Casi un 30 % de paro y los duros recortes en pensiones que el pueblo griego sufre tras la firma del tercer rescate financiero, no le impide salir en ayuda de los miles de refugiados sirios y afganos que llegan cada día a su país en busca de asilo. Entrevistamos en Atenas a Yonous Muhammadi, presidente del Foro Griego de Refugiados, una organización que- sin ningún apoyo institucional- intenta coordinar a las diversas iniciativas solidarias que surgen de la ciudadanía.
Los efectos de las últimas medidas de ajuste implementadas por el gobierno de Alexis Tsipras para acceder al tercer rescate de la Troika empiezan a sentirse en las calles de Atenas y la subida de impuestos o el recorte en pensiones golpean duro al país con mayor tasa de desempleo de la Zona Euro. Desencantada con la política tras el último referéndum y abocada, principalmente, en la ardua tarea de sobrevivir, podría pensarse que la ciudadanía griega tiró la toalla. Pero ante un drama que supera incluso el suyo, el de las millones de personas que huyen de las guerras de Siria y Afganistán, el pueblo heleno saca fuerza y se moviliza en su ayuda.
El Foro Griego de Refugiados (Greek Forum of Refugees) es un ejemplo de esta red solidaria que se teje en un país exhausto pero no rendido. En el centro de Atenas, una pequeña oficina alberga a esta organización creada en 2010 para combatir la violencia y el racismo gracias a la unión de las comunidades afganas, somalíes y sudanesas -las mayores poblaciones extranjeras de Grecia– . Casi no hay lugar para sentarse entre las cientos de bolsas con ropa y comida– fruto de donaciones– que van desde el suelo al techo, pero Yonous Muhammadi, el presidente de la asociación, adapta la entrevista a las circunstancias y logra, en medio del caos, explicarnos su labor. “Es la comunidad la que está reemplazando al gobierno en la ayuda a los refugiados desde hace muchos años, dándoles información– porque les es muy difícil acceder a solicitudes de asilo aquí– y haciendo de intermediarios entre ellos, las ONG y la ciudadanía. Nosotros tratamos de organizar, sin ningún apoyo institucional, a los distintos grupos de solidaridad que existen en Grecia y mantener una red”, cuenta el director del Foro Griego de Refugiados (GFR). Yonous Muhammadi llegó a Grecia desde su Afganistán natal hace trece años, también en calidad de refugiado. Por eso conoce en detalle la realidad de las cerca de 2 mil personas diarias que desembarcan en el Puerto del Pireo (Atenas) escapando de las guerras de Oriente próximo y es consciente del valor que tiene para ellas que alguien que pasó por su misma experiencia pueda orientarlas. “Grecia es la puerta de entrada a un nuevo mundo así que los recién llegados necesitan aprender sus costumbres para que no se cree tensión con los residentes. Como nosotros ya somos parte de la sociedad griega, entendemos bien su funcionamiento y tratamos de explicárselo”, relata Muhammadi.
Grecia ha recibido 400 mil refugiados e inmigrantes en lo que va del año, según datos de la ONU, y la mayoría ha llegado a las islas de Lesbos, Kos, Quíos y Farmakonisi. Pero, tras ser interceptados por la guardia costera, los refugiados son trasladados en grandes barcos a la capital, donde permanecen hasta que consiguen documentación y dinero para poder alcanzar el que, en realidad, es su destino: Alemania. Durante ese lapso indefinido muchos de los refugiados se instalan en parques o bajo los portales de las principales calles de Atenas. Centenares de afganos hacinados en la plaza Victoria del centro de la ciudad, en carpas del grosor de un papel, sin nada que comer y sin baño, es una imagen a la que los atenienses tienen que habituarse desde hace meses.
A principios de octubre, las autoridades municipales trasladaron al estadio Galatsi de los Juegos Olímpicos del 2004- abandonado desde entonces– a más de mil migrantes y refugiados que dormían a la intemperie y a otro medio millar al antiguo aeropuerto de la capital griega, Elinikón. Estas dos instalaciones– llevadas adelante íntegramente por la labor de voluntarios– servirán de refugio momentáneo hasta que se abra un nuevo centro de acogida en Atenas, dado que el único que existe es el que el gobierno local de Syriza abrió en las afueras de la ciudad– Eleonas– donde unas setecientas personas viven transitoriamente en contenedores con capacidad para dos familias cada uno.
Pese a que la iniciativa gubernamental– con la apertura de estos espacios de acogida– es insuficiente, el presidente del Foro Griego de Refugiados reconoce que el Ejecutivo de Tsipras dio algunos pasos positivos en torno a esta problemática. “Por primera vez tenemos un Ministerio de Migración y eso marcó un cambio en la percepción que había de los refugiados. En 2013 y 2014 teníamos un ambiente totalmente anti inmigración impulsado por el anterior gobierno. Ahora, desde que la portavoz del Parlamento nuevo anunció que nadie tenía derecho a usar palabras ofensivas hacia los inmigrantes, los medios de comunicación modularon su discurso intolerante y la gente también”, explica Muhammadi. “Además, las comunidades de refugiados tuvimos por primera vez el derecho a hablar con las autoridades y ser verdaderamente escuchados. Eso sí que es un gran cambio”, añade.
De todos modos, la gestión del continuo flujo de personas que llega a Europa en busca de una vida mejor es una cuestión que ni el pueblo ni el gobierno griego pueden resolver solos y eso es algo de lo que la Unión Europea (UE) pareciera acabar de darse cuenta. “El actual colapso del sistema de refugiados se debe a que nunca tomaron decisiones serias al respecto. Todos sabíamos que la crisis en Siria expulsaría a su gente hacia aquí pero ellos nunca se lo han tomado en serio y no han estado dispuestos a dedicar tiempo y esfuerzo a este tema”, subraya Muhammadi. “Durante muchos años no hubo responsabilidades compartidas entre las naciones de la Unión y este es uno de los mayores problemas. Cada país intentó pasarle el problema al vecino y la única solución que encontraron fue la de dar dinero a Grecia o Italia- los mayores receptores– para que construyan muros más altos o centros de detención”.
La decisión por parte de la UE de repartir, finalmente, 120 mil refugiados- en dos años- entre sus Estados miembro es, para Muhammadi, una buena noticia pero tardía e insuficiente. Por un lado porque el número pactado por Europa es ridículo en comparación con las 480 mil personas que solo en 2015 han llegado al continente y, por otro, porque “si ellos no detienen los conflictos bélicos de Siria y Afganistán- y todos conocemos las causas de estas guerras- nunca va a dejar de venir gente en busca de refugio”.
En opinión del presidente del Foro Griego de Refugiados, es urgente la creación de un sistema común para el asilo, tal como lo estipula la Convención Internacional para los Refugiados, para asegurar que las personas que huyen de una guerra no terminen viviendo en condiciones que, muchas veces, son peores que las de los países que abandonan. Muhammadi recalca que es necesario cumplir la legislación que establece para los refugiados los mismos derechos que los ciudadanos del país que los reconoce, para así evitar los problemas que acarrea, por ejemplo, el no tener acceso al mercado laboral en cualquier Estado europeo. “Los medios o la sociedad ven solo a los que están en la guerra pero hay miles de personas que, ya estando aquí, viven en condiciones infrahumanas: más de treinta personas en un piso, víctimas frecuentes de explotaciones, menores que empiezan a formar parte de grupos violentos, etc”, detalla.
“La política del cierre de fronteras tiene también que cambiar, levantar muros es antidemocrático y va en contra de lo que supuestamente es la UE. Pero además lo que hay que hacer es encontrar un camino seguro, humano para la gente que necesita protección”, asegura Muhammadi, a la vez que denuncia la hipocresía de los gobiernos europeos: “Damos asilo pero no queremos realmente dejarlos acceder a nuestra sociedad. Tú tienes que cruzar océanos, atravesar montañas, superar miles de peligros y, si sobrevives, te aceptamos. ¡Eso es una locura!”.
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.