Corina Vasilopoulou, portavoz de Syriza y diputada de la región más poblada de Grecia, hace una sincera autocrítica de los pasos dados por su propio partido en torno a las negociaciones con la Troika. El desencanto ante el incumplimiento de las promesas de Tsipras y la cauta esperanza de que el gobierno sea capaz de aliviar sobre la población los efectos del tercer rescate marcaron el encuentro que mantuvimos con ella en Atenas.
Corina Vasilopoulou es periodista, diputada regional y portavoz de Syriza en la región de Ática– la más poblada de Grecia, con Atenas como capital. Ella es de Syriza y sigue apoyando al presidente, Alexis Tsipras, aunque a la pregunta de“¿cómo estás?” al saludarla, responda con honestidad “recuperándome del choque”. Corina no puede ocultar la decepción que supuso la firma del tercer memorándum con la Troika después de que el 61 % del pueblo griego se pronunciara en contra y admite, durante esta entrevista en un coqueto bar del centro de Atenas, que a Syriza se le dio una segunda oportunidad “porque se le reconoció la lucha pese a haber sido derrotado” pero que ahora quiere ver resultados concretos, que se noten en la vida diaria de la gente.
¿No le quedaba otra salida a Alexis Tsipras que firmar el memorándum de la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI ?
Yo pienso, pero viéndolo ahora (después todos somos profetas), que Syriza cometió muchos errores y que debería haber tomado antes medidas más drásticas para que no nos quedáramos sin liquidez. Yo prefiría que Syriza no hubiera firmado, que saliera a decir a la gente que nos estaban chantajeando y que así no podíamos seguir. Lo mejor hubiera sido consultarle a la gente con una pregunta clara, no como la del referéndum.
Para mí, como para la mayoría de los de Syriza, fue un gran golpe, un golpe que no esperábamos. No sé si éramos demasiado inocentes y optimistas pero lo cierto es que nos llevó luego casi a la depresión. Ahora yo sigo apoyando al partido pero desde un punto de vista más crítico, a la espera de que cumpla con sus promesas de aliviar las exigencias del memorándum.
Esta decepción también le pasó factura a la democracia porque la abstención en las elecciones de septiembre fue muy alta y la desafección de la ciudadanía hacia la política ahora es más que palpable.
Sin duda. Syriza tiene una prórroga y depende de ellos honrar esa prórroga, porque el entusiasmo de enero ya no existe y ahora la gente quiere ver resultados concretos para mejorar su vida y una ética realmente diferente en la práctica política.
A pesar de esto hay que reconocer que el pueblo griego demostró un coraje que nadie se esperaba. Con tanto chantaje internacional, con tantos medios de comunicación en contra y una propaganda feroz, con los bancos cerrados, se votó un “no” rotundo en el referéndum y eso es algo de admirar.
También fue un golpe muy duro para otras nuevas formaciones de izquierda en Europa, como Podemos. ¿Cómo podría hacer el partido de Pablo Iglesias para revertir ese efecto dominó?
No sé si a Podemos lo que más le afectó es lo sucedido con Syriza o sus propios problemas, como las disputas internas o no tener principios demasiado claros. Posiblemente fue una mezcla de ambos. En cualquier caso, yo les diría que no opten por la moderación porque, si yo fuera española y quisiera un partido moderado, votaría al PSOE. Podemos tiene que volver a sus raíces y tomar como modelo lo que están haciendo los nuevos gobiernos municipales de izquierda, como el de Ada Colau en Barcelona o Manuela Carmena en Madrid.
Syriza también sufrió en su seno serias fracturas: sectores contrarios a la postura de Tsipras abandonaron el partido y gobiernos como el suyo. en la región de Ática, quedaron divididos entre quienes apoyan al presidente y quiénes no. ¿Cómo se gestiona ahora toda esa disidencia interna?
En Ática la gobernadora, Rena Dourou, llegó a un equilibrio inteligente porque, aunque es de Syriza y apoya a Tsipras, es conciente de que gobierna para todos, no solo para los de Syriza. Dos de sus ocho gobernadores adjuntos se fueron del partido y uno de ellos, Lafazanis, creó la nueva formación Unidad Popular, que compitió con Tsipras en estas elecciones. También se marcharon de Syriza varios diputados regionales que, sin embargo, permanecen en el gobierno. Rena colabora con todos y, por ejemplo, ahora está moviéndose con ellos en contra de la privatización del Puerto de Pireo [la cesión del puerto más importante de país a la que accedió Tsipras a demanda de los acreedores internacionales]. O sea que el gobierno de Ática sigue siendo de izquierdas y, por lo menos en el plano local, todavía podemos trabajar hacia cosas más grandes. Lo mismo espero ver a escala nacional.
El primer objetivo que se marcó Tsipras en su nuevo programa es la renegociación de la deuda. ¿Le harán más caso los del Eurogrupo al haber sido revalidado por las urnas?
Por un lado seguro que sí porque [Ángela] Merkel esperaba quitárselo de encima y ahora ve que no, que tendrá que seguir lidiando con él. Pero lo de la deuda es algo que supera a Tsipras y a Grecia porque si no vas por el camino revolucionario y con las armas les dices “chau no pagamos”, habrá que esperar que ellos se pongan de acuerdo– el FMI está a favor de la quita de la deuda y la UE está en contra- y si lo hacen también tendrá un fuerte costo político.
¿Es posible, como asegura Tsipras, implementar una austeridad “suave”?
La vida cotidiana ahora será muy dura porque la gente seguirá pagando unos impuestos que Syriza prometió que anularía, el desempleo sigue ahí, el sueldo básico no aumentó y las relaciones laborales siguen desmanteladas. Yo quiero que Syriza proteja la casa de la gente, que no se pliegue a las exigencias de los acreedores para que la gente se vaya de su casa si no la puede pagar. Quiero que haga algo con la salud pública, que es un desastre, y para que la gente pueda calentarse en invierno porque todavía no eliminó esta tasa especial impuesta hace tres años que equipara el petróleo de la calefacción con la gasolina.
Yo, en general, quiero que Syriza haga todo lo que pueda para proteger a los más débiles y que revise su relación con la UE. No hablo de una salida de la Unión pero sí liberarse de este europeísmo infantil, porque hay que ser conciente de que la Europa de los pueblos no existe. Lamentablemente yo no veo un cambio político en Europa, así que un partido de izquierdas, como quiere llamarse Syriza, tendrá que replantearse muy seriamente cómo actuar con un continente neoliberal.
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.