Desde 2022, en Francia se ha utilizado de forma frecuente el artículo 49.3 de la Constitución para facilitar la aprobación de leyes impugnadas. Este artículo permite adoptar una ley sin el voto del Parlamento si no se tiene la mayoría necesaria. Esta recurrencia ha llevado a muchos galos a considerar que su sistema político no es democrático.
En las dos últimas décadas, varios países europeos han visto desarrollarse sistemas políticos más o menos autoritarios, especialmente Polonia y Hungría. Los partidos políticos de extrema derecha se están convirtiendo en una parte cada vez más importante del panorama político en casi todos los países.
Al mismo tiempo, las élites políticas, especialmente los parlamentarios, son duramente criticados por corruptos, por estar demasiado alejados de la gente, y por ser incapaces de escuchar sus necesidades y aprobar una legislación eficaz.
Varios países, entre ellos Francia, han vivido revueltas juveniles que son un signo de malestar social. Por no hablar de los atentados terroristas que también debilitan a la sociedad.
Así pues, las democracias europeas están en crisis. Más allá de los acontecimientos en los que los medios de comunicación centran su atención, ¿qué sabemos de los valores de los europeos y, más concretamente, de su apego a la democracia?
Un gran número de países del continente son miembros de la Unión Europea. Por tanto, se supone que se organizan de acuerdo con los principios fundamentales establecidos en los tratados de la Unión.
Según el artículo 2: “La Unión se fundamenta en los valores de respeto de la dignidad humana, libertad, democracia, igualdad, Estado de Derecho y respeto de los derechos humanos, incluidos los derechos de las personas pertenecientes a minorías. Estos valores son comunes a los Estados miembros en una sociedad caracterizada por el pluralismo, la no discriminación, la tolerancia, la justicia, la solidaridad y la igualdad entre mujeres y hombres”.
La intención es bonita, pero las encuestas realizadas entre los europeos muestran que están lejos de ser ciudadanos tan virtuosos en su apoyo a los valores en los que se funda la Unión como pretenden los Tratados. La obra colectiva que acabo de coordinar, Los europeos y sus valores: entre el individualismo y la individualización, lo demuestra claramente.
Se basa en un análisis de los resultados del European Values Studies (EVS), una gran encuesta realizada por investigadores europeos cada nueve años para analizar la evolución de los valores en distintas partes del continente (casi 60 000 personas entrevistadas en 34 países entre 2017 y 2020).
Algunas tendencias positivas, otras no tanto
Los datos revelan que, contrariamente a lo que muchos piensan, los valores de solidaridad se desarrollan –lentamente– frente a las tentaciones del repliegue individualista. El deseo individual de autonomía y libertad para elegir su propia vida se afirma con fuerza en la familia, la política, el trabajo e incluso la religión.
Pero el apego de los europeos a la democracia, cuestión central de este artículo, es menos evidente. Hay una serie de preguntas que nos ayudan a evaluarlo. Es cierto que prácticamente todos los europeos se declaran partidarios del sistema democrático, y tres cuartas partes consideran importante vivir en un país organizado sobre esta base. Al 57 % le gustaría poder opinar más sobre sus necesidades en el trabajo y en su entorno cotidiano. Las expectativas respecto a la democracia son, pues, elevadas.
Pero dominan las críticas y la insatisfacción: sólo un tercio de los europeos considera que su país está gobernado democráticamente, y sólo el 20 % está satisfecho con el funcionamiento del sistema político. Esto es señal de una crisis de representación.
Sólo el 38 % son “demócratas exclusivos”
El aparente entusiasmo de los europeos por el sistema democrático debe relativizarse. En efecto, para muchos, la elección del sistema democrático no es exclusiva.
El 52 % aceptaría un gobierno de expertos que tomaran decisiones, el 32 % vería con buenos ojos el poder de un líder autoritario y el 14 % podría incluso apoyar un régimen militar.
En total, sólo el 38 % de los “demócratas exclusivos” consideran que la democracia es buena y los demás sistemas malos. Por lo tanto, los valores democráticos no están muy arraigados en una parte bastante importante de la población. Si surge una crisis política, la tentación de fomentar un sistema antidemocrático puede ser muy fuerte.
Aunque muchos europeos tienen una opinión positiva de la democracia, no todos tienen la misma concepción de ella. La mayoría considera esenciales los rasgos centrales de la democracia representativa (elecciones libres, derechos civiles, igualdad de hombres y mujeres).
Algunos también están apegados a los aspectos económicos. Para ellos, la ayuda a los desempleados, la redistribución a través de los impuestos y la igualación de la renta son aspectos esenciales de una democracia. Estas expectativas económicas son más elevadas en el sur de Europa y en Rusia.
Por último, la encuesta puso a prueba tres características que suelen considerarse antidemocráticas: la obediencia a los gobernantes, la toma del poder por el ejército y la regulación de la política por las autoridades religiosas. Es cierto que estos valores no suelen considerarse esenciales para una democracia.
Pero obedecer a los que están en el poder es visto por el 57 % de los rusos y el 45 % de los europeos del sur como una fuerte característica de la democracia. Sin embargo, la obediencia a los gobernantes no permite criticar y protestar, un derecho fundamental en democracia.
¿Dónde hay más apego a la democracia?
Hay muchos más demócratas exclusivos en los países nórdicos y en Europa occidental y meridional que en el este del continente, sobre todo en los países que ingresaron en la UE a principios de la década de 2000. Y el apego exclusivo a la democracia no parece haber cambiado mucho en 20 años.
Según el mapa, la democracia parece bastante sólida en la República Checa, Lituania y Estonia, mientras que es mucho más frágil en Croacia y Rumanía (sólo un 10 % y un 8 % de demócratas exclusivos). Esto es especialmente cuestionable dado que estos dos países son miembros de la Unión Europea y, por tanto, deben respetar sus valores.
En Europa Occidental, los alemanes y los suizos están claramente más apegados a la democracia que los franceses. Estos últimos son apenas más demócratas exclusivos que el europeo medio: mientras que el 89 % considera que la democracia es un buen sistema, el 48 % dice lo mismo de un gobierno de expertos, el 23 % del poder autoritario de un hombre fuerte y el 13 % de un gobierno del ejército.
En Rusia, dado el liderazgo de Putin, los resultados de la encuesta pueden sorprender.
El nivel de demócratas exclusivos es tan alto allí (41 %) como en varios otros países europeos, especialmente Francia (40 %). El 81 % de los rusos considera que la democracia es un buen sistema. El 32 % aceptaría el gobierno de un líder autoritario y el 19 % el militar. El nivel de apoyo a un régimen de expertos es particularmente bajo en comparación con muchos países: sólo el 38 % lo aceptaría, lo que suena a desautorización de los tecnócratas del entorno presidencial, juzgados responsables de todo lo que va mal.
En definitiva, la democracia es más frágil de lo que creemos en muchos países de la UE. Los políticos y los actores de la sociedad civil deberían reflexionar sobre la forma de reforzar el apego de los ciudadanos al sistema democrático. En un contexto en el que los representantes electos son muy criticados, las democracias necesitan volver a legitimarse.
*Pierre Bréchon es Professeur émérite de science politique, Sciences Po Grenoble, Auteurs historiques The Conversation France
**Publicado originalmente en TheConversation.