Es una situación extendida y común desde hace mucho tiempo, aunque nunca antes habíamos sido tan conscientes de su peligro. El bullying se está llevando cada vez más vidas de niños que no hallan la forma de luchar contra él. Y ya no es sólo el acoso escolar lo que atormenta a hijos y padres, recientemente han saltado a la palestra mediática un exagerado número de casos de acoso sexual de profesores a alumnos. ¿Qué es lo que está pasando en nuestra sociedad para que la educación infantil, primaria y secundaria sea mortal? ¿Hasta qué punto el acoso, en todos sus sentidos, puede determinar el futuro de un adolescente? Regina Bayo-Borràs, psicóloga clínica y psicoanalista, reflexiona con RAMBLA acerca de ello.

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Para empezar, ¿Qué se considera bullyng o acoso infantil?

Cuando de manera reiterada, en el ámbito escolar, un grupo de adolescentes intimida, se burla o ningunea a un compañero/a, con el propósito de hacerle sufrir. Se podría decir que es una forma de sadismo grupal, que convierte en chivo expiatorio al que consideran más débil.

¿Hay algún perfil de victima? ¿Víctimas potenciales?

Las víctimas suelen ser adolescentes que se diferencian del grupo por tener características poco comunes: por su físico, su religión, su etnia, o sus capacidades intelectualesSuelen ser personas que no saben defenderse adecuadamente, con relaciones de dependencia y sumisión hacia sus familiares. Pero también puede ser un/a adolescente que destaque por sus capacidades o belleza. En cualquier caso, son acosados por desprecio o por envidia. Las víctimas suelen ser más chicas que chicos.

¿Cuál es el perfil de los agresores?

Los agresores suelen ser adolescentes inseguros, que necesitan reafirmarse a través del dominio y abuso de poder sobre los demás. No tienen empatía ni habilidades sociales, y más que amigos, tienen “seguidores”. Necesitan someter y agredir para confirmar su poder, un poder ejercido de forma despótica, lo que demuestra que no son fuertes ni toleran las frustraciones.

Suelen haber vivido situaciones de violencia en su familia de origen, y replican dichas conductas en el ámbito escolar. No soportan al que no es seguidor de sus hazañas, al que mantiene su propio camino, al que no se deja seducir por sus conductas de “matón”.

Parece difícil diferenciar, en algunos casos, una broma del acoso como tal ¿Dónde está la línea?

El acoso es una conducta reiterada, repetitiva, con intención de dañar de manera consciente y voluntaria, con la complicidad del grupo de seguidores, y con la que se obtiene disfrute perverso.  La broma, aunque sea pesada y con un fondo agresivo inconsciente, no es tan destructiva, y es ocasional. En el acoso se pretende destruir (más o menos conscientemente) la autoestima de la víctima. Los adolescentes están en una etapa de su desarrollo psico-sexual en el que necesitan precisamente la confirmación del grupo de pares (amigos) para obtener seguridad en su dimensión narcisista básica. El bullying busca, de manera planificada, dañar su subjetividad. Ese es el aspecto perverso del acosador: lastimar o destruir en la víctima aspectos de su subjetividad, y así no hacerse cargo de los suyos. El acosador rechaza y proyecta en la víctima aspectos conflictivos de mismo, de manera que los destaca en el acosado. Se trata de la dinámica del “chivo expiatorio”. te vas a hacer cargo de todo que de mí no me gusta y repudio”

¿Cómo puede identificarlo el padre o madre?

Un padre o una madre han de estar muy cerca de su hijo o hija adolescente. Muy cerca no quiere decir “encima”, controlando. Sino interesados, abiertos, disponibles para las vicisitudes diarias de su hijo/a.

¿Pero hay señales para identificar una situación así desde fuera?

Cuando la víctima se cierra en sí misma, teme ir al instituto, cambia su estado de ánimo y se hace más taciturno y silencioso, baja su rendimiento escolar. Aparecen conductas evitativas hacia los amigos que antes frecuentaba. Suele mantenerlo callado, guardando secreto por vergüenza y sentimiento de humillación.

¿Cómo puede un niño defenderse? Considerando, sobre todo, que denunciar la situación ante profesores o padres puede ser motivo de más acoso.

Uno puede defenderse enfrentándose a la situación, o pidiendo ayuda: A los amigos, a los padres, a familiares cercanos. Es imprescindible salir del silencio. Hay que abrir la boca y hablar, decir, contar, denunciar, identificar lo que está pasando, desde cuándo, y denunciar a quien asume ese liderazgo dañino. Buscar las alianzas con la escuela, tutor o maestra, dirección, equipo psicopedagógico, Asociación de padres y Madres. Entre estas diversas instancias, han que poner coto, límites claros, y ayudar a reparar el daño. El acosador ha de asumir el daño infringido y pedir perdón al acosado. Y se ha de hacer lo posible para restablecer la convivencia… Esto es algo bien distinto de la connivencia colusiva que ha habido hasta ahora entre los docentes, los agresores y la escuela.

¿Porque cuesta tanto, en los compañeros, denunciar situaciones así?

En los fenómenos psicológicos grupales, los seguidores se “protegen” del líder acosador siguiéndole en sus fechorías. Nadie quiere ser “distinto”, hay un gran temor a ocupar el lugar de la víctima, que está en el de “chivo expiatorio”, foco de proyección de los aspectos más repudiados de cada uno de los seguidores. Nadie quiere ser etiquetado de débil, ridículo, afeminado, masculinizada, fuera de lo común, etc.

¿Es útil cambiar de centro?

A veces es imprescindible. Con el tiempo se verá si fue lo más adecuado, ya que puede volver a darse una situación parecida; eso indicaría que la víctima necesita más ayuda que la de sus padres y escuela, y requiere ayuda psicológica individual.

¿Debería la familia denunciar penalmente?

Yo creo que no, a no ser que se haya cometido un delito penal tipificado. Es más importante denunciar en la comunidad educativa, e identificar lo que está sucediendo.

¿Qué debe hacer la familia ante el acoso?

Ayudar y apoyar a su hijo/a adolescente. Denunciar los hechos en la comunidad educativa. Y evaluar si el daño psíquico ocasionado requiere de atención psicológica especializada.

¿Y la familia del niño que acosa?

Es probable que tanto los padres como su hijo/a  requieran atención psicoterapéutica. La conducta de bullying de un adolescente (chico o chica)  es el grito de atención de una familia disfuncional.

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También nos parece una oportunidad óptima para entender un poco el acoso infantil en un plano sexual con todo lo que se sabe ya en Barcelona. ¿Qué está fallando en nuestra sociedad para que el acoso sexual y la pederastia se de en un aula?

Nuestra sociedad está intoxicada con valores que poco tienen que ver con las necesidades de los niños y adolescentes. Aunque hay mayor conocimiento de la subjetividad infantil y adolescente, sin embargo, no hay un auténtico interés en cuidar y proteger su desarrollo psíquico.

¿Cómo se puede detectar una situación así?

El profesorado debería tener formación básica psicológica sobre las características de las dinámicas grupales entre adolescentes. También sobre la función de mediación en situaciones de conflicto relacional entre niños y jóvenes. El profesorado tiene poco apoyo de la administración en este campo: el de la formación continuada sobre la subjetividad infantil y adolescente. Antes hay formación sobre las nuevas tecnologías, pero un ordenador es más fácil de conocer que un adolescente problemático.

¿Cómo se debe gestionar una situación así, una vez identificada? Tanto profesores, como padres, como compañeros.

Es importante poner coto a este tipo de conductas. Poner límites. Se debería poder trabajar en espacios grupales con los adolescentes tanto el respeto y consideración por el otro, como por el diferente. Desarrollar la empatía, el compañerismo, la cooperación, más que la competitividad y el individualismo egoísta. Pero trabajarlo a fondo, no en plan pautas de conducta. Los padres necesitan también asesoramiento psico-social, que deberían recibir en las actividades que celebran como AMPAS.

¿Y como podemos evitarlo? ¿Qué pasos podemos ir dando para cambiar las cosas?

La prevención primaria se debe realizar en el marco de la escuela/institutos. También los medios de comunicación son muy importantes para difundir la importancia de este problema social. Es la manera de poner soluciones antes de que generen mayor daño psíquico.

¿Son suficientes los protocolos de un colegio para detectar los abusos?

Nunca un protocolo es suficiente si no hay buena formación sobre el tema. Siempre es mejor la observación de la dinámica relacional entre el grupo clase (y los subgrupos); (cuando hay con qué hacerla, es decir, si hay el conocimiento profundo del problema).

¿Cómo podemos ayudar al niño posteriormente?

Los efectos psicológicos del acoso escolar pueden durar muchos años, a veces, se recuerdan durante toda la vida. Quiero decir con esto, que tienen efectos traumáticos, pues se sufren en una etapa de la vida en que la personalidad está en tránsito de una etapa a otra, y por tanto, es frágil y vulnerable ante el menosprecio, burla, maltrato, agresiones, etc. Casi siempre es necesario el apoyo psicológico. A veces se tarda años en acudir a tratamiento,  pero el daño sigue ahí.

¿Cuáles son las secuelas?

Depende de la gravedad, intensidad y duración del acoso. Afecta la confianza en sí mismo, produce  desconfianza y recelo en la relación con los demás. También perturba las capacidades cognitivas, intelectuales, de aprendizaje. Puede afectar incluso en el proceso de  asunción de la propia identidad. Y también genera mucha culpa en la víctima, por no haber sabido defenderse como era necesario. La víctima suele culparse de lo sucedido, paradojas del funcionamiento psíquico.

Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.

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