Cuando la política institucional se define en un campo de juego donde las reglas se modifican con un árbitro comprado, la primera respuesta que se me ocurre cada vez que me preguntan por las razones de las victorias del PP en Galicia en las últimas décadas es “¿cómo es posible que alguna vez pierdan?”. Los populares gobiernan este país porque nunca dudaron en ser garantía de determinados intereses: medios de comunicación subvención-dependientes; un sistema financiero que acabó con el modelo de las cajas a costa del erario público; empresas que ofertan servicios en la administración o en espacios privatizados de enseñanza, sanidad y cuidados; multinacionales que obtienen importantes beneficios con la gestión de nuestros recursos naturales y sus transformaciones energéticas; promotoras urbanísticas que han hipotecado un desarrollo sostenible en el territorio y también parte del empresariado propio con el epicentro aquí y la cartera en Madrid. Para conciliar su hegemonía con la defensa de estas conveniencias, la primera regla del club de la derecha es no hablar nunca de ellas, articulando una estrategia al servicio de las mismas. Para eso “vale tudo”, impulsando una red clientelar asentada en la administración autonómica, un hábitat mediático público y privado sin apenas fugas donde la realidad es guionizada de manera obscena, y una estrategia partidaria “catch all party” con un barniz de identificación nacional (gallega) siempre que no toque un cariño a la extrema derecha (española). Pese a ese control ejercido con puño de hierro en guante de seda, existe una percepción social en la gente del común en los últimos tiempos de que, después de tantos embates colectivos, estamos a unas gotas de romper con la presa que anega nuestro presente y futuro.

Anova es una organización republicana y soberanista gallega creada a comienzos de la década pasada para combatir el estado de las cosas, en un país negado en el contexto de una crisis sistémica. Doce años después no renunciamos al legado de impugnación y construcción de la unidad popular. Somos conscientes del desgaste que eso supuso para nosotros, pero valoramos de manera muy positiva la naturalización de las relaciones cooperativas creadas entre las diferentes sensibilidades de la izquierda gallega, y todo lo alcanzado con un fuerte respaldo social en un momento de emergencia. Somos sabedores de los aciertos y de los errores cometidos, pero nadie puede negar la apuesta impulsada por un común denominador al servicio de las más.

Dicho esto, en el último año constatamos que las condiciones objetivas señalaban un cierre de ciclo y que muchos de los espacios políticos que habían participado de ese sentir escogían las posiciones de parte, entendiendo su relación con la izquierda soberanista de una manera paternalista y utilitaria. En ese contexto, en un momento de atonía social al cual las organizaciones no son inmunes, asumí mi elección como portavoz de Anova con un mandato: reconstruir puentes con el tejido social agredido y combativo, dar apoyo a las candidaturas municipalistas y normalizar las relaciones en el espacio del nacionalismo gallego. Dadas las circunstancias y después de los debates suscitados en los órganos de Anova y en los actos ciudadanos de “diagnosis del país”, entendimos que en este momento histórico cumplía a nivel nacional reforzar y poner nuestro trabajo en un espacio que definimos como “cinturón soberanista y antifascista”, representado por el BNG, EH Bildu, las CUP o ERC. Eso condicionó nuestra posición pública en el proceso de las últimas generales.

En los últimos meses, con las elecciones gallegas en la línea del horizonte, desde Anova se impulsó un proceso de diálogo con las formaciones políticas situadas a la izquierda del PSOE para intentar configurar una alternativa de garantías que fuera quien de mudar el rumbo de las políticas del PP en Galiza. Las reuniones tuvieron lugar en formato delegación con los dos espacios políticos (Sumar y BNG) que mostraron interés en llegar a acuerdos con nosotros.

El pasado diciembre se decidió por unanimidad de nuestros órganos descartar un pacto con el espacio de Sumar. Nuestra posición estratégica fijada en el último año, el modelo de configuración de este espacio y el ruido de fondo de los líos partidarios de la izquierda federal del estado sustentaron esta decisión. Con anterioridad a esto, el BNG, a pesar del interés mostrado y de la interlocución discreta de meses, había descartado la posibilidad de una alianza electoral entre organizaciones por cuestiones de índole interna. Aun así mantuvimos una vía de diálogo con este espacio político por diferentes razones: la necesidad de ser responsables con una posible voluntad de cambio entre la ciudadanía gallega, el compromiso de no fragmentar y poner en peligro esa posibilidad y la importancia de estar a la altura de las circunstancias. Todas esas motivaciones resumidas en un “por nosotros no va a quedar”, decantaron nuestra decisión de no participar con candidatura propia en el proceso electoral. En cambio, priorizamos y firmamos con el BNG un documento de voluntades, el pasado 14 de enero en Santiago de Compostela, para acordar principiar un proceso de colaboración, que tiene como objetivo juntar fuerzas para propiciar el cambio político que Galiza precisa. Un proceso destinado a redimensionar en los próximos años el soberanismo gallego de izquierdas y su praxis en la sociedad, en un guion a escribir en el futuro a muchas manos. Necesitamos con urgencia construir herramientas políticas útiles que sean capaces de hacerle frente a los desafíos de un capitalismo depredador y a las nuevas formas de expresión de las derechas extremas. Consecuentemente con esta decisión, Anova solicita para el 18 de febrero el apoyo a la candidatura del BNG encabezada por Ana Pontón mostrando la disponibilidad de sus referentes para participar con carácter simbólico en el proceso electoral.

No es menor que un posible cambio en nuestro país esté liderado por la izquierda nacionalista con una mujer como Presidenta. Este parecer lo adoptamos más allá de posiciones individuales o colectivas, rompiendo con la lógica del reparto en los acuerdos políticos, cicatrizando heridas y huyendo de posturas asépticas por encima del bien y del mal. Lo hicimos en un ejercicio de responsabilidad delante de la oportunidad de reconstruir en plural lo destruido por unos pocos. El retorno positivo que tuvo este proceder entre millares de personas alumbra el camino del futuro. Ellos son los que tienen que tejer ese paño de todas.

Anova es un espacio político golpeado por las batallas dadas, que atesora un gran capital simbólico. En estos tiempos convulsos podemos sentirnos «apátridas», acertar o errar, pero eso no va a impedir que tomemos parte, lo contrario sería imperdonable.

Martiño Noriega: Portavoz de Anova, la organización política fundada en el 2012 por Xosé Manuel Beiras. Ejerce como médico de familia en Santiago de Compostela, la ciudad de la que fue su alcalde entre 2015 y 2019.

*Fuente: https://www.sinpermiso.info/textos/galicia-18-f-alentar-vientos-de-cambio

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