Gigamesh es una visita de culto para los amantes de la literatura fantástica en España y fuera de ella. La librería-editorial ha incrementado y diversificado su oferta a medida que este género narrativo se consolidaba como un producto de consumo masivo, libre ya de los malos entendidos y falsos estigmas que antaño lastraron su difusión.

En marzo de 2014, Alejo Cuervo inauguró la nueva librería Gigamesh, la mayor de Europa dedicada al género fantástico, con quinientos metros cuadrados de superficie y dos kilómetros lineales de estanterías. El establecimiento se encuentra en el llamado Triángulo Friki de Barcelona, un paraje urbano situado en el distrito del Eixample, junto al señorial Passeig de Sant Joan, donde han proliferado los comercios dedicados a las distintas facetas del género fantástico.

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Alejo Cuervo, librero y editor, padre de la familia Gigamesh.

Gigamesh es un espacio con distribución funcional e iluminación diáfana, de semblanza apolínea pese a tanto ensueño dionisiaco contenido en su interior. Todo un referente nacional e internacional de la literatura de ciencia ficción, fantasía y terror, con una exposición histórica, seguramente única, de la integridad de las colecciones en español del género desde la década de 1950 hasta la actualidad, además de un rico fondo de obras en lengua inglesa.

Alejo Cuervo, fundador y propietario de Gigamesh, está orgulloso de su trabajo y de sus resultados, como se desprende de nuestro diálogo sobre el pasado, el presente y el futuro del género fantástico.

¿Cuál es el origen del nombre de la librería, Gigamesh?

El término procede de la obra de Stanislav Lem El vacío perfecto, libro de metaficción compuesto por críticas de libros imaginarios. Uno de esos textos ficticios es el Gigamesh de Patrick Hannahan, remedo del Finnegan’s Wake de James Joyce. Un texto delicioso, de lo mejor de Lem.

La librería funciona desde 1985. ¿Tus orígenes profesionales estaban de algún modo ligados a la industria del libro y a esta temática?

Antes de la librería, durante algún tiempo tuve una parada de libros en el mercado de Sant Antoni [principal centro de compra y venta de libros usados de Barcelona]. Y ya desde pequeño fui cliente de esas mismas paradas: de mi padre heredé la afición por la lectura, primero con los tebeos, después con novelas de cualquier pelaje, y cuando tenía dinero me lo gastaba en comprar libros de lance. Para entonces, ya estaba enviciado con la ciencia ficción. Después simultaneé buena parte de la carrera y los estudios de doctorado con mi parada de los domingos en el mercado.

Parece que tenéis clara intención underground, incluso provocadora. Lo comento por ese “Vicio y subcultura” rotulado sobre el umbral de la librería, a modo de advertencia.

El lema se debe a una anécdota. Una señora entró en la antigua tienda preguntando si teníamos los libros clásicos cuya lectura suele asignarse a los niños en el colegio, y a bote pronto me salió la ocurrencia: “No, señora. Aquí solo tenemos vicio y subcultura”. Fue una respuesta espontánea, como un chiste, sin vocación de escándalo, pero la broma cundió entre nosotros hasta alcanzar categoría de eslogan.

Sin embargo, el lema del que hablamos también surge de una postura reivindicativa. Hace treinta años, cuando abrí la primera Gigamesh, el género fantástico estaba muy mal considerado en España. Lo despreciaba la crítica y no se lo consideraba un producto literario digno, sino un pariente pobre del realismo que había sucumbido a las desidias del escapismo. ¿Cuáles eran las causas de una concepción tan negativa?: por un lado el desconocimiento, por otro el prejuicio académico. Se le aplicaba despectivamente la llamada revelación de Sturgeon, aforismo según el cual «el noventa por ciento de todo es basura»… Un adagio que puede aplicarse a todo género literario. Esa visión ha cambiado en la actualidad, cuando lo fantástico está perfectamente aceptado y su consumo es masivo.

En 1999 creaste la editorial Gigamesh.

Ya en mis tiempos de la parada de Sant Antoni había publicado un fanzine sobre novedades del género fantástico. Después, en la librería y con más medios, apareció la revista Gigamesh, de idéntica temática. Durante una temporada llegamos a tener tres publicaciones periódicas: Gigamesh, Stalker (dedicada al cine fantástico) y Yellow Kid (dedicada al mundo del cómic). La editorial fue un paso más en este proceso.

¿Cuáles han sido vuestras principales publicaciones?

Más de la mitad de nuestro catálogo tiene reediciones, lo que considero un éxito notable. Probablemente, nuestro principal éxito en ciencia ficción ha sido Snow Crash, de Neal Stephenson, que lleva cinco ediciones (una de bolsillo), y en fantasía, las novelas de George R. R. Martin, el autor de Juego de tronos, y de Tim Powers.

¿El libro electrónico ha ganado una cuota de público en el mundo de la literatura fantástica o, por el contrario, el lector tipo es más bien conservador y sigue apegado al papel?

Los hábitos de consumo cambian de modo muy lento. En España, el libro electrónico tiene poco peso en la edición de literatura fantástica. Se supone que el consumidor de género es proclive a todo tipo de innovaciones, pero también es coleccionista, y, con ello, aficionado al papel. Las ventas en formato electrónico de un autor emblemático como George R. R. Martin solo representan un tres o un cuatro por ciento del total.

De todos modos, hemos creado una plataforma digital propia, Lektu, abierta y sin DRM, en la que no pedimos exclusiva. No aspiramos a convertirla en un negocio, sino en una herramienta de expresión para nuevos autores. De momento cobramos un 25 % de comisión para cubrir gastos de mantenimiento, pero la idea es que, conforme crezca el volumen de publicaciones y ventas, esa cifra pueda reducirse al máximo. Ya se han sumado a Lektu unos cuarenta editores. Los primeros éxitos han sido los de Cels Piñol y Andrés Palomino, quien, con su Manual para padres frikis, ha superado en ventas digitales a Juego de tronos.

Antaño, los distintos medios de difusión se retroalimentaban: los éxitos en papel promovían el éxito de los seriales de TV y las películas de cine, y viceversa. ¿Qué me decís de Internet? ¿Ha supuesto un problema para vuestro negocio, una ventaja o ambos a la vez?

La difusión del género fantástico es más alta que nunca, en buena medida gracias a Internet. Creo que la red debería utilizarse más como soporte publicitario.

En cuanto a la piratería,yo entiendo que no se trata de ventas perdidas, porque la hace el mismo señor que pasa por caja para comprar libros o DVD. El hecho de que un objeto sea muy pirateado es síntoma de su buena salud comercial; lo que no interesa, no se piratea. A la piratería, el único que debe de temerle es el mediocre, porque tratarse del canal boca-oreja más rápido y eficaz.

La mayor amenaza –si así puede llamarse– para las ventas de libros no es la piratería, sino el creciente consumo de serie y juegos, dos ámbitos en fuerte crecimiento, gran calidad y enorme capacidad adictiva. Cuanto más de ello consumimos, menos tiempo dedicamos a leer.

En los últimos años han cerrado en Barcelona varias librerías generalistas de prestigio. Sin embargo sobreviven otras muy especializadas, y parece que les va bien. Entre ellas, Gigamesh.

La principal responsabilidad en el cierre de librerías recae en las grandes editoriales.

Me explico. Los editores más fuertes priorizan con sus baremos de descuentos las ventas de best seller y novedades. Consecuencia de ello es la progresiva desaparición del fondo de librería, que está sometido a otros precios, no favorecidos.

A lo anterior se suma la multiplicación de puntos de venta de ese tipo de libros, novedades y best seller: supermercados, gasolineras, grandes superficies… Por tanto, la competencia es brutal; al librero, cada vez le toca una cuota de mercado más pequeña.

Ambas circunstancias se alían para ocasionar la pérdida de clientela, primero, y el cierre de la propia librería, más tarde.

Yo solía decir que Gigamesh no notaba las crisis porque vende vicio. Cuando las cosas van bien, la gente gasta en vicio para celebrarlo; cuando van mal, para consolarse. La situación cambió con la crisis actual, que evidentemente sí hemos sufrido: entre 2008 y 2013 llegamos a acumular alrededor de un 25 % de caída de caja. Sin embargo, con la apertura de la nueva librería hemos obtenido un crecimiento directo del 40 %; con la misma oferta de género, pero mejor expuesto y con un espacio más cómodo para el cliente. El Sant Jordi de 2014 fue nuestro récord histórico de ventas. Y sin colas en caja, gracias a la distribución del local.

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Algunas personas piensan que la literatura fantástica actual es más dada a lo efectista que a la tesis. Dicho de otro modo, que la literatura fantástica de los Lovecraft, Tolkien, Asimov, Lem, etc., tenía una densidad conceptual y una calidad narrativa superiores.

En la actualidad hay escritores de la misma calidad que los grandes clásicos del género fantástico. El propio Martin lo es, con una obra revolucionaria… Andrzej Sapkowski, Patrick Rothfuss, Richard Morgan, Alan Roberts… Emilio Bueso, Félix Palma… El problema es seguir el rastro de todos los autores con talento del género, porque la oferta es cada día mayor.

En vísperas de la Segunda Guerra Mundial, Orson Wells alarmó a Estados Unidos con una invasión marciana. Poco después apareció Superman, que sirvió para levantar la moral de los soldados americanos que combatieron en Europa y el Pacífico. ¿En momentos de crisis, la gente es más receptiva a las fantasías?

Con más propiedad, ese efecto se atribuye a la literatura de terror. Se dice que sus ventas aumentan en situaciones de crisis, cuando la gente se siente agobiada, y suele usarla como catarsis. También ocurre con la novela catastrofista, con historias sobre el fin del mundo o del colapso de nuestra sociedad. Por cierto, hay una gran narración reciente con esa temática, y de un escritor español: Cenital, de Emilio Bueso.

Durante la Guerra Fría preponderaban los superhéroes, en la década de 1980 los vampiros, ahora los zombis o las distopías de ambiente medieval… ¿Alguna nueva moda en perspectiva?

Mi experiencia de librero no me aporta pistas para adivinarlo. Nunca lo he sabido ni he pretendido saberlo.

Las modas surgen en momentos concretos, porque responden a condiciones específicas. Son metáforas de hechos reales. En Estados Unidos, por ejemplo, existe el género zombi, pero carece del gran peso de mercado alcanzado en España… y también en Grecia, dos países con una situación de crisis similar. En España, Carlos Sisí ha logrado profesionalizarse como escritor en ese nicho temático.

¿La literatura fantástica actual ofrece metáforas acerca de los problemas cotidianos y las circunstancias políticas, sociales y económicas del presente, o es meramente fantasiosa, de entretenimiento?

El escapismo no es posible sin una respuesta emocional a la narración que estás leyendo. Cuando no te sientes interesado en la lectura, te aburres y ya no puedes obtener esa satisfacción escapista. Resulta paradójico que muchas personas solo busquen evasión (y así lo reconocen), pero cuando una novela les engancha y hace disfrutar, es precisamente porque no se está produciendo esa escapada, sino que la metáfora plasmada en el texto le está conectando con su propia realidad.

El filósofo español Jorge Fernández Gonzalo compara las novelas de zombis con la idiosincrasia de nuestra sociedad: una condición, la de zombi, que se transmite por infección, como una plaga, al uso de las modas y el bombardeo publicitario; personas que se relacionan en el no-espacio de Internet; individuos de horda, pero sin conciencia comunitaria…

Yo prefiero otra interpretación, ligada a la confrontación ideológica. El tema del zombi surgió durante la Guerra Fría, como metáfora del comunismo, cuyas ideas contaminaban a la gente y amenazaban el orden capitalista.

En la actualidad, las redes sociales, en las que participo activamente, crean un escenario de comunicación muy diferente al de etapas históricas anteriores, con posibilidades reales de cambiar el mundo. Las ideas se transmiten viralmente y los zombis son la metáfora de esas personas inquietas, cada vez en mayor número, que de un modo u otro se enfrenta al poder establecido.

El interés que sentís por el Go, juego de origen chino que habéis promocionado en Barcelona, ¿se debe a alguna razón concreta?

Se debe, simplemente, a que me vicié en su día con este juego, tras desengancharme del Magic. Es el juego de reglas más sencillas y al mismo tiempo el de desarrollo más complejo, superior en mucho al ajedrez. Aprender a jugar al Go es como aprender una lengua, con todas las sutilezas de un idioma. En términos de teoría de juegos (sistema Elo), el ajedrez tiene catorce categorías; el bridge, nueve; el backgammon, siete… En el Go, cuarenta.

Finalmente, ¿cuáles otras de vuestras actividades te gustaría destacar?

Sin duda, la sala de actos de nuestra librería, gran aportación del nuevo local. Está dedicada al editor Francisco Porrúa. Es un espacio para distintas actividades: presentaciones, mesas redondas, exposiciones… Incluso hemos tenido contactos para la realización futura de actividades académicas. A través de tales convocatorias, nuestra intención es hacer de la librería un foco cultural.

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