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Ilustra Evelio Gómez.

Naufraga un barquito con refugiados en el Mediterráneo y mueren alrededor de 130 personas. Así se ve la noticia desde Italia: 3 pesqueros no se detuvieron por miedo a la ley Bossi-Fini, a ver si me explico Umberto Bossi es el líder del carrocio, perdón por la familiaridad pero conozco bien a estos de Lega Nord. Son  esa cosa que pretende hermanarse con Catalunya y sus demandas independentistas y Gianfranco Fini es el líder de la derechísima Aleanza Nazionale. Es decir que la derecha separatista/nacionalista padana se alió con la derecha nacionalista paraestatal para redactar una ley xenófoba y racista  que multa muy duramente a los que dan asilo a los inmigrantes. Ley que hoy está vigente en Italy. Y que viola su Constitución:

“El Fiscal de Florencia recientemente ha afirmado que la Ley viola en concreto los artículos 2, 3 y 27 de la Constitución Italiana. El concreto el artículo 2 reconoce los derechos inviolables del hombre y prevé el principio de solidaridad política, económica y social debida no sólo  a los ciudadanos sino a favor de cualquier persona, por lo que también se extiende a los extranjeros que se encuentran presentes en el territorio nacional y que no tienen ningún tipo de documentación y por lo tanto una identidad determinada por una serie de motivos políticos o económicos dramáticos que se han producido en sus respectivos países.”(1)

¿Por qué digo Italy? porque es un país de emigrantes, y lo de Italy  suena como más international. Uruguay, Argentina, Brasil, USA, Australia… allí todos acaban comiendo pizza, pero Italia no quiere comer cous cuos aunque  ya lo preparen bien los napolitanos. Nuestros paisillos mediterráneos están formados por inmigrantes, no hay un sólo pueblo bañadito por el mar que no haya nacido y crecido acunado por las diversas nanas interculturales y por supuesto entre el nacer y el crecer se come comida mestiza. Pero hoy damos por hecho que somos lo que somos porque somos culturalmente “puros” y que nos hemos reproducidos como una zeta en una tiesto.

Es de destacar la falta absoluta de memoria histórica de los italianos cuando en el 2002 votaron a favor de la reforma de Ley inmigración, convirtiendo la ley Turco Napolitano (1998), de índole progresista, en un panfleto xenófobo. Quizás sea más correcto decir que Italia tiene memoria selectiva, añora a sus emigrantes y repudia a sus inmigrantes. No recuerda su legado, cultural y humano, venido de los barcos hace cientos de años. De la Edad Media y el Renacimiento los italianos no se acuerdan si no es por Assassin’s creed y porque están llenos de museos a los que no van. Como van a recordar que su antepasados vivían una amalgama de culturas, a veces a los palos, pero no tanto como la historia tradicional nos quiere enseñar.

Esta barbarie que se comete a diario, con refugiados e inmigrantes, demuestra que no somos capaces de rescatar el pasado para preparar un futuro mejor. Y ya escribo en primera persona del plural, porque en nuestra península pasa lo mismo. Para muestra bastan las leyes antinmigrantes sobre la sanidad, la residencia o la solidaridad. Ahora, como en los albores de la segunda guerra, Alemania y Europa, vota a los racistas y deja morir a miles en agua bendita del Mediterráneo, hoy ese mar  es una tumba. Desde el Estado español no sólo nos miramos el obligo cuando se trata de gentes del sur del mundo, si no que ni siquiera nos paramos a mirar que pasa en Grecia o en Italia, y así, sin aprender, ni recordar, en el sur de Europa cerramos  universidades (2) y abrimos Centros de Internamiento para Inmigrantes. Dicen que cuarenta días pasaron mis tatarabuelos en un centro portuario cuando bajaron del barco en Buenos Aires, con fiebre, hambre y muy poca dignidad, todos hacemos lo mismo y razonamos con la cabeza pequeña: mi casa es mi propiedad, por lo tanto no quiero un extraloqesea dentro de ella.

Nadie que vote, apoye, o sea simplemente condescendiente con personajillos como Bossi, Fini, Anglada, Blamakis, Peña, Díez o cualquier otro fascista europeo, esté o no dentro del ámbito democrático; nadie, incluso la buena gente que repudia a los fascismos pero luego justifica Leyes migratorias vejatorias, se pone a pensar de modo empático. Si llega gente en plena crisis es porque el mundo del sur  la está pasando mucho peor que nosotros, y por culpa de los mismos que nos montaron aquí la crisis. Pensar en ellos y ellas preocupa, entristece, pone en conflicto todo aquello que creíamos inmutable, Dios, Patria y Familia.

No voy a discernir aquí si las personas del barco de Lampedusa eran refugiados o emigrantes, qué más da ¿Qué diferencia había hace tiempo entre emigrantes de posguerra, exiliados políticos o deportados  del nacismo?

Es cierto, si, la crisis trae la sinrazón del odio, la clausura de fronteras y la usurpación de la solidaridad. Cualquier manifestación xenófoba vecinal, local, de esas cotidianas,  son la puntita del iceberg de lo que se nos viene encima. Con encarcelar a los malos de Alba Dorada no hacemos mucha cosa.

Hoy Catalunya quiere ser Estado: ¿Qué tipo de República pretendemos que sea? Será un país pequeño, con recursos limitados y con la necesidad de emprender nuevas políticas migratorias ¿Seremos capaces de dejar a PxC y sus acólitos fuera del nuevo Estado? ¿Acabará siendo nuestro mar una tumba y nuestras fronteras trampas de alambres de púa?

Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.

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