En la historia de la literatura de la primera mitad del s. XX, se recogen tres novelas distópicas en las que se describe la nefasta deriva de la sociedad occidental, que ha conducido al mundo que conocemos hoy. Cronológicamente, se trata de “Un mundo feliz” (1932), de Aldous Huxley; de “1984” (1949), de George Orwell; y de “Fahrenheit 451”, de Ray Bradbury.
En “Un mundo feliz”, Huxley presenta un mundo muy regulado, tecnológico y deshumanizado, dividido en castas y en el que los individuos son planificados y alterados genéticamente. En este mundo, los individuos son siempre felices, gracias al consumo desenfrenado, al divertimento constante y al “soma”, droga pata eliminar las frustraciones y las emociones negativas. Ahora bien, en este mundo, el amor, las relaciones, los sentimientos, la capacidad y la libertad de razonar —que nos hace sentirnos vivos y humanos— no tienen cabida. En esta sociedad, los individuos creen ser libres y, en realidad, son víctimas y esclavos del consumo, del entretenimiento y del placer (cf. hoy, mundo occidental).
En “1984”, Orwell describe un país totalitario y represivo, que mantiene a los ciudadanos en constante vigilancia (de pensamiento, deseos y relaciones personales y familiares), por medio de pantallas y micrófonos (cf. hoy: China, Corea del Norte, Rusia y cada vez más países); un país donde las relaciones humanas y el deseo sexual están prohibidos; un país donde el pensamiento crítico, la memoria/historia, la cultura y la libertad han desaparecido; un país donde el “Ministerio de la Verdad” se ocupa de reescribir la historia y de la propaganda, mediante la educación, los medios, el entretenimiento y el arte; un país donde reina el “doblepensar”, por medio de una “neolengua”, para pensar y verbalizar dos opiniones contradictorias y aceptar ambas y a la vez (cf. Pedro Sánchez, casta política, Ley de Memoria Histórica, etc.).
En “Fahrenheit 451”, Bradbury presenta un mundo donde los libros (símbolos y soporte de sabiduría y garantía de la memoria colectiva) están prohibidos y donde los bomberos son los encargados de localizarlos y de quemarlos para que el virus de la infección del pensamiento crítico no se propague. Se trata también de una sociedad deshumanizada y sin cultura, donde los individuos llevan una vida superficial y vacía, basada en el consumo, el entretenimiento y el placer desenfrenados. En esta sociedad, la gente siempre habla de lo mismo, nadie dice nada diferente ni original, que es lo que pasa en la actualidad. Por otro lado, hoy, en un mundo de conexiones virtuales, en el que las pantallas son omnipresentes, ya no haría falta quemar libros, ya que la gente no lee ni aprende ni, por lo tanto, sabe.
Ante estos siniestros relatos premonitorios, nadie se dio por aludido ni movió un dedo. Y, algunas décadas después, nos encontramos donde estamos: en una sociedad que ha materializado las distopías precitadas; en una sociedad desarmada y sin medios para criticar y oponerse, por citar sólo algunos casos, a la “Agenda 2030”, a “La Europa Verde”, a “la Ley de Restauración de la Naturaleza”, a “la Ciudad 20 Minutos”, a los movimientos “woke”, etc.; en una sociedad que camina hacia un mundo donde se aplicará ese eslogan del Foro de Davos y de la Agenda 2030, que reza así: “En 2030 no tendrás nada y serás feliz”, como recoge el título del relato de Aldous Huxley.
La distopía europea del s. XXI: “Soumission”
En 2015, Michel Houellebecq, escritor francés que no deja indiferente a nadie, publicó también un relato distópico, titulado “Soumission”, donde relata lo que puede suceder en Francia en un futuro próximo. En su relato, Houellebecq narra cómo, en unas próximas elecciones presidenciales y con unos partidos tradicionales abandonados por los ciudadanos, Mohammed Ben Abbes, carismático y moderado líder de los Hermanos Musulmanes, derrota, con el apoyo del PSF y la derecha, a la candidata del Frente Nacional, en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales.
Con Ben Abbes en el poder, se empiezan a producir una serie de cambios en la vida de los franceses: los judíos han emigrado a Israel, las mujeres han cambiado las faldas por blusas largas y pantalones, se permite la poligamia, se anulan las leyes de igualdad entre el hombre y la mujer, se islamiza La Sorbona, se aplica la “sharía”, … Además, Ben Abbes pretende ampliar la Unión Europea a los países árabes mediterráneos, para convertirla en un nuevo “Imperio Romano Islámico”, con Francia como eje central.
¿Distopía o crónica de una realidad anunciada, a corto o medio plazo?
En “Soumission”, Houellebecq plantea el espinoso tema de la islamización de la sociedad europea. Por eso, fue víctima de amenazas por pate de los fundamentalistas y tuvo que desaparecer durante una buena temporada, como Salman Rushdie, por sus “Versos satánicos”, de la vida social.
Hasta ahora, esta distopía no se ha materializado, pero, según muchos demógrafos, vamos camino de que se cumpla, si no se hace nada para impedirlo, tanto en Francia como en otros países y en la Unión Europea en su conjunto. En efecto, desde hace décadas, la UE es uno de los destinos privilegiados de una inmigración tanto regular como irregular. En 2021, de los 446,7 millones de habitantes de la UE, 23,8 millones procedían de países no pertenecientes a la UE (5,3% de la población total). Si se incluyen las personas nacidas fuera de la UE, pero con ciudadanía europea, la cifra sube a 38 millones (8,5%). Tres cuartas partes de ello se han instalado en Alemania, Francia, España e Italia.
Entre los inmigrantes, la comunidad más numerosa y en crecimiento constante es la musulmana, gracias a la inmigración, a la tasa de natalidad y al índice de fecundidad (2,9 niños por mujer musulmana frente los 1,5 niños de las no musulmanas). Se estima que, en la U.E., viven unos 25 millones de musulmanes (5% de la población total) y hay unas 6.000 mezquitas. Según proyecciones, para el 2050, el número de musulmanes europeos se triplicará (el 14%). Algunos consideran que la política migratoria de puertas abiertas de la U.E. ha sido como un caballo de Troya y no es presagio de nada bueno. El profesor Fernando León Jiménez ha empezado a utilizar el nombre de “Eurabia” para designar a una futura Europa en la que la cultura dominante será la islámica. La evolución demográfica está en el origen de una creciente desconfianza y hostilidad hacia los musulmanes, percibidos como una amenaza para las identidades nacionales, la seguridad interna y la cohesión social. Por eso, ha surgido una cierta islamofobia entre los europeos y una cierta radicalización entre los musulmanes europeos.
La distopía de Houellebecq, Soumission, tiene todos los visos de que se convierta en realidad a corto plazo, confirmando así lo expresado, hace décadas, por Boumedian en la ONU o por Gadafi: “Conquistaremos Europa con el vientre de nuestras mujeres”; o por unas mujeres musulmanas en un mercadillo de Burgos: “Llegaremos a dominaros gracias a nuestros vientres y a vuestra tolerancia” (buenismo ciego y bobalicón).
Doctor en Didactología de las Lenguas y de las Culturas. Profesor Titular de Lingüística y de Lingüística Aplicada. Departamento de Filología Francesa y Románica (UAB).