Así que le he reventado la cabeza al perro con el perro
con lo que el viejo llamaba el perro;
el artilugio
el brazo de hierro con un extremo acabado en grillete y el otro rematado en gancho,
el hierro que atranca volante y embrague
así que es imposible que esos perros se llevan el coche -decía el viejo mientras observaba oculto tras la ventana, entre las cortinas, a los gitanos enfrente-, por mucho que esos perros revienten las lunas no hay manera; a no ser que se traigan una grúa, certificaba el viejo
su ojo entre las cortinas
siempre su ojo como agujero negro, como mirilla invertida tras el rasgado del cortinaje
ahora su ojo tragando tierra,
pues mírame ahora el culo padre Agamenón,
observa mi ano desde los adentros de la tierra
mi agujero convertido en tu Delfos
y ni siquiera me he cuidado de colocar un plástico sobre los asientos traseros
a la moda anticuada de los mafiosos del cine negro americano
como un encuadre de película de La Dos a las dos cuando ya el plástico en la parte de atrás del Jaguar o vete a saber qué marca de auto anuncia el descerraje del tiro entre las cejas,
así se desplomó el perro,
o quizá duerma
bebedizo quiromántico conducente a hypnos
que lo haya tragado, quiero decir
pero cómo si no ha salido del coche, si no le dejamos salir ni a mear porque se prohíbe la entrada de perros a la nave comercial
niños sí, perros no
ni elefantes, ni ratas
ni comadrejas, ni asnos, ni murciélagos aunque se lleven con collar
podrían decorar la puerta entera con sombras chinas de animalitos tachados tras la barra roja
roja
traspaso la línea, lo sé bien, pero qué hacer si ya cuesta abajo a toda mecha…
la bola de nieve, eso es, la imagen mental de una bola de nieve que engorda incontinente
así que lo dejamos como guardando el coche junto al otro perro,
el perro que le acaba de partir la cabeza en dos,
la cabeza en dos que me está pringando la parte de atrás del coche
in-lim-pia-ble
esta mierda no hay quien la saque,
como la sangre del ente de Canterville
sangre y fantasmas
resumen del mundo por hoy
que el perro ya estuviese casi muerto antes del golpe
es posible
ahora se dedican a poner veneno aquí y allá los padres de las criaturas que demandan el parque en exclusiva
y por qué no contraatacar con pirulís o caramelos envenenados, me preguntaba de camino a la nave,
con el enano torturando al perro que ya tenía mala cara
con la cara de ella apostada en el ángulo muerto de mi córnea
como harta de no estar ya de vuelta
como quejosa de no poder hacer las cosas sin hacerlas,
y aunque hubiese sido por su presión
insistente
extremadamente in-sis-ten-te -ni lo pueden imaginar-,
que yo condujese dirección al nuevo complejo comercial,
por el comienzo de curso y los tenis para el enano,
y el chándal,
los calcetines deportivos,
un balón como plus
como premio por torturar al perro y berrear como un poseso y sacar las peores notas de la clase
así que ahora, pensé entonces, pierdo la mañana de mi único sábado libre al mes para vestir de deportista de elite al renacuajo por el que a cambio de mi sangre costeamos una educación que le llevará con suerte extrema a una oficina sin ventanas de nueve a dos y de cuatro a ocho con dos horas en medio para comer como si para comer se necesitasen ciento veinte minutos ni más ni menos y con un domingo zombi para pasear junto a su mujer preñada o empujando un carrito o para malgastar su único sábado haciendo cola en el Decathlon para vestir a sus vástagos que perpetuarán la especie de deportista de barrio
el apellido heráldico
y así hasta el final de los tiempos
o del juicio sumarísimo
o hasta que la noche y el día se cierren en un día-noche sin noche y sin día
así que no queda más remedio
que adelantar el final de los tiempos
cultivar Edipos que acaben con sus padres y luego se saquen los ojos con los botones del mandil de sus mamás
una plantación entera
y otra de antiedipos que devoren a sus hijos
(o ese era Saturno…)
que se devoren unos a otros en lugar de tanto amarse,
no será porque no lo estemos intentando desde siempre, pero nos falta valor para asumirlo
y si no se asume no se concibe del todo
no se acaba de cerrar
el mundo
dejémoslo libre, para los pájaros y las plantas y las tormentas y los guijarros
saquémonos fuera,
aunque sólo sea por hacerle un favor
ecologismo activo
sacarnos de en medio
todos zombis,
como la película de Romero,
la buena, la en blanco y negro,
así es el mundo,
blanco y negro,
o negro para algunos y blanco para otros,
lo mejor sería aparcar ahora, si no quiero que todo se ponga realmente negro,
tomar por uno de esos caminos de tierra, hasta cierta profundidad del monte,
donde debe estar todo repleto de cadáveres,
de esposas insistentes,
bebes quejosos,
hijos impertinentes,
hijas violadas,
y enterrar al perro o dejarlo sobre la hierba,
como alimento para los pájaros y las ratas,
y con la sangre ya me apañaré,
una bofetada al niño nada más entre al auto,
me sobrarán los motivos, me ofrece mil motivos al minuto para abofetearle esa cara redonda que sale a la de mamá,
y que sangre por las narices, que tiene facilidad,
sólo un poco,
que no tengamos que llevarlo a urgencias y perdamos también la tarde entera,
y el derby, que hay que coger sitio con tiempo en la cafetería,
el esclavo produce dinero para la vestimenta del vástago, pero para la TDT de pago no queda nada, ni un miserable euro, porque eso no es una necesidad ahora, tienes que comprenderlo, cariño, que el niño es lo primero, recuerda cuando tu padre se gastaba la paga en el bingo,
y así la sangre del niño se confundirá con la del perro,
ellos no van a distinguir si está fresca o ya reseca, no son peritos criminales,
aparcar, dejar la mercancía, soltar lastre, volver,
como si no hubiese pasado nada,
nunca pasa nada,
nada en absoluto,
aún deben estar eligiendo el pie, probando las diferentes marcas,
como pronto harán cola esperando a pagar en una de las cajas,
o en el peor de los casos ella ya se habrá creído que lo de cinco minutos ni uno más iba en serio, que esta vez sí, que hoy mi advertencia era del todo creíble, se puede decir que sincera, y hará tiempo hasta que me vea aparecer, a mí, que tengo la tarjeta de crédito aquí, bien apretada junto al cuore, en mi bolsillito de la suerte, así que en el peor de los casos ella hace tiempo con el niño y el carrito, aguardando por la tarjeta con piernas y rostro
y el vástago preguntará por el padre desaparecido en medio de la odisea,
mientras ella, Penélope en vilo, girará adelante y atrás el carrito repleto de ropa de tercera o cuarta calidad y botas y pelotas y calzado deportivo desintegrable al primer chut,
adelante y atrás el carrito, desandar lo andado,
y lo que ni sospecha es que eran ciertamente cinco minutos,
ni uno menos ni uno más,
y que el amo ha salido para no regresar a Ítaca en diez años,
incluso veinte,
o para nunca,
carrito adelante carrito atrás,
hasta que forme surco, hasta que el vástago se haga un hombre y tome el carro entre sus manos y lo empuje con sus brazos de hoplita sano y fuerte,
entonces que monte a su madre en el carrito y me sigan,
entonces que tomen el carrito y vengan a por mí,
con los filos en alto, clamando venganza, solicitando justicia,
que vengan entonces,
cuando el perro se haya convertido en arena,
aunque yo estaré muy lejos,
al otro lado del océano,
del otro lado del mundo
mientras de este lado, del lado de la puta realidad,
realidad miserable y carnívora,
del Decathlon, y del MacDonald, y del Carrefour,
un perro muerto con la cabeza reventada bajo las hojas de un periódico
y los niños que nos devoran con sus bocazas enormes que lo tragan todo
y madres bizcas que chasquean entre las muelas resto de comida,
los huesos sin masticar del todo del pater familias
desasido de toda vitalidad para ejercer su potestas,
cual Edipo en Colono castrado de ojos
cual cabeza de Agamenón servida en bandeja de plata,
así que tan solo os diré una cosa hermanos,
sólo una cosa es lo que deberéis tener en cuenta:
los mortales somos la ambrosía de los dioses
puro divertimento
porque ellos ni siquiera precisan de alimento para vivir
allí donde estén
aquí abajo habitan los tartamudos y los sordos
los enanos desagradecidos
los gigantes patizancos y torpes que se tropiezan contra los mueble del Ikea
las comadronas menopáusicas que devoran bebés recién hechos
aunque no haya una sola cosa nueva aquí abajo
un solo ser recién nacido, fresco,
nada comienza aquí, todo está dado, rehecho, masticado,
aquí abajo
en la despensa de Cronos