La Agencia Internacional de la Energía (AIE), en un reciente informe titulado “Perspectivas mundiales de inversión en energía”, advierte que será necesario invertir 48 Billones $ hasta el 2035 para cubrir las crecientes necesidades energéticas mundiales, por lo que no sería descartable un posible estrangulamiento de la producción mundial del crudo al concatenarse la recuperación económica de EEUU y la UE con factores geopolíticos desestabilizadores y que podría provocar la aparición de la temida estanflación.

Históricamente, la estanflación ha estado ligada al precio de las materias primas, de lo que sería paradigma la Crisis del Petróleo de 1.973 (Primera Crisis del Petróleo). Dicha Crisis fue provocada por la estrategia de castigo de la OPEP a las economías occidentales por apoyar a Israel en la Guerra de Yom Kippur y cuadruplicó los precios del crudo lo que provocó un fuerte efecto inflacionista de bienes y servicios.

Paralelamente, se produjo un súbito aumento de los costes de producción de las empresas que ante la imposibilidad de revertir dichos costes en el precio final de sus productos, optaron por redimensionar sus plantillas, provocando un aumento desbocado de las tasas de desempleo y la consecuente constricción del consumo interno, entrando así en una espiral negativa que derivó finalmente en una drástica reducción de la actividad económica de los países afectados.

Por estanflación se entiende la suma de una inflación desbocada y un escenario de recesión económica (una economía entra en recesión técnica después de dos trimestres de caídas consecutivas del PIB nacional según el FMI) y es un término acuñado en 1965 por el entonces ministro de Finanzas británico, Ian McLeod que utilizó la palabra “stagflation” en un discurso ante el parlamento Británico.

Se trata de una de las más peligrosas combinaciones para la economía ya que ambos elementos distorsionan el mercado y la terapia de choque para combatir el estancamiento económico tiene como efecto secundario el incremento de la inflación.

Así, para incentivar el consumo y salir de la recesión se requieren terapias basadas en la expansión fiscal y monetaria, medidas que, a su vez, generan más inflación, lo que al final deviene en un círculo explosivo para la economía de final incierto (Estancamiento Secular).

Crisis alimentaria

El hipotético estrangulamiento de la producción mundial del crudo originará presumiblemente una psicosis de desabastecimiento y el incremento espectacular del precio del crudo hasta niveles del 2008 (rondando los 150 $) que tendrá su reflejo en un salvaje encarecimiento de los fletes de transporte y de los fertilizantes agrícolas. Si a ello le sumamos la intervención de los brokers especulativos en el mercado de futuros de las commodities agrícolas, el resultado sería una espiral de aumentos de precios en las materias primas imposibles de asumir por las economías del Primer Mundo y el finiquito de los Objetivos del Tercer Milenio de reducir el hambre en el mundo, pues según la FAO, desde el 2005 el índice de precios de cereales habría aumentado al doble y el número de desnutridos crónicos en el mundo rozaría en la actualidad los 925 millones de personas.

Por su parte, el economista de la FAO Abdolreza Abbassian, en declaraciones a The Associated Press, ha señalado que para alimentar la población mundial, (que llegará a 9.000 millones de personas en el 2050), se necesitará un incremento de 70% de la producción global de alimentos en los próximos 40 años, tarea que se antoja titánica pues mientras la población mundial crece un 1,55% anual, los rendimientos del trigo (la mayor fuente de proteína en países pobres), habrían sufrido un descenso del 1%. Ello, aunado con el crecimiento exponencial de las importaciones de grano de países como China e India, inusuales sequías e inundaciones en los tradicionales graneros mundiales y la consecuente aplicación de restricciones a la exportación de commodities agrícolas de dichos países para asegurar su autoabastecimiento, terminará por producir el desabastecimiento de los mercados mundiales, el incremento de los precios hasta niveles estratosféricos y la consecuente crisis alimentaria mundial. La hambruna afectará especialmente a las Antillas, México, América Central, Colombia, Venezuela, Bolivia, Egipto, Cuerno de África, Mongolia, Corea del Norte, India, China, Bangladesh y Sudeste Asiático, ensañándose con especial virulencia con el África Subsahariana.

Articulista en Revista Rambla | Otros artículos del autor

Nacido en Navarra en 1957. Escribe análisis sobre temas económicos y geopolíticos. Es miembro de Attac-Navarra. Colabora habitualmente en varios medios digitales e impresos españoles y latinoamericanos.

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