La Crida Constituent rechaza unas elecciones plebiscitarias con una alianza de partidos soberanistas de derecha e izquierda.
Se equivocan quienes piensan que el movimiento independentista catalán se basa en una reivindicación nacionalista monolítica en sus principios ideológicos. Son muchos los matices y no menor la variedad de orientaciones y propuestas que convergen en la reivindicación del Estado propio. Para unos, los más inflamados de sentimiento patrio, lograr el nuevo estatus político culminaría una tarea generacional y definitiva, heredera de esfuerzos pasados; para otros supone un requisito necesario pero insuficiente en sí mismo, si no conlleva una profunda renovación política y económica. Así piensan los firmantes de la Crida Constituent (literalmente, Llamada o Manifiesto Constituyente).
Este miércoles 12 de noviembre de 2014, dos días después de la consulta del 9-N, se presentó oficialmente en sociedad la Crida Constituent, un movimiento que pretende servir como llamada de conciencia y lugar de encuentro de las organizaciones sociales y partidos políticos dispuestos a impulsar una ruptura democrática en Cataluña.
Más allá del electoralismo
La nueva plataforma propugna una dobla ruptura: con el Estado español y con la oligarquía catalana. Por ello rechaza una “llista país”, es decir, un acuerdo electoral de todas las fuerzas políticas soberanistas de cara a las próximas elecciones catalanas, que Artur Mas quiere enfocar como plebiscitarias y la Crida como constituyentes. Del mismo modo, su posición ante las políticas al uso en nuestros días resulta contundente en su rechazo de la austeridad y los recortes, y también de un concepto de democracia puramente electoralista, que obstruye o dificulta la acción de la ciudadanía a través de otras vías de participación activa e influencia sobre la toma de decisiones.
Ante el “momento de excepcionalidad histórica y política”, la Crida aboga por una nueva praxis: hasta el 9-N fue necesaria una “cuantificación”, un sumar de todas las fuerzas partidarias del soberanismo; en adelante, la causa independentista necesita una “cualificación”, es decir, el establecimiento de alianzas amplias para que la independencia aporte un nuevo marco político y social, como resultado de un debate constituyente. Y ello no precisa “solo de una candidatura, sino de un movimiento transformador sólido”.
Por el momento, los contactos con los partidos políticos de izquierda y con numerosas organizaciones sociales están en su fase inicial.
Primus inter pares
Para más detalles conversamos con uno de los portavoces de la Crida, David Caño (Olot, Girona, 1980), poeta por vocación, maestro de profesión –en la escuela pública– y activista de distintos movimientos sociales.
Según los documentos de la propia Crida Constituent, forman esta plataforma “diversas personas implicadas en movimientos sociales, culturales, políticos y/o sindicales”, y la idea, dice Caño, “es unir experiencias procedentes de diferentes causas –los movimientos de defensa de los servicios públicos, la economía solidaria, el municipalismo, antidesahucios, etc.– junto con personajes de renombre por su actividad pública, que hayan manifestado un compromiso con reivindicaciones políticas y sociales. Es decir, romper con la dicotomía entre las personas anónimas y los notables que firman manifiestos”, y sumar todas estas fuerzas en una “candidatura rupturista”.
Desde la presentación de su primer comunicado (20 de octubre de 2014), más de 1.800 firmas figuran en el listado de la Crida. Entre ellos, seguramente los más conocidos son el cantautor Lluís Llach y el historiador Josep Fontana, así como David Fernández, diputado de la Candidatura d’Unitat Popular-Alternativa d’Esquerres (CUP-AE) en el Parlament de Cataluña.
En cuanto a los propósitos, Caño asegura que no se proponen fundar un lobby electoral; simplemente quieren tender vínculos de relación entre movimientos y organizaciones ya existentes, a fin de crear un amplio espacio de debate y acción orientado a proponer un nuevo orden constitucional, en un hipotético Estado catalán. “La intención no es presionar, sino proponer frente a una necesidad.” Y añade: “No hay ninguna organización política en el origen de la iniciativa, pero sí es cierto que en ella figuran algunos militantes de base de formaciones políticas de izquierda.”
La independencia, ¿un fin o un medio?
La Crida no quiere que la independencia suponga una simple reestructuración o reacomodación en las cimas del poder político con cambio de bandera. “Ellos [referencia a la partitocracia catalana surgida a la sombra del régimen político español] ya tienen su Libro Blanco [en alusión al estudio oficial de las condiciones de una hipotética Cataluña independiente, encargado por el gobierno de la Generalitat] y pretenden seguir legislando y aprobando presupuestos en el nuevo Estado como si no hubiera pasado nada.”
En tal sentido, la Crida considera que la Assemblea Nacional Catalana (ANC) ha promovido un movimiento transversal en pro de la independencia, es decir, la gran alianza nacional de fuerzas políticas, movimientos civiles y clases sociales. Caño reconoce ese trabajo como agente de una reivindicación democrática básica, pero quiere ir mucho más allá a partir del 10-N. No desea para Cataluña otra Transición al estilo español, en el que los equilibrios de fuerzas sociales y económicas permanezcan incólumes. “En estos momentos, la independencia es un concepto vacío. Nosotros queremos llenarlo de contenidos, y para ello pretendemos acumular fuerzas en diversos sectores sociales. Por eso no deseamos elecciones plebiscitarias, sino constituyentes, con fuerzas de izquierda que asuman la ruptura política; con el compromiso en la creación de espacios en los que la ciudadanía pueda decidir activamente, y no solo con ocasión de las elecciones, sobre los distintos asuntos públicos.”
En el fondo, nada nuevo bajo el sol: pura lucha por la hegemonía en el debate ideológico, como preconizara Gramsci hace décadas. “Si la izquierda se muestra incapaz de articular esta alternativa propia, la oligarquía política y económica catalana mantendrá en el nuevo Estado el mismo rango privilegiado de que goza dentro del sistema político español, y las condiciones de vida del común de los ciudadanos no cambiarán”, dice nuestro entrevistado
Por supuesto, a Caño y a la Crida Constituent les parecen legítimos todos los planteamientos en el debate de las ideas, incluidos los contrarios a sus posiciones, siempre y cuando se sometan al dictamen público en una democracia “más directa y radical”.
El protagonismo de los agentes sociales
La Crida Constituent carece de una batería de medidas para el día después de la independencia. La parte programática está por decidir, no es labor expresa de la plataforma, pero sí tiene muy claro que esas actuaciones deben acordarse mediante “una metodología horizontal, protagonizada por todos los agentes sociales” implicados en la causa. En otras palabras: “creación de espacios de participación directa, para que los ciudadanos se empoderen y generen propuestas” sin que los partidos se arroguen un protagonismo único.
Sin embargo, en la conversación salen a relucir cuestiones que últimamente se citan con frecuencia, como la auditoría de la deuda, los controles efectivos contra la corrupción y para favorecer la transparencia, los mecanismos de control y revocación de cargos electos, una ley de vivienda que impida los desahucios por causas económicas, la obligatoriedad de que los bancos pongan sus carteras de pisos en alquiler social…
Desovillando este listado, sin quererlo fuimos a dar con las propuestas de Podemos, una formación que está arraigando con fuerza en Barcelona y su área metropolitana. Podemos no es independentista, pero sí soberanista, en tanto que defiende el derecho a decidir de la ciudadanía catalana. ¿Debe abrirle sus puertas el bloque de izquierda al que aspira la Crida Constituent? Parece que no hay problema, siempre y cuando “entiendan que el proceso catalán es específico”: “Sería muy interesante que los compañeros y compañeras de Podemos se sumaran al gran bloque de izquierdas que proponemos. Pero debe quedar claro que la ruptura en Cataluña no es un paso o una fase de la ruptura política que Podemos quiere realizar en el Estado español. Son realidades diferentes y tendrán nuestra máxima solidaridad para su proyecto en España.”
Coincidimos en que la independencia es la única posibilidad actual de renovar la política catalana, y que la secesión podría ser muy positiva, a efectos políticos, incluso para España, si provocara en esta una reflexión profunda sobre los males inherentes a su régimen estatal. “Nos encantaría –asegura Caño– que desde otros pueblos del Estado se promovieran rupturas constituyentes similares a esta.”
El futuro no está determinado
Aunque su orientación es independentista, la Crida Constituent no niega que el futuro podría deparar algún hipotético vínculo político y administrativo entre Cataluña y España (federación, confederación…), del mismo modo que podría optarse por el Estado independiente. Pero ese estatus futuro deberá ser decidido libremente por la ciudadanía catalana, después de su emancipación política. “A partir de la plena soberanía, que se abra el debate, sobre todo si también se da un marco de ruptura política en el Estado español”, y lo mismo se preconiza con respecto a la relación con los Països Catalans. Esta versatilidad futura será posible porque se propone “una ruptura constituyente, no identitaria”.
Las elecciones que próximamente habrán de celebrarse en Cataluña si no prospera la propuesta lanzada por el president Mas al gobierno central (la convocatoria de un referéndum en el plazo de algunas semanas), ¿podrán avalar una declaración de independencia, en caso de mayoría cualificada de las fuerzas soberanistas? Caño recuerda que el advenimiento de la República, en 1931, estuvo precedido por unas elecciones municipales; sin embargo, afirma que los grandes cambios políticos y sociales “no proceden solamente de eventos electorales. Las elecciones no son fines, sino un medio más de expresión de los procesos sociales, y nuestro objetivo es crear una opción electoral que sea reflejo de los movimientos renovadores de la izquierda transformadora, para generar una nueva institucionalidad sustentada por una ciudadanía organizada y activa, que no esté secuestrada por los mercados y los grandes grupos de presión”. Por supuesto, no quiere esto decir que el hipotético nuevo Estado exigirá a sus ciudadanos una actividad perenne e intensa en movimientos, coordinadoras, asambleas… “La cuestión es que todos estén debidamente informados y conozcan los mecanismos e instancias de participación, para integrarse en ellos cuando lo crean conveniente.”
La necesidad del conflicto democrático
Por supuesto, esa lucha de ideas y mensajes que propone la Crida Constituent se reflejaría en un debate público acalorado y, seguramente, en un conflicto social. Sin embargo, Caño no tiene miedo a las tensiones que puedan derivarse de ello, por considerarlas intrínsecas a todo proceso genuinamente democrático que vaya acompañado de luchas de emancipación social. “Tenemos el deber de protagonizar este momento histórico. A nivel de Estado, la cultura política de la Transición está agotada y Podemos ha roto con el bipartidismo. A nivel social, la gente está sufriendo con la crisis económica. Y a nivel de Cataluña, nos encontramos en un momento de emergencia política. O nos espabilamos y plantamos cara o no cambiará nada. Si no, puede darse una ruptura entre el Estado y Cataluña y nos encontraremos con las mismas políticas, los mismos presupuestos antisociales, la misma privatización de la sanidad, los mismos recortes… Políticas hechas por los de siempre y al servicio de los de siempre. Es la hora de la rebelión democrática.”