Conversamos con Yezid Arteta Dávila sobre su etapa como comandante en las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Antes de involucrarse en la lucha armada, Yezid ya había sido capturado y encarcelado por dirigir diversas huelgas en la universidad. Más tarde, se vinculó a las FARC y participó de la que ha sido “la guerra de guerrillas más dura del mundo”. Pasó 10 años en la cárcel y allí se dedicó a la escritura. Es autor de varias obras como Relatos de un convicto rebelde (2007), ¡DESCANSEN ARMAS! (2014) o La mala reputación. ¿Izquierda para existir o para ganar? (2017). Actualmente está preparando otra publicación y se dedica a construir escenarios de paz y de reconciliación.

YEZID ARTETA

Arteta ingresó en las FARC obedeciendo razones ideológicas. Obtuvo una formación marxista-leninista en la Unión Soviética y también en la antigua Yugoslavia. Fue militante de la Juventud Comunista y dirigente estudiantil en Barranquilla, su ciudad natal. En los años 60 nacieron diferentes guerrillas como el Ejército de Liberación Nacional y las FARC. El primero se inscribía en el modelo guevarista y, en cambio, las FARC conformaban un proyecto de resistencia campesina contra la agresión latifundista. Su fundador, Manuel Marulanda Vélez, alias Tirofijo, se concentró con un grupo de campesinos en Marquetalia, una región perteneciente a la zona andina de Colombia, y crearon un grupo de resistencia. “Las FARC no beben de las teorías del Che, sino que es un proceso espontáneo de campesinos que se organizan contra las bandas de los conservadores que los quieren matar y apoderarse de sus tierras, animales y cosechas”. Estos campesinos huyeron al monte, se organizaron en grupos, reunieron armas y comenzaron a defenderse. Se da un proceso lento hasta convertirse en una guerrilla marxista-leninista.

En 1970 surge una organización guerrillera urbana llamada Movimiento 19 de abril, formada por cuadros intelectuales que procedían de distintas manifestaciones de la izquierda. Con el surgimiento de esta guerrilla, las FARC salen de las profundidades de la selva y se expanden por las zonas urbanas. Llegan a ser una guerrilla invencible con una retaguardia estratégica consolidada y con un apoyo muy importante por parte de la población campesina.

Después de 20 años de lucha armada, en 1984 se da una negociación de paz y hay un cese al fuego temporal. “En ese momento se crea la Unión Patriótica, un partido político de izquierda en el que algunos miembros de las FARC nos involucramos y formamos parte de su organización. Este proyecto tiene mucha fuerza en las zonas agrarias. Nuestro objetivo era hacer una transición de movimiento armado a grupo político”, sentencia Arteta. Pero en esa época la Guerra Fría ya había llegado a su punto álgido, por lo que los Estados Unidos no iban a permitir que un proyecto político asociado al comunismo tuviera lugar. En ese momento empieza un trabajo de exterminio de la Unión Patriótica. Yezid alerta sobre la imposición de los Estados Unidos en el aparato militar colombiano: “La cúpula militar de los Estados de Colombia está formada bajo los parámetros del Pentágono”.

Estados Unidos donó millones de dólares al gobierno colombiano para modernizar el ejército y lo convirtieron en el más grande de América Latina. Sin embargo, no fue posible derrotar a las FARC. Arteta argumenta las razones que explican este hecho: “Las FARC logran construir una base social. No se trata de un ejército de ocupación. En muchas regiones de Colombia, la guerrilla va construyendo, a lo largo de los años, una especie de Estado paralelo. Crea instituciones populares y, además, proporciona algo indispensable para la vida campesina: seguridad. Cuando la guerrilla está, los campesinos sienten que nadie va a venir a robarle sus gallinas”.

Yezid Arteta se vinculó a las FARC a principios de los 80. En esos años, en América Latina existía la visión de que la lucha armada era la vía para resolver los problemas de la revolución. Hay un punto de inflexión con el golpe de Estado de Pinochet en 1973. “Antes del golpe, se creía que con los procesos políticos se podía conseguir el poder. Después, los partidarios de la lucha armada sentenciaron que, en América Latina, que en ese momento era el traspatio de los Estados Unidos, no se podía dar una revolución pacífica. Había que hacer una insurrección a través de la lucha armada y sobre esa base construir una nueva sociedad”, afirma Arteta. El triunfo de la revolución nicaragüense en 1979 y los hechos ocurridos en El Salvador reforzaron esta teoría.

La guerrilla de las FARC contó con un sub-ejército de casi 20.000 hombres. Los Estados Unidos intervinieron para equilibrar la balanza y repotencializar el aparato militar oficial del país. El llamado Plan Colombia contenía un paquete de ayudas del tesoro norteamericano de entre 10.000 y 12.000 millones de dólares y se usó como respuesta a la gran expansión e influencia de las FARC. “Hay un momento en que miembros de las fuerzas militares se asocian con sectores de la extrema derecha y se involucran en masacres. Estos paramilitares actúan como mercenarios pagados por un patrón dentro de una estructura de tipo gansteril”.

Las FARC obtenían parte de su financiación a partir de los cultivos de coca. En las regiones donde había actividad se cobraba un impuesto a los grandes cocaleros, del cual una parte iba destinado a resolver necesidades básicas. La guerrilla estableció límites a la desforestación en la Amazonia o al consumo de coca. “Ahora, el proceso de cultivo es muy anárquico. Esas zonas las están llenando narcotraficantes con fuertes vínculos con los carteles mexicanos. Éstos están directamente controlando la producción, cuando antes la controlaban los propios colombianos. Esas zonas son totalmente caóticas porque el Estado no llega a ellas. Han pasado de ser zonas más o menos estabilizadas en tiempos de guerra a ser violentas en tiempos de acuerdos de paz”. En dichos acuerdos figuraba que el Estado se iba a involucrar en la sustitución de los cultivos, por ello los narcotraficantes están asesinando a los líderes partidarios de los proyectos de sustitución. La violencia también es un arma que se utiliza en muchas zonas de Colombia para combatir a los movimientos de “reclamantes de tierras”, los campesinos que quieren recuperar sus tierras después de que los paramilitares se las arrebataran. Estos campesinos están siendo asesinados por reivindicar sus derechos.

Sobre los acuerdos de paz firmados entre el gobierno colombiano y las FARC, el excombatiente muestra su escepticismo: “Estamos hablando de un proceso de paz que ya es un fracaso. La paz en Colombia se politizó, en el mal sentido. Las fuerzas de oposición querían que el acuerdo fracasara. El sector uribista, que es el que acaba de ganar las elecciones, fue el que saboteó el proceso de paz y ahora va a gobernar un país con una violencia desatada”. Arteta afirma que el país se está desestabilizando. La violencia sigue estando presente y el proceso de reinserción de los guerrilleros ha fracasado. Muchos están volviendo a articularse en bandas que tienen vínculos con los narcos. Constituyen grupos aislados y sin organización, que toman el control territorial e imponen su ley hasta eliminar al disidente. “La paz, en realidad, consiste en penetrar en los lugares donde se reproduce el conflicto” sentencia Yezid Arteta, que seguirá de cerca los acontecimientos que se desarrollen en un país libre de la sombra de la guerra, pero con unas cotas de violencia que tienden a propagarse.

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