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Daniel N vive desde hace más de veinte años en Barcelona y se siente tan catalán como argentino. Un día convenció a su amigo Albert Pla para que se disfrazara de mariachi. Nadie se enteró que detrás de esa ropa brillante y el sombrero, interpretaba el músico español. “Quién es ese zumbao, se preguntaban todos”, celebra Daniel con los ojos rojos de risa y rememora que así como Pla, un día él también se disfrazó pero de turista, “eso fue en 1977”, cuando una noche de esas en que nadie mira el cielo se subió a un autobús con destino a Brasil para refugiarse de la dictadura de Videla. Ahora, administra el Harlem Jazz Club, espacio musical que, paradojas de la vida, recientemente ha sido premiado por la Comisión Catalana de Ayuda al Refugiado.

 

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Los hijos de la represión

 

Cuando comenzó a latir la efervescencia de mayo del 68, Daniel N tenía 16 años; hacía un año que se había muerto el Che Guevara, en Bolivia. “¿Cómo unos estudiantes argentinos no se iban a solidarizar con los estudiantes de París que se jugaban la vida?,  se pregunta ahora de la misma manera que se lo preguntó entonces. “Hicimos asamblea y fuimos a la huelga”.  “Lo mejor” de aquellas sociedades latinoamericanas fue que se jugaron todo para cambiar las circunstancias políticas, sin embargo el movimiento de golpe llamado operación Cóndor ideado y entrenado por la CIA, más allá de represiones y matanzas, dio a todos a entender que no quedaba otro remedio que morir o largarse. Así se empezó a extender la idea de sálvese quien pueda “pero lo teníamos claro: o cambiaba la sociedad o no había salvación individual para nadie”, sentencia.  En escuelas y barrios de Argentina se contagiaban los temas de conversación, pero también en otros países, donde ya existían “movimientos armados y no armados como el pacífico proceso del Chile de Salvador Allende; imagínate lo que pudo suponer el gobierno de unidad popular. Allende exclamaba: ¡vamos al socialismo! Con eso le daremos a la gente todo lo que le corresponde. Pero ya sabemos todos lo que ocurrió en el Palacio de la moneda el 11 de septiembre de 1973”, lamenta.

 

Golpes militares en América latina

 

Es evidente que “Los golpes de Argentina, Chile, Uruguay y Bolivia, se produjeron con inteligencia desde la maldad y la perversión, por primera vez en América Latina existía una estrategia definida con la intención de cambiar determinadas cosas”. Ya para entonces Daniel que se había unido a la organización 22 de agosto, fracción escindida en 1973 del Comité Militar de la Capital Federal del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), estaba levantado en armas pero aclara que  “independientemente de que tuvieras o no un arma ¡Tú eras el arma! El peligro para el gobierno y el sistema que primero  asesinaba a los que menos se habían cuidado: personajes públicos, periodistas, profesores universitarios, rectores; todo aquel que se pronunciaba en su trabajo contra la dictadura”. Daniel aprendió a jugar con fuego pero siempre se salvó de la cárcel y las balas, “quizá tuve suerte” añade, sin embargo le duele recordar que amigos suyos perecieron “baleados y apaleados”, borrados por completo.

 

Una historia de generosidad

 

Saber que había personas que sin esperar nada, daban la vida por una idea, por una causa, enorgullece a este argentino. “Pecábamos de ingenuos, de sectarismo, todos sabíamos el peligro que corríamos y aun así decidimos  afrontarlo”, admite. Más allá de que en unos lugares haya sido mejor o peor, merecía la pena luchar, pero es que no había otra manera. “Seguro se podría haber hecho mejor pero ¿qué le vas a reprochar a alguien que generosamente entrega su vida y en primera persona paga su equivocación? Se juega lo mejor que tiene: la  vida y va y la pierde. Yo me quedo con su generosidad. ¿Había romanticismo? ¡Claro que sí! ¡Por qué lo vamos a negar! Pero insisto: había generosidad y hasta bondad aunque… es difícil entender la bondad de alguien que tiene una metralleta”.  

 

1977 un año decisivo

 

En febrero de 1977, cuando en Argentina se decía que los Montoneros perdían a la mitad de sus integrantes, el avión de Jorge Rafael Videla sufrió un atentado en el momento que iniciaba su despegue. Eran las 8:30 h de la mañana y el dictador con su traje impoluto viajaba con dirección a Bahía Blanca. Fue el segundo atentado en cuatro meses y salvó de morir. Ese año desapareció el escritor Rodolfo Walsh, luego de una emboscada militar donde cayó acribillado, Daniel N así como otros ya para entonces vivía clandestino. “Aun cuando sabían que yo ya no vivía en mi casa venían a buscarme y golpeaban a mis familiares,  los tenían dos o tres días presos y por ese motivo se vieron también forzados al exilio”. Recuerda que no podía trabajar legalmente, muchos menos  alquilar un apartamento. “Si me pillaban con alguien me mataban pero muy posiblemente también a quien estuviese conmigo”.

 

El viaje del exilio

 

Luego de aceptar que no había otro remedio que marcharse, Daniel N, una noche se fue a las cataratas del río Iguazú disfrazado de turista, “me afeité el bigote y me corté el pelo” y, con entusiasmo y euforia vio que se podía cruzar. “Al principio dudé. ¡No puede ser tan fácil!” pensó pero “las dictaduras te dejaban las puertas abiertas para que te largués, si te quedabas sabían que ibas a pelear. Así entré a Brasil”. Tenía 25 años y se dio cuenta que ya nada tenía sentido. “Mientras estás haciendo una revolución y te entregas al cien por cien y vez que no puedes hacer nada más…te replanteas todo. En Brasil, además de argentinos encontró exiliados uruguayos y chilenos, algunos de ahí se iban a Europa, México o Canadá. Él permaneció nueve meses en tierra carioca, junto a otros compañeros crearon un equipo médico, se inventaban los nombres y  “la gente rotaba los documentos falsos, ocho meses después había gente que con suma facilidad cruzaba la frontera, sin embargo a un compañero lo balacearon en cuanto cruzó Argentina, otro fue secuestrado en Brasil y días después apareció muerto en Buenos Aires”. Aunque Brasil tenía un gobierno militar se hacían de la vista gorda, preparaban la transición y les interesaba vender una buena imagen, pero los servicios secretos circulaban con libertad, “nos pisaba las huellas, todo el tiempo temíamos que los próximos en caer fuésemos nosotros”, recuerda. En Brasil le fue concedida la solicitud de refugiado político pero no tuvo tiempo de usarla. Lo perseguían. Un día se lo tragó la tierra y desapareció.

  

Un largo viaje

 

Eligió Suecia. Después de descender del avión caminó al aeropuerto y en una ventanilla confesó que su nombre verdadero no correspondía con el que ponía en la documentación. “Soy perseguido político, soy argentino, este es un documento falso, aquí se lo entrego porque no quiero entrar ilícitamente en este país. Quiero asilo”. Ante circunstancias tan evidentes en Suecia otorgaban asilo. Había sentimiento de ayuda en Europa.  Daniel no fue la excepción.

 

El asilo político ahora

 

Países históricamente ejemplares como Australia, ahora detienen a inmigrantes y los conducen a centros de internamiento en la isla de Manus. Esa es la realidad de los refugiados hoy en día. “En todo esto hay mucho cinismo”, agrega Daniel, ejemplo de ello: el conflicto sirio que ha generado dos millones de desplazados, de los cuales solo setenta mil están en Europa, “el resto anda repartido entre Turquía: un país en conflicto, Líbano, Jordania; países pobres con capacidad de absorber un millón novecientos mil. “En Europa se rasgan las vestiduras porque vienen setenta mil. Hasta ese punto se ha llegado”, reflexiona.

  

¿Inmigrantes o refugiados políticos?

 

“Yo creo que no existe una frontera entre alguien que pide refugio y alguien que se va porque padece hambre. La causa es la misma. El refugiado político evidentemente debería estar protegido porque retornar a su país de origen muchas veces supone morir”. Pero en suma el hambre la genera el mismo que reprime. “Si tú eres activista y me estás molestando y yo soy “el poder” o te corto la cabeza o te escapas. El exiliado y el inmigrante son hijos de una realidad similar”, aclara.  Que los inmigrantes de los países pobres en lugar de salir a buscar salvación en el primer mundo, tengan que luchar para revertir la situación en su país, a Daniel N, “como teoría le parece bonita pero si tienes una familia que alimentar y necesitas darle comida hoy, pensar en una revolución de aquí a vete a saber cuándo y vete a saber si se hace, es exigir mucho. Sucede además que en las guerras de ahora mueren menos soldados y los civiles caen como moscas. Ejemplo de ello lo vemos ahora en Palestina”, denuncia.

 

altInmigrantes y la clandestinidad

 

Dentro de la lógica del capitalismo actual la sociedad es cada vez más restrictiva, se acentúan las diferencias sociales y en ese tipo de sociedad un refugiado o inmigrante no cabe, “o cabe ilegal, lo  que representa mano de obra muy barata o clandestina. “José María Aznar generó casi dos millones de trabajadores inmigrantes ilegales. ¿Y a quién beneficia esto? Al dueño de la plantación de pepinos del Maresme o en Almería, al constructor que coge cinco negritos y les paga lo que quiere y encima pretende que lo miren con una sonrisa porque les está haciendo un favor”. La inmigración es muy necesaria pero si es clandestina “mejor” porque carece de  derechos y es más barata, “pero la población autóctona se cabrea y se piensa que el problema es el clandestino no el que lo fomenta para beneficiarse y entonces como consecuencia se genera un conflicto entre los desgraciados”.

 

Movimientos sociales en España como respuesta al sistema

 

La dictadura brutal que sufrió Argentina o cualquiera de los países del sur entre los años 60 y 70 fue una respuesta salvaje del sistema, a todo un auge de movimientos sociales que lo empezaron a cambiar todo. Aunque no es fácil hacer una comparación directa con España, Daniel N se pregunta ¿qué pasaría si movimientos sociales como los Indignados o el 15M fuesen a más?, ¿Cómo reaccionarían las sociedades europeas? “Yo creo que reaccionarían igual que reaccionaron las sociedades en América Latina, porque cuando hay una respuesta que preocupa… las fuerzas del orden son duras y contundentes, ya lo hemos visto”.

 

Francia y el atolón de Mururoa

 

Cuando en julio de 1985 Francia hacía las últimas pruebas nucleares en el atolón de Mururoa en el Pacífico Sur, protestaron muchos movimientos internacionales liderados por Greenpeace, “bueno pues los servicios secretos franceses, le pusieron una bomba al Rainbow Warrior y lo hundieron, murió un portugués miembro de Greenpeace. Al cabo de tres años aparecieron pruebas evidentes y el Estado francés: un país del primer mundo con gobierno socialista tuvo que reconocer que ante el peligro reaccionó utilizando la violencia y el asesinato: una metodología brutal. Un acto vil y cobarde”. La Europa democrática, la primermundista, si se ve en peligro “reacciona igual que cualquier oligarquía latinoamericana con apoyo de los militares”, compara.

 

Crítica a la sociedad actual

 

Este activista convencido de que por desgracia siempre existe una causa por la que luchar, considera que más violencia representa una sociedad con un millón y medio de niños que comen mal, que un contenedor con papeles encendidos. “Estamos hablando de esta sociedad, no del tercer mundo, aquí hay familias que no tienen para comer, ancianos abandonados, jóvenes sin futuro”. Lo ocurrido en Gamonal,  o en Can Vies es resultado de toda esa violencia a la que nos están sometiendo, subraya. En ese sentido de manera rotunda afirma que no se puede ser solidario solamente con los refugiados políticos. Así como otros, él también está convencido que el camino lo marca “la clase dirigente” pues mientras la gente aguante y se niegue a salir a la calle “seguirán apretando”. Ahora bien, a un oprimido no le dejan posibilidad para  mejorar su situación si no es a través de la lucha, “que tiene diversas formas y senderos”, enfatiza.

   

Activismo político al margen del lugar de procedencia

 

Sin ningún tipo de vergüenza admite que cuando uno se va de la manera como se fue él de Argentina la primera sensación es la derrota. Piensa por un instante y recuerda a los compañeros muertos o presos y aunque le produce un mal sabor de boca, ahora sabe que en todo esto la única derrota es la insensibilidad. “Tenerlo claro a mí me quitó el sentimiento de ser un derrotado”.

 

Opciones de cambio y Ada Colau

 

Por otra parte y centrándose más en la actualidad, le satisface que quizá de aquí a un año se consiga una candidatura a la alcaldía de Barcelona liderada por Ada Colau, ex portavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca(PAH) “ella viene a ser la alternativa a los que se han estado repartiendo el Ayuntamiento de Barcelona desde que hay democracia. Unos lo han hecho mejor, otros peor, sin embargo la distancia entre el Ayuntamiento y la ciudadanía es ahora demasiado grande”, en consecuencia  Daniel N pronostica que un partido decidido a desaparecer esa distancia, muy probablemente “la gente lo termine votando”.

 

La independencia catalana

 

Este hombre que se ha pateado medio mundo y que ahora vive afincado en España, apoyaría la independencia catalana siempre y cuando comportase mayor libertad  “pero esta es la independencia de la democracia cristiana de Artur Mas que en cuanto tira del tren se suben todos, se trata en definitiva de cambiar caja Madrid por la Caixa, la policía nacional por los Mossos d’Esquadra  y el jamón de jabugo por el pernil de Vic, eso no es la libertad… a mí los bancos me exprimen y me da igual  si es un banco en Suiza, en Madrid o en plaza Cataluña”.

  

Un premio simbólico

 

Cierto es  que hay premios simbólicos que honran más. El premio otorgado por la Comisión Catalana de Ayuda al Refugiado, al Harlem Jazz Club es incómodo para la clase política, porque los refugiados o en definitiva los pobres: representan un problema, “nosotros sin embargo de manera desinteresada nos volcamos solidariamente con aquellos que más lo necesitan”, destaca. A Daniel le enorgullece que 37 años después de haber salido huyendo de Argentina le hagan entrega de un premio así. Lo curioso o tal vez anecdótico es que en la puerta del mismo hotel donde se celebró la entrega, semanas atrás “nos liamos a palos con los Mossos d’Esquadra cuando estábamos manifestándonos en contra de un desalojo de una casa ocupada (Can Vies) la misma que  una semana después las autoridades reconocieron que no estaba bien haberla desalojado.

 

El exilio es como un tango

 

Por más tiempo que haya transcurrido lejos de Argentina Daniel hubiera celebrado como nadie la caída de los alemanes en el mundial de Brasil 2014. A lo largo de toda su vida ha vivido un proceso camaleónico de permanente transformación y, a estas alturas, sabe que siempre en la vida “llega un momento en que dices: “el exilio es como un tango”. ¿Suena melancólico? “pero es que el tango es el deseo de volver a un lugar que ya no existe”.  

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