Una de las peculiaridades históricas, culturales y sociológicas de la isla de Mallorca estriba en su comunidad xueta, formada por descendientes de judíos conversos, que por trágicas circunstancias ha conservado la memoria de su origen. Revista Rambla habló sobre ella con el historiador y escritor Antoni Picazo Muntaner, profesor de la Universitat de les Illes Balears, que lleva a gala ser descendiente —por linaje materno— de judíos conversos mallorquines.
Según nuestro interlocutor, la presencia hebrea en las islas Baleares está documentada desde el siglo I de nuestra era, cuando «ya existía en Menorca un notable grupo de judíos». Pero, por supuesto, el término xueta es muy posterior.
La tradición popular indica que la palabra xueta proviene del catalán xuea (tocino). De ser cierta la etimología, los cristianos mallorquines hacían mofa de los judíos con esta denominación, puesto que la religión mosaica prohíbe la ingesta de carne de cerdo. Sin embargo, Antoni Picazo considera que esta historia es algo así como «una leyenda urbana. No tiene pies ni cabeza». En realidad, «xueta deriva del catalán xuetó, es decir, el diminutivo de xueu (judío)». Y clarifica: «También es un error muy común confundir conceptos. No es lo mismo un judío que un judío converso o un descendiente de judíos-conversos, ni que un xueta. Los xuetes, como grupo social minoritario, perseguido y reprimido, aparecen únicamente a finales del siglo XVII, concretamente en 1691. Antes se hablaba de judíos conversos o de descendientes de conversos».
Las persecuciones de antaño…
Las fechas son importantes en esta historia. Sobre todo dos: 1391, con el asalto al call (aljama) de la Ciutat de Mallorques (la actual Palma de Mallorca), y 1691, año de la denominada Gran Persecución contra los criptojudíos (descendientes de judíos conversos que seguían practicando en secreto la religión mosaica).
En el asalto al call de 1391 hubo factores comunes al antisemitismo generalizado en la Europa medieval cristiana (que no islámica), pero también circunstancias singulares, propias del contexto insular: «En Mallorca, la cuestión religiosa se mezcló rápidamente con otros temas mucho más mundanos. La gran oligarquía empujó a los agricultores y menestrales contra los judíos del call por cuestiones económicas. La comunidad judía era muy pobre; la mayoría de familias apenas alcanzaban a subsistir debido a las grandes limitaciones laborales que tenían. Por ello, algunos linajes no tuvieron más remedio que buscar en el comercio y los negocios su forma de vida, obteniendo con ello grandes beneficios». Cabe recordar que la Iglesia prohibía en esa época el préstamo con intereses, por considerarlo usura, pero lo admitía si el prestamista era hebreo. «La gran oligarquía de Mallorca, por entonces casi arruinada, y muchos menestrales y universidades (municipios) del reino, demandaban créditos (entonces llamados censales) a estas grandes familias judías, que de esta forma se convirtieron en acreedores de la oligarquía. Ello ya indica los motivos más o menos larvados que potenciaron los hechos del Call. Cuando los menestrales y jornaleros agrarios penetraron en la Ciutat de Mallorca sublevados, impulsados por un odio feroz hacia los administradores de los recursos públicos y contra la subida de impuestos. Los oligarcas se dirigieron a esa masa iracunda para derivar las culpas hacia el colectivo judío. Así se inició la masacre del Call».
Pero eso no es todo. ¿Qué pensará el lector si se le sugiere que el asalto al Call fue un negocio especulativo, aparte de una forzada y sangrienta condonación de deudas? Según Picazo, «algunos autores apuntan a otro hecho que pudiera no ser fundamental, pero sí que contribuyó a la masacre. El Call se hallaba en el centro mismo de una ciudad que no podía crecer más, porque la cercaban sus murallas. Tras el asalto, la aljama desapareció y los supervivientes se reubicaron en otra zona urbana, mucho más pequeña. Tal vez nos hallamos ante la primera operación inmobiliaria corrupta de la historia de Mallorca». Otra larga tradición insular.
Saltemos en el tiempo hasta la Gran Persecución del siglo XVII, previo paso por la cristianización forzosa dictada en 1435. Los descendientes de judíos conversos mallorquines viven bajo la desconfianza de autoridades y vecinos. Corrían tiempos difíciles para todo tipo de discrepancia o insurgencia religiosa, como demostró la represión de las prístinas comunidades luteranas españolas por parte de la Inquisición. Lo cierto es que el ambiente social estaba preparándose para la gran matanza: «Carlos V definió a la Inquisición de esta forma: “recia cosa es que no comen si no queman”. Es decir, el Santo Oficio era independiente económicamente, por ello necesitaba de los grandes procesos para poder sobrevivir. Hacia 1660-1670 se abandonaron los pactos político-económicos entre la monarquía hispánica y los descendientes de judíos conversos, por los cuales la comunidad judía compraba tolerancia a cambio de diezmos; por ejemplo, los hebreos mallorquines abonaron en torno a los cuatro millones de ducados al Conde Duque de Olivares. De ahí que, hacia 1677, el tribunal inquisitorial de Mallorca estuviera en quiebra absoluta. Su sede estaba en ruinas [la «Casa Negra», situada en un lateral de lo que hoy es la Plaza Mayor de Palma de Mallorca, donde se halla el Teatre Principal], tenía grandes deudas y el personal hacía años que no cobraba los sueldos. De ahí que se tuviera que actuar. Lógicamente, no podían hacerlo contra la nobleza, pues se hubiera armado un jaleo de mil demonios. Ni contra los menestrales. Cargaron entonces contra una minoría social, los descendientes de judíos conversos».
Derivando hacia lo anecdótico, cuentan que la Gran Persecución se inició en 1677, a raíz de la denuncia de un xueta resentido, a quien su comunidad rechazaba por haberse casado con una cristiana. Se habla también de criadas cristianas que denunciaron a sus señores por criptojudíos… «Con la persecución surgió la sorpresa», señala Picazo. «Muchos de los condenados admitieron que practicaban el judaísmo de forma clandestina. Incluso algunos, como Pere Onofre Cortés, se convirtieron en verdaderos acusadores contra los vicios de la jerarquía eclesiástica cristiana (diezmos, abusos sexuales, robos….). Los criptojudíos vivieron la duda de abjurar de su religión, salvando así la vida pero condenando su alma», por ser la de los gentiles una falsa creencia, según sus principios, «o perder la vida paro salvar el alma», al reafirmarse en la ley mosaica. «Y algunos prefirieron perder la vida y ganar la gloria».
La crónica de aquella carnicería —que reproduce sin ningún pudor los episodios más crueles de la misma— fue La fe triunfante, de Francisco Garau, canónigo del cabildo catedralicio de Palma. Todo un monumento universal a la intolerancia y el odio. Sobre Garau opina Picazo: «Como muchos otros personajes de esa época, era un verdadero sádico, un psicópata de cuidado. La intolerancia, el odio, el rencor aparece en cada una de sus palabras en esa obra infame. Pero lo cierto es que Garau era el reflejo de muchos de esos canónigos que calentaban los asientos catedralicios».
Curiosa consecuencia de la Gran Persecución fue que muchos linajes de origen hebreo se diluyeron de la memoria colectiva, mientras que los quince apellidos de las familias procesadas en aquella ocasión luctuosa se convirtieron en una suerte de arquetipo de la infamia en el seno de la sociedad mallorquina. Porque de tal tiempo procede, como se ha dicho, el término xueta, que todavía acompaña, a modo de marca de nacimiento, a los portadores de los apellidos Aguiló, Bonnín, Cortès, Fuster, Martí, Miró, Picó, Pinya, Pomar, Segura, Tarongí,Valentí, Valleriola y Valls. Sin embargo, «aparte de esas quince familias procesadas, en Mallorca existe un gran número de linajes de ascendencia judía. A finales del siglo XVIII, el historiador José María Quadrado sacó una larga lista de más de trescientos nombres. Sin embargo, muchísimas personas de la isla piensan equivocadamente que se puede distinguir la etnia de sus semejantes solo por el apellido. Y ello es falso. Los judíos no tenían apellidos. Pongamos el caso de Cresques Abraham, célebre cartógrafo medieval. Tuvo un hijo, Jafuda, hijo de Cresques (Jafuda Cresques) como su padre Cresques, lo era de Abraham. Cuando en 1435 se les obligó a convertirse adquirieron nombres y apellidos cristianos. Así, Jafuda Cresques pasó a llamarse Jaime Ribas. Y el gran problema radica aquí. Se abrieron dos líneas de apellidos. Los Ribas cristianos viejos y sus homónimos cristianos nuevos. Pasadas las centurias, ¿quién es el valiente que se atreve a afirmar que un Ribas es descendiente de judíos? Lo mismo ocurre con los xuetes. Cierto que hay algunas familias que llevan el apellido Aguiló o Forteza y son de origen hebreo, pero también hay otras que no lo son (algunas de ellas incluso presumen de estirpe nobiliaria)».
…y las persecuciones más recientes
Durante siglos, los xuetes practicaron una endogamia forzada, fruto de «una exclusión social en toda regla. Una familia cristiana que se preciara de serlo no podía tolerar que uno de sus descendientes contrajera matrimonio con un/a xueta». Y a finales de la década de 1970 aún se usaba a nivel popular el adjetivo xueta, con intención peyorativa. En la actualidad, parece ser que los xuetes se han diluido cultural, social y económicamente en el grueso de la población mallorquina, y con ello ha desaparecido cualquier tipo de discriminación… Aunque Picazo insiste en que el desprecio pervive, «de forma minoritaria, entre descerebrados o simpatizantes nazis, que también los hay».
Y hablando de descerebrados: ¿es cierto que hubo un plan nazi para exterminar a los judíos mallorquines? ¿Contó con la complicidad de fascistas isleños y españoles o, por el contrario, fueron estos quienes impidieron la masacre? «La idea fue alemana, aunque dispuso del apoyo logístico de la Falange isleña. Se llegó a confeccionar una larga lista de mallorquines que debían ser deportados a los campos de exterminio nazi. Más del 75% de la población era descendiente de conversos, pero no había forma humana de clarificar quien sí y quien no. Por eso sopesaron la idea de sacrificar a todos los mallorquines… Sin embargo, la imposibilidad de llevar a cabo el traslado masivo y la oposición —aunque débil, importante— de algunas autoridades isleñas, entre ellas el obispo Maura, dieron al traste con el plan. Tampoco cabe olvidar que en la isla existía una densa red de espionaje aliado; la creó Alan Hilgarth, quien fuera jefe de los servicios de inteligencia británicos en España, cuando desempeñaba el puesto de cónsul en Mallorca. Algunos de los miembros de esa red eran xuetes», fervientes enemigos de los nazis por fraternidad con sus hermanos europeos perseguidos y masacrados.
La impronta secular del judaísmo mallorquín
Uno de los temas estudiados por nuestro interlocutor ha sido la pervivencia de costumbres propias del judaísmo en las familias descendientes de hebreos conversos, sobre todo por lo que concierne a ciertos hábitos alimenticios y costumbres cotidianas. Más aún puede decirse que «muchas costumbres del judaísmo han impregnado la sociedad, la cultura y la gastronomía de la isla. Algo tan simple como los rituales del sabat (sábado, día sagrado de los hebreos) se convirtieron en un elemento cotidiano de la Mallorca de toda la vida. Por ejemplo, las mujeres de las todas las familias realizaban la limpieza a fondo de su casa, “fer disabte”. Las empanadas con pan ácimo, el frito pascual, las berenjenas rellenas de carne son elementos culinarios que han sido adoptados por toda la sociedad mallorquina. Incluso a principios del siglo XX algunas de estas familias de antepasados judíos compraban “tierra santa” (tierra de Jerusalén) para introducirla en los ataúdes de sus difuntos». Resulta curioso que los primeros judíos conversos tenían conciencia de que estas prácticas procedían de su antigua religión, pero con el tiempo se olvidó ese origen, sin que la costumbre se perdiera por ello.
¿Cuáles fueron sus principales aportaciones a la cultura de Mallorca? «La impronta de la cultura judía de la Mallorca medieval tuvo incidencia en todo el Viejo Continente. Recordemos, sin ir más lejos, la extraordinaria obra de Cresques Abraham y Jafuda Cresques, el denominado Atlas Catalán, verdadera joya de la cartografía medieval (y de todos los tiempos). Leon Mosconi, el gran olvidado, muy amigo de Cresques Abraham, fue uno de los coleccionistas de libros científicos más importantes de la Edad Media. Contemporáneos suyos fueron los médicos y astrólogos Judá Mosconi, Aarón Hag e Isaac Nafusi. Y si saltamos las centurias y hablamos ya de xuetes, entonces cabría hacer referencia a gran número de literatos y médicos que ejercieron su oficio en las Baleares. Por ejemplo, entre los autores más notables figura Gabriel Cortés, un especialista del teatro costumbrista mallorquín y autor de Els xuetes de Mallorca, un libro muy valiente que salió a la luz en la década de 1940, cuando el tema judío estaba más candente que nunca. Entre otros grandes literatos podemos citar a Marian Aguiló, Josep Tarongí, Tomàs Aguiló o Ramón Picó i Campanar». Incluso hubo un alcalde xueta en Palma, en la década de 1980: el socialista Ramón Aguiló. En la actualidad, la ascendencia judía y más concretamente xueta, antaño insultante, está siendo reivindicada por sus descendientes como un verdadero honor, y han proliferado en la isla las asociaciones que promueven el conocimiento de la cultura, la religión y la ciencia hebreas.
Editor, periodista y escritor. Autor de libros como 'Annual: todas las guerras, todas las víctimas' o 'Amores y quebrantos', entre muchos otros.