En este libro el historiador Javier García Fernández ha reunido una selección de textos del recientemente fallecido Enrique Dussel, correspondientes a la época entre 1995 y 2012 en la que éste se centró en el estudio de las fases tempranas de la modernidad occidental y el efecto en ellas de la conquista de América. Se presentan así de forma concisa contribuciones esenciales de Dussel al ideario decolonial, como su reivindicación de los cambios civilizatorios, y no sólo económicos, del período entre 1492 y el siglo XVII, o el carácter decisivo de este tiempo en el desarrollo del capitalismo. Otra aportación valiosa de estos textos es el énfasis en la superación del eurocentrismo como límite que constriñe nuestro pensamiento. El libro trae un prólogo de García Fernández y un epílogo con una nota biográfica sobre su autor de Katya Colmenares Lizárraga.
Enrique Dussel nació en Mendoza (Argentina) en 1934 y elaboró una ingente obra en la que la historia latinoamericana es campo de reflexión recurrente, abordada desde una perspectiva en la que late siempre un compromiso humanista con los vencidos y los excluidos. Él fue uno de los principales impulsores de la Filosofía de la liberación en los 70, época en la que la represión en su país le obligó a exiliarse en México. Dussel residió hasta su fallecimiento en 2023 en el país azteca, y en sus últimos años colaboró con el partido MORENA, que alcanzó el poder en 2018.
Los dos primeros textos recogidos en el volumen corresponden a conferencias impartidas en Fráncfort que pasaron luego a ser capítulos del libro: 1492. La ocultación del otro. El origen del mito de la modernidad (1995). En ellos se reflexiona sobre el “descubrimiento” como una “negación del Otro americano” por parte de un “Ego moderno europeo” que nace en ese momento. A esta relación asimétrica de reconocimiento frustrado, la “conquista” superpone la aún más rotunda asimetría de la dominación, y el Otro es forzado a asimilarse al colonizador. Repasar la historia de Hernán Cortés en México sirve a Dussel para comprobar cómo no se trata del “encuentro de dos mundos” que se ha querido ver a veces, sino de la destrucción de uno por otro que lo obliga a parecerse a él. El varón conquistador impone trabajo esclavo a la población india y dominación sexual a sus mujeres, y construye una sociedad basada en esta opresión.
Una historia no eurocéntrica
Se incluye después un fragmento del prólogo añadido por Dussel a una reedición en 1998 de su Ética de la liberación, en el que utilizando algunos datos de otros autores, como Immanuel Wallerstein, se propone una periodización de la historia universal que trata de ir más allá del eurocentrismo. Según este análisis, en el siglo XV Europa no tenía ninguna superioridad tecnológica, política ni comercial sobre China, y el hecho de que fuera en la primera donde se desarrolló la modernidad fue debido exclusivamente a la conquista de América, que produjo una reconfiguración del sistema-mundo en la que Europa se constituyó como centro. Las 18 000 toneladas de plata que a ella llegan entre 1503 y 1660 de las minas mexicanas y peruanas y el valor —en sentido marxista— extraído de las plantaciones con trabajo esclavo, van a financiar una estructura en la que España es la potencia hegemónica al comienzo, y en seguida es relevada por Holanda y Gran Bretaña.
La fase de dominio español representa una modernidad renacentista con un proyecto de “imperio-mundo” basado en poder militar y económico e imposición de una lengua y una religión. Esta etapa tiene gran trascendencia pues en ella se plantea una discusión sobre el “derecho a la conquista” de los europeos que desaparece después. Cuando la tentativa del “imperio-mundo” fracasa con la abdicación de Carlos V, es sustituido por un “sistema-mundo”, más simple, fundado en el imperativo económico y para cuya gestión surge la modernidad científica, en un principio con base en la Ámsterdam de Descartes y Spinoza. Entramos en el mundo de la razón instrumental.
La evolución posterior viene marcada por el desarrollo paralelo de capitalismo y modernidad que nos ha traído a la penosa situación actual. Cuál debería ser entonces nuestra postura hoy respecto a la modernidad, si asumimos una perspectiva que pretenda la liberación de los seres humanos. Para Dussel se trataría de salvar de ella su racionalidad, para orientarla a una superación cabal de la estructura perniciosa del sistema-mundo en un proceso en el que el rol de la periferia ha de ser esencial. Sólo así puede enfrentarse el desastre ecológico y social que amenaza el planeta en estos momentos. Con este planteamiento y refutado el eurocentrismo se afronta el reto de poner en su valor las tradiciones de pensamiento que desde todas las esquinas del sistema-mundo aportan sus análisis para construir un proyecto global emancipador.
Visiones de la modernidad
Se incluyen también en el volumen dos capítulos de Política de la liberación: historia mundial y crítica (2007), en los que se insiste en la trascendencia de la incorporación de América a la historia de Occidente y el rol decisivo de personajes como Juan Ginés de Sepúlveda, Bartolomé de las Casas, Francisco de Vitoria o Francisco Suárez, a la hora de definir el pensamiento de la primera fase de la modernidad, caracterizada por el establecimiento de una economía basada en la explotación de indios y negros. Se repasa luego la historia del esclavismo en África ya desde el siglo IX, y como a ella se suman los portugueses en 1441 y después casi toda Europa.
En un capítulo recogido de Marx y la modernidad (1995) se analizan las ideas de este autor sobre la conquista, que según él aporta, con base en trabajo esclavo, la primera moneda mundial, el oro y la plata americanas. La visión del de Tréveris sobre la dinámica del capital resulta también esencial, pues profetiza cómo, de no ser detenida, conduce a la destrucción del planeta, inmolado en el altar de la tasa de ganancia. Y el desastre para la humanidad no sólo es por la explotación, que a veces se convierte en un privilegio, sino también en muchos casos por la exclusión de grandes masas de población de la maquinaria económica.
Sistema-mundo y transmodernidad (2004) define este último concepto como un más allá trascendente de la modernidad occidental, en el que todas las culturas mundiales asumen el reto de expresarse en lo que podría ser un lenguaje interinteligible, sensible a múltiples esquemas comunes y con riqueza infinita de matices. Se muestra el carácter aún eurocéntrico de la postmodernidad, y se ve la civilización china como un ejemplo del objetivo que se pretende. Pujante hasta el siglo XIX, esta rica cultura experimenta entonces un declive debido al colonialismo, pero se recupera actualmente, reivindicando sus raíces y buscando su lugar en un diálogo entre iguales.
Sobre estos asuntos se insiste en los trabajos que cierran el volumen, en los que se aportan ideas para un diálogo entre tradiciones filosóficas diversas, basado en el reconocimiento de problemas universales. Resulta muy interesante en este sentido la comparación de textos presocráticos con otros de la tradición taoísta o hinduista, o la caracterización de elementos míticos en autores tenidos como filósofos “pata negra” de Occidente, como Kant o Hegel. El colonialismo filosófico es una triste realidad que impregna nuestro pensamiento, y debe ser combatido paralelamente a la explotación económica que lo ha acompañado históricamente.
Al otro lado de la modernidad espiga la vasta producción de Enrique Dussel y consigue reunir en un libro de apenas doscientas páginas los textos esenciales que sintetizan su acercamiento al rol crucial de la conquista de América en la historia mundial y a la necesidad de superar el eurocentrismo, así como a las vías para lograrlo. Tenemos que agradecer a Javier García Fernández el trabajo realizado en la selección de estos textos, pues a través de ellos accedemos a los momentos clave en la evolución de un pensamiento valioso para comprender cómo se incubaron todos los problemas del presente.
*Fuente: https://rebelion.org/bases-para-un-dialogo-no-eurocentrico-sobre-la-historia-mundial/