Como explica el escritor Samuel Huntington en su libro “The Third Wave,” (Tercera Ola, 1.991), el mundo ha pasado por tres olas de desestabilización y democratización. Según Huntington, una ola de democratización sería “un conjunto de transiciones de un régimen no democrático a otro democrático que ocurren en determinado período de tiempo y superan a las transiciones en dirección opuesta durante ese período y que también implica la liberalización o la democratización parcial de sistemas políticos”.
Así, en el mundo moderno se habrían producido tres olas de democratización y cada una de ellas habría afectado a un número escaso de países y durante su transcurso algunos regímenes de transición fueron en una dirección no democrática; pero no todas las transiciones hacia la democracia ocurren durante las olas democráticas.
Primera y Segunda Ola
La primera ola comenzó en el siglo XIX y se extendió hasta la Gran Guerra y la segunda se produjo en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial y ambas fueron seguidas por una ola inversa, con países como Brasil, España, Portugal, Grecia, Granada, Brasil y Panamá que debieron realizar una posterior transición hacia la democracia, completado en la década de los 90 con la democratización de los países de la extinta URSS y Sudáfrica.
Tercera ola de democratización (1974-1990)
En su análisis de la tercera ola mundial de las transiciones a la democracia (iniciada en 1974 con la Revolución de los Claveles en Portugal), Samuel Huntington observó que las posibilidades de democratización aumentaron cuando estos países salieron de la pobreza y alcanzaron un nivel intermedio de desarrollo socioeconómico, momento en el cual ingresaron en una zona de transición política.
Recordar que entre 1974 y 1990, más de treinta países en el sur de Europa, América Latina, el este de Asia y la Europa del este pasaron de un régimen autoritario a disfrutar de un sistema democrático de gobierno, todo ello en el marco de un tsunami global que quizá sea el acontecimiento político más importante de las postrimerías del siglo XX.
Según la tesis de Huntington, dicho sprint democrático se explicaría porque tras darse por finiquitada la distopía virtual de la Guerra Fría las dictaduras militares habrían dejado de ser un instrumento útil para EUA en la lucha contra el comunismo y ya no serían la solución sino el problema.
Además, a pesar de que en los citados países no existía una tradición de cultura democrática, rápidamente entendieron que si el poder continuaba residiendo en una élite que desconfiaba del sistema igualitario exportado por EUA, siempre gravitarían alrededor de la égida de los intereses de dicha élite, lo que imposibilitaría sine die la asunción del poder por la sociedad civil.
Así, en 15 años la ola democratizadora se trasladó por Europa del Sur, saltó a Latinoamérica, se trasladó a Asia y finiquitó los sistemas autoritarios de los países post-soviéticos, (de lo que sería paradigma el hecho de que en 1974, ocho de los 10 países sudamericanos tenían gobiernos no democráticos y en 1990, 9 tenían ya gobiernos democráticamente elegidos), y según Freedom House, el 39% de la población mundial vivía en países libres en 1990, disminuyendo por primera vez la cantidad absoluta de estados autoritarios.
Cuarta ola democratizadora (2003-2013)
La llamada “primavera árabe” (que tuvo su detonante en Túnez y se extendió por mimetismo al resto de países árabes del arco mediterráneo, Yemen e Irak durante la década 2003-2013), sería la primera oleada de protestas laicas y democráticas del mundo árabe en el siglo XXI, movimiento popular sin precedentes caracterizado por la exigencia de libertades democráticas frente a regímenes corruptos y dictatoriales y la mejora de las condiciones de vida de una población sumida en una pobreza severa y un desempleo estratosférico, contando además en el caso de Túnez y Egipto con el apoyo del Ejército.
Con dicha revolución asistimos a la llegada a los países árabes del arco mediterráneo de la Cuarta Ola mundial de transiciones a la democracia, aunque Huntington no otorgó en la década de los 90 ningún potencial revolucionario a los países islámicos, a pesar de reconocer “la fuerza de la revuelta islámica y las raíces tan débiles de sus respectivas democracias”.
Sin embargo, el golpe de mano realizado por el Ejército egipcio contra Morsi podría tener como efecto mimético la traslación a las calles turcas y tunecinas de una campaña de presión contra los últimos Gobiernos islamistas del arco mediterráneo para lograr la intervención del Ejército con lo que asistiríamos al ocaso de la primavera árabe y a su posterior inmersión en la nueva estrategia de EUA para la zona tras el fracaso para EUA del experimento de exportación del régimen islamista moderado y pro-occidental de Erdogan a todos los países que componen el tablero gigante del arco árabe-mediterráneo.
¿Nueva ola involucionista? (2013-2023)
Muchas de las elecciones democráticas de la última década han estado marcadas por acusaciones de fraude electoral (Nigeria, Ucrania, México, Bielorrusia, Honduras, Costa de Marfil, Tailandia, Pakistán y Afganistán), aislamiento internacional de los gobiernos democráticamente elegidos (Bolivia, Ecuador, Venezuela, Nicaragua y Franja de Gaza); pseudo-elecciones para intentar edulcorar golpes de mano blandos (Honduras, Ucrania, Egipto, Paraguay y Vietnam) y aceptación por la comunidad internacional de sistemas políticos devenidos en meros gobiernos autocráticos (Georgia y Bielorrusia).
La autocracia sería una forma de Gobierno ejercida por una sola persona con un poder absoluto e ilimitado. Lo que confirma el aforismo de Lord Acton “El Poder tiende a corromper y el Poder absoluto, corrompe absolutamente”. La autocracia sería pues una especie de dictadura invisible sustentada en sólidas estrategias de cohesión (manipulación de masas y culto al líder) basadas en el control absoluto de los medios de comunicación y la censura y desprestigio social de los individuos refractarios al mensaje del líder.
De ello serían paradigmas el primer ministro polaco Mateusz Morawiecki y el primer ministro húngaro, Viktor Orbán que habría convertido a Hungría en la primera autocracia europea o “democracia no liberal”, doctrina que por mimetismo adoptarán el resto de países del Grupo de Visegrado (Eslovaquia y Chequia).
De todo ello se deduce que estaríamos en vísperas de la irrupción en el escenario geopolítico de la nueva ola desestabilizadora mundial originada por causas económicas (el ocaso de la economía global); culturales (el declive de las democracias formales occidentales debido a la cultura de la corrupción; el déficit democrático de EUA y la pérdida de credibilidad democrática de incontables gobiernos de países occidentales y del Tercer Mundo) y geopolíticas (la irrupción de un nuevo escenario geopolítico mundial tras el retorno al endemismo recurrente de la Guerra Fría entre EUA y Rusia).
Nacido en Navarra en 1957. Escribe análisis sobre temas económicos y geopolíticos. Es miembro de Attac-Navarra. Colabora habitualmente en varios medios digitales e impresos españoles y latinoamericanos.