La crisis de Crimea habría significado el retorno de la Doctrina Brézhnev (también llamada doctrina de la soberanía limitada), que instauró que “Rusia tiene derecho a intervenir incluso militarmente en asuntos internos de los países de su área de influencia”, instaurando una red de anillos orbitales que gravitarán sobré la égida rusa. El llamado patio trasero de Rusia estaría vertebrado en lo económico por la Unión Económica Euroasiática (UEE) integrada por Rusia, Bielorrusia, Armenia, Kirguistán y Kazajistán y en lo militar por la Organización del Tratado de la Seguridad Colectiva (OTSC), alianza de países desgajados de la extinta URSS integrada por Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán y Tajikistán y liderada por Rusia con el objetivo de “contrarrestar las amenazas externas” y que se habría plasmado en la llegada de tropas rusas y bielorrusas a Kazajistán para asegurar la permanencia en el Poder del líder kazajo, Tokayev y asegurarse el control del cosmódromo de Baikonur, la mayor base espacial del mundo.
Respecto a Ucrania, Putin intenta conseguir que Ucrania no entre en la OTAN y que el contencioso ucraniano quede perfilado con la división de Ucrania en dos mitades, quedando el Sur y Este del país (incluida Crimea y el Mar de Azov) bajo la órbita rusa, mientras el Centro y Oeste de la actual Ucrania navegarán tras la estela de la UE. Así tras la firma de un próximo acuerdo de Paz entre Putin y Zelenski, la línea imaginaria que uniría Járkov, Dnipro, Zaporiyia y Jersón pasará a ser el nuevo Muro de Berlín de la Guerra Fría 2.0, con lo que Putin logrará el control total del Mar de Azov y la salida al Mar Negro a través de Jerson, quedando Odessa como única salida al mar de Ucrania Sin embargo, Putin es consciente de la nueva dinámica acción-reacción en la que verán envueltas las relaciones ruso-estadounidenses a partir de este momento (Guerra Fría 2.0) y que se traducirá en el recrudecimiento de la estrategia kentiana de EEUU para asfixiar la economía rusa. Dicha doctrina se plasmaría en la reciente implementación de sanciones contra Rusia que persiguen lograr su inanición financiera y una asfixia económica que desemboque en un default o suspensión de pagos aunado con una inflación estratosférica que provoque una carestía de la vida inasumible por la sociedad rusa y que desemboque posteriormente en una Revolución de Colores contra Putin.
Las durísimas declaraciones de Joe Biden sobre Rusia (“Putin es un criminal de guerra”) y la implementación de sanciones para lograr la asfixia económica y la inanición financiera de Rusia a raíz de la crisis ucraniana han escenificado la llegada de la Guerra Fría 2.0 y el retorno de las tesis geopolítica de George Kennan quién afirmó que «decir que el derrocamiento de los regímenes hostiles a EEUU es el objetivo principal de los servicios de inteligencia de EEUU, es un secreto a voces», que vendría simbolizado en el gazapo de Biden al afirmar que “Putin no merece estar en el poder”, de lo que se deduce que la obsesión de Biden de lograr el sometimiento de Rusia a los dictados de EEUU sería un obstáculo para lograr un nuevo Orden Mundial.
Sin embargo, los indicios de senilidad de Biden, el fiasco de Afganistán, la falta de acuerdos parlamentarios para aprobar su programa de New Deal con inversiones en servicios sociales, lucha contra el cambio climático y construcción de infraestructuras valorados en billones de dólares habría provocado una caída en su índice de popularidad hasta el 40%. Ello, aunado con una inflación desbocada y la posible entrada en recesión de la economía el año venidero tras la guerra de Ucrania, podría desembocar en el triunfo republicano en las elecciones intermedias del 2022 que anticiparían un retorno triunfal de Trump en las Presidenciales del 2024 y que conllevaría la firma con Rusia de un nuevo Tratado de Coexistencia Pacífica.
Nacido en Navarra en 1957. Escribe análisis sobre temas económicos y geopolíticos. Es miembro de Attac-Navarra. Colabora habitualmente en varios medios digitales e impresos españoles y latinoamericanos.