las mujeresCinco meses después de la victoria del “sí” en Irlanda por la reforma de la ley del aborto, el festival DocField de Barcelona expone hasta el 9 de diciembre “Bendito es el fruto: La guerra sagrada de los vientres irlandeses”, de la fotógrafa Olivia Harris. Savita Halappanava era una mujer de 31 años que un día de 2012 llegó al hospital de Galway embarazada de 17 semanas. El embarazo era deseado, pero pidió que se le practicara un aborto al saber que, si no se lo hacían, su vida corría peligro. Nadie se lo procuró. Al parecer, porque el riesgo no era tan grande. Savita murió en casa a los dos días. Su viudo y el gobierno de India, el país de donde procedía, reclamaron una investigación. La respuesta de los médicos al negarse había sido “Somos católicos”. En ese tiempo, Olivia Harris regresaba a casa tras un periodo trabajando en Asia, el continente donde nació Savita. Allí había fotografiado temas sociales y políticos para la agencia Reuters. Había hecho un proyecto sobre el extremismo religioso en la zona norte de Malasia. “Al llegar a Reino Unido, me di cuenta de que justo en el país de al lado había un terrible problema con los derechos de las mujeres”, explica Harris. “Pero ¿cómo fotografiarlo? No quería mostrarlas avergonzadas, tristes o vulnerables, sino fuertes y capaces de controlar sus destinos. Decidí acercarme al movimiento por el derecho a decidir, y también retratar el otro lado, el de los “pro-vida”, y así explicar cómo hacían la campaña para cambiar las cosas”.

El espacio elegido por el DocField para mostrar las fotos de “Bendito es el fruto: La guerra sagrada de los vientres irlandeses” es el patio interior de la Facultad de Letras de la Universidad de Barcelona. Los arcos de piedra que lo rodean, con pequeños frutos tallados, recuerdan a los de un convento. La lluvia que se desliza por las lonas donde van impresas las imágenes también parece un efecto elegido por el festival para recrear el clima de Irlanda. El grupo improvisado que ha venido a la visita guiada por la propia Harris, integrado únicamente por mujeres, sigue a la fotógrafa sorteando a estudiantes que van y vienen de las clases, hasta llegar a la primera foto que ella quiere mostrar: una en que la grafitera Shirani Bolle pinta un mural con el rostro sonriente de Savita junto al texto “No elijas la muerte”. Las feministas llevaban décadas tratando de cambiar la ley del aborto irlandesa, una de las más restrictivas de Europa, pero el caso de Halappanava disparó la campaña “Derogar la octava enmienda”. Lo tristemente curioso es que en el caso de Savita se daba la única excepción que acepta el texto de la constitución “en protección de los derechos del no nacido” para abortar: que peligre la vida de la madre. Ni en los supuestos de incesto, de malformación del feto o de violación está permitido. La ley aún vigente contempla penas de hasta 14 años para la mujer que aborte y el personal sanitario que la asista. Y cada año más de 3000 mujeres salen del país para interrumpir sus embarazos.

En el extremo opuesto a la imagen icónica de Halappanawa se muestra la del otro bando en la campaña: una virgen María. El papa afirmó que Irlanda es el país más católico del mundo y, cuando el gobierno anunció que este año habría un referéndum para derogar la ley de 1983, la Iglesia organizó rezos colectivos por todo el país. En una de las imágenes de Harris, un grupo de estudiantes porta a la virgen por la playa para alejar la amenaza de sus costas. En otra se muestra un rosario cuyas cuentas de plástico trasparente, con forma de lágrima, llevan dentro pequeños fetos. La fotógrafa reflexiona sobre el enlace entre catolicismo e identidad irlandesa al mostrar a una joven ante un altar de piedra de Carlingford donde los curas oraban cuando eran perseguidos por los británicos: “El catolicismo estuvo tan reprimido allí que su defensa se convirtió en la defensa por la libertad del país. Algunas activistas de la campaña por el derecho a decidir, que rechazaban con fuerza la creencia en Dios y estaban muy en contra de la Iglesia, iban misa en Nochebuena y rezaban cuando las cosas se ponían difíciles”.

En cada una de las fotografías del proyecto hay un componente hermoso, de respeto a los fotografiados como los seres humanos que son, como si la autora tratase de capturar la luz de esa dignidad para poner luz sobre los aspectos oscuros que sobrevuelan. “Al acercarme a estudiantes que estaban en contra del aborto, me decían que en la universidad no podían expresar sus puntos de vista. Creo que es preocupante cuando uno de los grupos es capaz de silenciar a la otra parte. Personalmente, me siento más cómoda en el grupo por el derecho a decidir porque da esa posibilidad de elegir: si estás de acuerdo, hay sitio para ti y si no, también”, concluye sonriente. También muestra otros ejemplos en que las mujeres son silenciadas por la Iglesia. La mano de Katie, una niña monaguillo que posa en medio del campo, sacude la solemnidad de su uniforme eclesiástico al jugar con el cinturón. En el texto que acompaña el retrato, Katie explica que le gustaría ser sacerdote, pero que nunca ha visto a una mujer celebrando misa, ni siquiera en la tele. El Vaticano dijo en 2011 que la idea de las “mujeres sacerdote” era un “pecado grave”. Su estatismo en el trato a las mujeres como figura de segundo orden se mantiene, pese a que sean el grupo demográfico más practicante. Cerca de esa instantánea, una monja de clausura cuya orden reza una vez al día “por la preservación de la vida” practica extasiada un juego de pelota. Más allá hay otra de dos niñas que visten de “novias de cristo”. El porcentaje de asistencia a misa diaria ha descendido del 90% en 1984 al 18% en 2011. Las niñas besan pétalos de rosa que simbolizan las lágrimas de Jesús.

“El problema para la campaña era que en Irlanda, los derechos de las mujeres relacionados con el sexo no se hablan. La iglesia y el Estado han estado interconectados durante tanto tiempo… No es sólo el sistema, también es parte de cómo la gente piensa sobre ello en el día a día”, dice Harris. Hasta ahora la Iglesia ha controlado la educación sexual en las escuelas, donde en la mayoría de casos se habla del “milagro del embarazo y la abstinencia”, nunca de anticonceptivos. “Fotografié este momento porque era importante enseñar que las mujeres están interesadas en el sexo y se divierten con él”, cuenta señalando un retrato de dos chicas que juegan divertidas con un preservativo. Ambas tienen 18 años y ya han sido madres.

El jefe de la república Irlandesa, Leo Varadkar, democristiano que hizo campaña por el “sí”, llamó a las movilizaciones a favor de la reforma “la revolución silenciosa”. Las activistas, conscientes del tabú que representaba para la sociedad, lucían camisetas con un lacónico “Repeal”, que en inglés significa “Revocar”. También crearon montones de arte, como el de los estandartes de seda bordada, semejantes a los de los sindicatos mineros, en que lucían las vaginas que iban transportando por todo Dublín, o los trajes gigantescos coronados por espejos con que pretendían que el país viese reflejada su propia hipocresía. En una acción para las redes sociales fotografiada por Harris, unas jóvenes descubren las pancartas de protesta que llevaban ocultas en los embozos de las faldas al levantarlas para cubrirse el rostro. El lugar donde lo hacen es una antigua “lavandería de la Magdalena”, esas instituciones donde se encerraba a las embarazadas que no estaban casadas y se las forzaba para que trabajaran a cambio de nada. A menudo les quitaban a sus hijos para darlos en adopción. “La última cerró hace poco, en 1995”, apunta Harris. “De no ser por ese escándalo en la iglesia, y por las denuncias a los curas por haber abusado sexualmente de chicos jóvenes, probablemente hoy esta ley no habría cambiado”.

Al terminar el tour por la exposición, una de las asistentes la felicita: “Rezaremos por que te den el World Press Foto, aunque no te hace ninguna falta”. Harris le devuelve la sonrisa pícara, recordando el día que subió a un monte sagrado con hombres que iban descalzos a hacer penitencia por haber causado abortos. “Les dije que era feminista y casi se les salen los ojos de las órbitas. También dijeron que rezarían por mí. Fue un día agradable”.

La lucha de las feministas propició que en el referendum de mayo la despenalización saliese adelante con un 66,4% a favor, un 33,6% en contra y una participación del 64,1% del censo. El aborto será libre hasta la semana 12

Habrá un período de espera de 72 horas, las mujeres serán asesoradas por personal médico y las interrupciones del embarazo más allá de las 12 semanas serán ilegales salvo en circunstancias muy específicas. La entrada en vigor de la ley está prevista para navidad. Todo apunta a que se llamará “ley Savita”.

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