Aunque Matisse deja de acudir a Colliure aquel año, son muchos los artistas que siguieron sus huellas en la población costera, empezando por sus propios alumnos. El ruso Léopold Survage frecuentará Colliure entre 1925 y 1932, donde pintará, entre otras, Les Porteuses à Collioure, un óleo sobre tela de 1925, una acuarela titulada Vue de Collioure y otro oleo con un escueto Collioure, ambas en 1929. Ese año llegan los suecos Isaac Grünewald y Sigrid Hjartén, ocho años antes lo hizo la polonesa Mela Muter, a quien seguirán el alemán Oswald Petersen y los suizos Otto Abt, Walter Bodmer, Walter Kurt Wiemken y Max Birrer.
El ayuntamiento de Colliure decidió recuperar la memoria de aquellos años con la abertura del Musée d’Art Modern. Para ello se adquirió en la década de 1980 la Villa Pams, situada en el extremo meridional de la población, en la ruta que lleva a la vecina Port-Vendres. No hay telas de Matisse ni de Derain, pero sí de los primeros fauvistas que acudieron a Colliure, también de los últimos artistas que, ya en este siglo, siguen en la población. Aquí se pueden ver Les Mulets à Collioure, de 1912, de Charles Camoin (1879-1965), quien conoció a Matisse en la École des Beaux Arts de París; cuatro piezas de Rolande Déchorain (1898-1977) pintadas entre 1930 y 1937, son Port d’Avall, Collioure le fauburg, Collioure le chemin du mirador y Une rue à Collioure. Y aun de aquellos años Bord de Mer de Gaspard Maillol, Nature morte aux poissons de Mela Muter, Les Hâleurs de Sébastienne Marre, Après la pêche de Jean Martin Ferrières o Nature morte aux citrons de Max Birrer, quien se casó en Colliure con la hija de un amigo de Matisse, Renée Soulier. También hay una pequeña muestra de dos exiliados de la Guerra Civil Española: Juan Navarro Ramón, quien se instaló en la población hasta el año 1941 y Virgili Batlle Vallmajó (1915-1947). Este último, nacido en Olot, fue militante sindicalista y anarquista, combatió en el frente de Aragón y se exilió a Montauban en 1939, pero entre los años 1940 y 1942 visitará Colliure, alojándose en el taller de su amiga la pintora Sébastienne Marre. En el óleo sobre tela titulado simplemente Collioure, de 1942, se aprecia el campanario, las casas vecinas y, al fondo, el Fort Saint Elme en una simplicidad de formas que, aunque cubista, todavía tiene raíces figurativas. En el museo siguen obras más recientes, ya enmarcadas en el presente siglo, como Les deux clochers de Julien Descossy, de 2014, u otras más vanguardistas de Jean Luc Jehan, Michel Fourquet, Jaume Rocamora, Roger Cosme-Esteve y Frédéric Khodja.
Si Colliure fue, a principios del siglo XX, una población de pescadores, donde se veían las embarcaciones varadas en las playas, cien años después el escenario ha cambiado notablemente, hoy se vive del turismo aunque sigan vendiendo anchoas. Por los que respecta a los artistas, la población acoge ahora numerosas pequeñas galerías de arte y talleres de pintores que, a diferencia de los estacionales visitantes fauvistas, se han establecido aquí.
Periodista, escritor y editor. Ávido lector ha repasado en infinidad de ocasiones las tiras cómicas de Andy Capp y las de Calvin y Hobbes, particularmente las del primero. Le puede su sentido de la contradicción, desarraigado buscando sus raíces mirando hacia el aire, es ateo, descreído gracias a Dios y, nihilista, convencido, ha triunfado como fracasado. Hoy es feliz, ya ha reformado la cocina.