles qué es una librería de viejo? El 23 de abril, para tocar las narices y entonces les digo que no, porque la tienda está llena y no podemos tener a 40 niños tocando libros. Y de padres que lleven sus hijos aquí, pocos. Le explicaré una anécdota: hace 40 años conocía una chica aragonesa que era logopeda y psicóloga, le dije que tenía una librería de viejo y me preguntó qué era. Le expliqué que comprábamos libros de segundo mano, que los vendíamos más baratos, algunos no se encuentran…Ella me dijo que siempre iba a la Herder, donde compraba libros de psicología y también novelas. Me sorprendió que no supiera que en Barcelona había librerías de viejo”.
¿En qué ha cambiado el negocio durante estas cinco décadas?
“Ha cambiado la cultura, antes leía muy poca gente. Algunos dicen que antes se leía más pero no es cierto, antes había mucha gente que ni sabía leer y otros tenían cuatro libros en casa que leía después de cenar”.
¿Recuerda alguna anécdota de su padre?
“Hay 50.000…Los libreros de viejo, por más que sepamos bastante, nunca sabemos suficiente, con el libro nunca se sabe suficiente. Aquí hemos cometido errores importantes como por ejemplo vender una primera edición de ‘Los caprichos’ de Goya por 5.000 pesetas cuando en realidad valía un millón. Nos pasó hace 40 años, no pensamos que podía ser una primera edición. Eso le ha pasado a todo el mundo, el libro viejo no es fácil”.
¿Qué van a hacer con todos estos libros?
“Estamos haciendo rebajas y lo que quede…yo tengo que dejar este local limpio el día 28 y eso no me deja dormir. Yo le pregunto: ‘¿los quiere todos?’ Pues se los regalo todos pero tiene que llevárselos todos, no me deje ni uno. Y no encuentro a nadie que lo acepte”.
¿Los regalaría gratis?
“A ver, lo que me darán por ellos es casi gratis, todavía hay gente que me dice que se llevaría 500 pero eso no me soluciona nada. Además hay un problema: vaciar este local cuesta un millón de pesetas porque el trabajo lo tienen que hacer ocho o nueve personas durante tres noches, porque durante el día no se puede poner un tráiler en la calle. ¿Usted se imagina ocho o nueve personas trabajando tres noches consecutivas entre las ocho de la tarde y las nueve de la mañana con dos tráileres? ¿Qué coste piensa que tiene esto?”.
Supongo que se llevará algunos a su casa…
“Sí, los antiguos me los llevaré y montaré una pequeña biblioteca-museo en un piso que tengo vacío y que dedicaré a los libros para jugar con ellos”.
¿Qué lecciones le enseñó su padre?
“Todas, se lo debo exclusivamente todo. Era un hombre que no tenía una gran cultura porque se había hecho a sí mismo y era un hombre de su tiempo. Abrió la primera librería, la Cervantes, la mañana del 14 de abril de 1931 y tuvo que cerrarla por la tarda porque aquel día en Barcelona se proclamó la República. La gente corría por las calles, le entró el miedo y cerró. Le pasó en la calle Tallers 82, una tienda de propiedad que todavía tenemos, pero no podemos atenderla y la tenemos alquilada a otro negocio. Mi padre fue un hombre con mucha iniciativa y de una intuición mágica. Yo he ampliado el local y lo he cuidado”.
Una curiosidad: ¿cuántas obras se ha leído de las que tiene en las estanterías?
“No lo sé, yo he leído siempre, piense que los libreros no somos grandes lectores”.
¿Por falta de tiempo?
“Quizás sí, somos grandes lectores de catálogos, de listados de libros… claro que nos gusta leer pero a veces cuando volvemos a casa no tenemos muchas ganas de ver libros porque la enfermedad existe pero hasta cierto punto”.
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.