altLeyes impositivas, aumento de la precariedad y corrupción sin disculpas ni dimisiones han caracterizado los tres años de tierra quemada de Rajoy

 

 

Leyes impositivas, aumento de la precariedad y corrupción sin disculpas ni dimisiones han caracterizado los tres años de tierra quemada de Rajoy

 

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“La democradura. Una democracia convertida en una forma de tiranía policial, con parada y fonda en el autoritarismo, la corrupción y el expolio”. La reflexión del profesor y sociólogo madrileño Ramon Cotarelo en su blog sintetiza el oscuro trienio de involución del gobierno de Mariano Rajoy, un auténtico esperpento en todos los frentes.

 

El pasado 19 de noviembre, -a un solo día de una de las grandes efemérides del nacionalismo español-, se cumplían exactamente tres años de aquella mayoría absoluta (con el 30% del censo) que en 100 días borró la ‘malvada’ herencia de Zapatero y que en poco tiempo degeneraría en mayoría absolutista e imperalismo de la ley.

 

A nivel económico, su gran caballo de batalla, las cifras le delatan. Mientras su ejecutivo va vendiendo desde hace meses la cancioncilla de la recuperación (similar a los brotes verdes del PSOE) de la que algunos medios afines se hacen eco, hay 91.654 personas más inscritas en las oficinas del SEPES (antiguo INEM) y 508.278 cotizantes menos en la Seguridad Social respecto al noviembre del 2011. Según la EPA del tercer trimestre del 2014, la tasa de paro se eleva al 23,67%, con 5.427.700 parados, mientras que los datos del diciembre de 2011 indicaban un paro del 22,56%, con 5.287.300. Es decir, 140.400 parados más. Se lleva la palma el paro de larga duración, que se ha multiplicado por 9 desde el inicio de la crisis, concretamente un ascenso del 27,1% en los tres años del PP, o sea, 716.000 personas. El paro juvenil supera el 50% y la emigración económica forzosa ha aumentado un 15%.

 

Para rematar la faena, la progresiva caída de la cobertura de la prestación por desempleo: tomando como referencia los meses de septiembre, ha pasado del 72% sobre el total de parados en 2009 y 2010, al 64% en 2011, al 60% en 2012, al 57% en 2013 yal 53% en 2014. Los ‘afortunados’ trabajadores no están mucho mejor: un tercio de los asalariados cobra menos de 645 euros al mes, el 63% de los contratos a tiempo parcial son indeseados y más del 50% de las horas extras no se pagan.

 

Por si fuera poco, la población en riesgo de caer en la pobreza llegaba al 26,7%, mientras que en el 2013 ya era del 27,3% (faltan los datos del 2014). Según el INE el porcentaje de población que sufre “carencia material severa” se situaba en el 4,5% en el 2011 y en el 2013 ya era del 6,2%, con un descenso de la renta media de 1.000 euros entre 2011 y 2013: de 27.747 euros a 26.775. Otro bajón ha sido el de las exportaciones, tema en el que Rajoy se colgaba todas las medallas: del 8% de crecimiento en el 2013 al 0,5% de este año. La deuda pública, consecuencia de la austeridad y los recortes, se dispara hasta el 97,1% del PIB, mientras que hace tres años era del 66%: el Estado español debe ahora más de un billón de euros, concretamente 1.020.680 millones de euros. Finalmente, la morosidad bancaria se colocaba en torno al 7,4% en octubre de 2011 frente al 13,01% del pasado octubre y los desahucios afectan ya a más de 400.000 familias. Ante la realidad, la venda, la negación infantil y la ausencia sonrojante de autocrítica: la última perla de Rajoy es proclamar que, en muchos aspectos, la crisis “ya es cosa de la historia” porque sólo quedan sus secuelas.

 

La varita mágica contra tanta precariedad es una limosna de 425 euros mensuales a los parados de larga duración que cumplan con unos ciertos requisitos, una medida con tufo electoral cuya luminosa fachada oculta una realidad sombría y unas intenciones ponzoñosas. “Ese pacto social no es insuficiente o contrario al Estado del bienestar, no. El patrón que contrate a una persona en estas condiciones podrá descontarle los 425 euros del subsidio que ya le paga el Estado. Pero, ¿quién es el Estado? Nosotros, los contribuyentes. Somos los contribuyentes quienes pagamos los salarios de los parados en estas circunstancias, no los patronos que, sin embargo, se aprovechan de su productividad. Un toco mocho perfecto: los empresarios contratan mano de obra con nuestro dinero; han socializado los costes laborales. Pero no los beneficios, claro”, avisa Cotarelo.

 

Rescates, amnistías y paraísos

 

Además, la reforma fiscal fortaleció la curiosa concepción de igualdad y proporcionalidad de la derecha española: menos impuestos para los ricos, que se continúan beneficiando de amnistías, paraísos fiscales y rescates, a grandes empresas y a bancos, con Rato y Bankia a la cabeza, Matas, Camps y el caos valenciano y las tarjetas Black, que también salpicaron otros partidos. En este sentido, la corrupción, mal endémico y generalizado que el PP ha concebido como aquello de la paja en ojo ajeno. El partido, considerado partícipe a título lucrativo en varios presuntos delitos, se mantiene bien enredado en la trama Gürtel a pesar de la estrategia errónea de acusar exclusivamente a Bárcenas y, al mismo tiempo, ignorar sus actividades o casi desconocer su figura. A pesar de la destitución fulminante de Pedro J. Ramírez, El Mundo destapó el caso y señaló directamente a Rajoy: sobresueldos en “B” que se despacharon en una grotesca comparecencia en el Congreso con fines de cita.

 

“La tolerancia o quizá complicidad de este gobierno y su presidente con la corrupción es fabulosa y patente. Se mide en indultos a delincuentes, engaños y mixtificaciones, maniobras para controlar los órganos judiciales y entorpecer su actuación, destrucción de pruebas, manipulación de datos y estadísticas, control y censura de los medios de comunicación, convertidos en órganos de propaganda pagada con el dinero de todos”, asegura el sociólogo madrileño.

 

Otro sinsentido fue la reforma laboral, que con su abaratamiento del despido y la desigualdad en la negociación colectiva (daba todo el poder al empresario para modificar las condiciones laborales unilateralmente y acababa con la ultraactividad, que garantizaba la vigencia de los convenios, eso es, de los derechos adquiridos por los trabajadores en una empresa) sólo ha generado más precariedad, paro y malestar social. Incluso el ministro de Economía, Luis de Guindos, susurraba al oído del comisario europeo de Asuntos Económicos, Olli Rehn, que el Gobierno de España estaba a punto de sacar adelante una reforma laboral «extremadamente agresiva«.

 

La ley de la unidad de mercado o la oposición al decreto de pobreza energética del Parlament de Catalunya han sido otras demostraciones palpables de la sensibilidad social de este gobierno. Sin olvidar el último hachazo en el sistema de pensiones, de cuyo fondo de reserva volaron hace poco 8.000 millones de euros. Un 36% del fondo ha desaparecido, suerte que Rajoy dijo que nunca lo tocaría.

 

En el campo social, la Ley de Seguridad Ciudadana, más conocida como la ley mordaza,que recuerda a Ley de Orden Público de Franco y la también vejatoria ley del aborto de Gallardón, que finalmente se suspendió y le costó el puesto al ministro. En sanidad, la pésima gestión del Ébola, en la que se “barcenizó” a Teresa Romero: la auxiliar de enfermería pasó de Barrabás a heroína al calmarse el asunto y controlar el virus. Antes, el aviso del cura infectado, al que se repatrió mientras sus compañeros se quedaban en el país de origen por no ser españoles. Patriotismo sanitario. Al final, Mato fue destituida.

 

En el orden cultural, la surrealista LAPAO aprobada en Aragón, por la que se decretaba que lo que se ha hablado toda la vida en la Franja no es catalán sino otra cosa; y la subida del IVA, que se añadía a la enésima reforma educativa, la ley Wert, entre cuyos propósitos figuraba “la españolización de los alumnos catalanes”. Eso , las que adoctrinaban eran la asignatura de la educación para la ciudadanía instaurada por los socialistas y la inmersión lingüística de la Generalitat.

 

A nivel político, el intento fallido de reforma electoral, la supresión de competencias de los ayuntamientos en aras de la recentralización; la negativa a enjuiciar antiguos ministros franquistas tal y como reclama la Interpol (Argentina investiga los crímenes y abusos de la dictadura), y el nombramiento como nuevo director de RTVE en Catalunya de Eladio Jareño, hasta ahora coordinador de presidencia y comunicación del PP catalán y que ya estuvo al frente de los estudios de Sant Cugat en la última etapa del gobierno de Aznar (de 2003 a 2004). Puertas giratorias que sacuden cualquier intento de aire renovador y que cuestionan seriamente aquello de la pluralidad de los entes públicos, pagados por todos.

 

Gibraltar y Catalunya

 

En la vertiente territorial, el paripé y la cortina de humo con Gibraltar (inglesa según el Tratado de Utrecht de 1713 pero en cualquier caso el peñón será de quién decidan los gibraltareños y por el momento prefieren mantenerse bajo los británicos) y el proceso independentista, que ha tratado con dosis combinadas de autoritarismo, paternalismo, criminalización, cobardía, un “no” perpetuo y la guerra sucia, que abarca desde el CNI a informes policiales inventados, pasando por dejar que el sindicato de ultraderechas Manos Limpias (su presidente está imputado en un caso de corrupción inmobiliaria) y UPyD presentaran sus barriobajeras querellas no admitidas a trámite. La suya, la querella política que filtró Camacho a la prensa unos días antes, llegó después que Rajoy se pasara el 9-N mudo en su despacho (por lo que Vox le denunció por inacción y pasividad) y se resolvió con una llamada al TC, presidido por un exmilitante del PP. Una querella sin base jurídica, ya que la desobediencia requiere un llamamiento expreso a ella, cosa que Mas no hizo nunca. Imperialismo de la ley, pura separación de poderes y nacionalismo español excluyente: una sola nación, una sola patria, un solo país, una sola lengua, un solo poder político decisorio (el Congreso, no el Parlament), una única soberanía y una sola manera de ver las cosas. Patriotismo refugiado en la constitución como Biblia sagrada ante el fantasma de la reforma constitucional que Pedro Sánchez (el cambio estético del PSOE) apenas balbucea de manera tímida. Cambiarlo todo para no cambiar nada.

 

La última espantada, propuesta por Soraya, es una gran alianza entre el PP y el PSOE, ante el pánico de las encuestas y el terror ante la irrupción y auge de Podemos. El bipartidismo y la casta prefieren recurrir al “si no puedes con tu enemigo, únete a él”. Pablo Iglesias, como también Mas, es ahora el malo de la película: una especie de maléfico rojo comunista con ascendencia boliviana y programa económico utópico que llevará plagas bíblicas. Ni PP ni PSOE lo desean a priori, pero de momento ya pactaron una ley de transparencia para blindar los viajes de los diputados a raíz de Monago. , el señorito extremeño que mientras utilizaba la ruin y antigua táctica de insultar Catalunya y los catalanes para ganar votos (la herencia de Rodríguez Ibarra) en virtud de un falso trato financiero preferente, metía mano en el erario público para visitar su novia. Vaya par de “cuyons”.

 

Queda un año para aguantar a un líder “falto de talante democrático, de responsabilidad, de honradez, de autoridad y prestigio, falto de todo menos de mendacidad y cinismo, este gobierno sabe que está sentado sobre una olla a presión de descontento popular”, sentencia Cotarelo. Pues eso, la democradura o la dictacracia.

 

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