Corría el año 1888 cuando en las calles de Nueva York comenzaron a suceder fenómenos extraños. Testigos directos relataban a los periódicos de la época la presencia de seres fantasmagóricos que recorrían las calles amparados en la oscuridad de la noche.
Después de lanzar un misterioso relámpago, los citados seres desaparecían dejando tras de sí un nauseabundo olor y un espeso y sofocante humo. Ante la alarma ciudadana, la policía tomó las riendas del asunto y apostó a sus mejores hombres en los barrios marginales en los que solían aparecer las enigmáticas criaturas.
Una de esas noches un sospechoso fue detenido, portaba un extraño revólver que provocó la alarma entre los agentes. Identificado, resulto ser Jacob August Riis, un tipo de origen danés que trabajaba como fotógrafo de sucesos para la prensa neoyorquina. El revólver que portaba era un artilugio para quemar magnesio; artilugio con el que, en una ocasión, produjo un incendio accidental en una de las casas que fotografiaba. Esto fue así, la verdad es que los primeros flashes de magnesio y algodón de pólvora que comenzaron a utilizarse en el Nueva York de finales del siglo XIX, levantaron recelos entre el público testigo de las incursiones de los fotógrafos. La policía intervino y la prensa aprovechó para vender periódicos durante unos días y alimentar la leyenda de los fantasmas neoyorquinos.
Jacob August Riis (1849-1914) cubrió la información criminal de New York entre 1877 y 1888. Sociólogo de origen obrero, documentó la pobreza de los barrios marginales de la “Gran Manzana”, y el trabajo esclavo de los niños, consiguiendo que se dictaran leyes de protección de la infancia. En este caso sí se puede decir que unas imágenes cambiaron la realidad. En aquellos años, el 75 por ciento de los habitantes de Nueva York eran obreros pobres y Riis, con su libro Como vive la otra mitad, está considerado como el cronista de los orígenes obreros de la urbe más fotografiada del mundo.
Periodista, fotógrafo, escritor e investigador.