Informaciones contrastadas apuntan a que el Estado Islámico —o DAESH— recibió ayuda europea y estadounidense durante los primeros compases de la guerra siria, cuando los intereses estratégicos de las potencias occidentales exigían la rápida caída del régimen de Bashar al-Asad. Los estrategas no comprendieron que estaban cebando a un enemigo futuro, interesado en crear una situación bélica internacional que pueda manipularse ante la opinión pública como enfrentamiento global entre religiones. Tampoco parecen haber preocupado mucho a esos mismos gobiernos las atrocidades cometidas por el DAESH contra otros musulmanes y las minorías cristiana y yazidí, tanto en Irak como en Siria, hasta que el rostro del horror se apareció en una de las ciudades emblemáticas de Europa, recordando los ataques anteriormente cometidos por otra organización yihadista, Al-Qaeda, en Nueva York, Madrid, Londres y otros muchos lugares del planeta.

altEn un comunidcado emitido tras el múltiple atentado de París, la central sindical libertaria Confédération Nationale des Travailleurs-Solidarité Ouvrière (CNT-SO) calificó la acción de “acto monstruoso”, condenó “el oscurantismo religioso”, recordó a los luchadores por la libertad de Tunicia y el Kurdistán y advirtió contra el discurso ultraderechista “de la extigmatización de las personas de origen extranjero, de los musulmanes e incluso de los refugiados, los mismos que huyen de la barbarie”. A continuación denunció la parte de responsabilidad de Occidente en estos hechos, ya que sus intervenciones en Afganistán, Irak y Siria “desestabilizaron las sociedades civiles” de dichos países y crearon “los terrenos propicios para la radicalización extremista”, dentro de una estrategia “de monopoly guerrero e imperialista” en la cual “los pueblos son las grandes víctimas”. Finalmente, advirtió contra “las leyes de seguridad que amenazan las libertades” y pueden suponer la represión de las luchas sociales.

Revista Rambla departió con el historiador Frank Mintz (Montpellier, 1941) acerca de la crisis de Oriente Medio y, de modo especial, sobre el atractivo que ejerce el yihadismo sobre ciertos jóvenes franceses. Mintz (Montpellier, 1941) se precia de ser hijo de un apátrida, exciudadano soviético refugiado en Francia; estudioso de los movimientos sociales, ha publicado varios ensayos sobre el movimiento anarquista español, entre ellos Autogestión y anarcosindicalismo en la España revolucionaria (2006). En la actualidad forma parte de la Secretaría Internacional de CNT-SO.

Para empezar, nuestro interlocutor destaca las diferencias entre las dos organizaciones de origen suní que han liderado el terrorismo yihadista en los últimos veinte años: “De la comparación entre la estructura ideada por el grupo de Bin Laden y el Estado Islámico surge inmediatamente una diferencia abismal: una estrategia militar relativamente clásica y con financiación oculta” en Al-Qaeda, “versus  objetivos socioteológicos de limpieza social genocida yuxtapuestos con fines militares financiados por operaciones de tipo mafioso, inherentes al capitalismo”.

En cuanto a su origen doctrinal y milìtar, Mintz se pronuncia categórico: Añade Mintz: “El islam radical suní viene directamente de Arabia Saudita y de los emiratos del Golfo, y su promoción se correspondió con los intereses de países colonialistas directos e indirectosEstados Unidos, Francia, Reino Unido, etc.— cuando luchaban contra la influencia y el peligro de la Unión Soviética en Afganistán, así como para aislar a Irán. Arabia Saudita ha expandido su visión racial del islam desde la península balcánica hasta Europa occidental, de un lado, y hasta Marruecos, del otro, completando así su influencia en el continente africano”. Posteriormente, “el impacto de las crisis económicas locales —como el caso de Argelia, en el período 1980-1995— y mundiales dio visibilidad y eficacia a las organizaciones caritativas que acompañan el islam radical y que viven del maná de Arabia Saudita. Es un remedo del catolicismo puro y duro del siglo XIX”, que empleó métodos idénticos para crear una masa clientelar de feligreses opuesta a las novedades ideológicas aportadas por el movimiento obrero.

Combatiendo la leyenda negra de la banlieu

Al-Qaeda ya trajo el horror a Europa, con los atentados de Madrid (2004) y Londres (2005). Ahora, DAESH ha desembarcado trágicamente en Francia, pero no con bombas colocadas por extranjeros sino mediante ataques convencionales propios de la guerra de guerrillas, de la mano de ciudadanos europeos radicalizados

¿Cuál es la causa o causas de que jóvenes franceses y de otros países de la Unión Europea se sumen a la yihad? La inmensa mayoría de ellos proceden de barrio periféricos de las grandes ciudades (en Francia, las banlieus), donde se enfrentan a condiciones de vida deterioradas por las falaces políticas de ajuste imperantes en la Unión; una situación de empobrecimiento colectivo derivada de la desvergüenza criminal de los círculos financieros, así como la negligencia cómplice de los gobiernos que en su momento incumplieron con las funciones de vigilancia y regulación que tenían atribuidas. Es en estos ambientes donde también se ha predicado una interpretación radical de la religión islámica, inspirada por el wahabismo (corriente religiosa originaria de Arabia Saudita). No obstante, Mintz advierte de que la mayoría de los individuos radicalizados “no suelen proceder de escuelas coránicas ni de familias rigurosamente creyentes. Tampoco hubo en estos países [de la Unión Europea] organizaciones musulmanas políticas, obreras o juveniles capaces de provocar una reacción violenta contra la sociedad, que no hubiera existido de no haberse dado la súbita aparición del Estado Islámico”.

Las banlieus tienen una larga historia de conflictividad social cuyo estallido más reciente tuvo lugar en 2005. Sin embargo, el ideal yihadista carecía entonces de la implantación con que actualmente cuenta. Mintz puntualiza que “el problema de los habitantes de las periferias urbanas en Francia ya se planteaba a inicios de la década de 1980, cuando tenían poco peso los efectos de la crisis económica. Era y es una situación de desequilibrio en el acceso a centros escolares y culturales equiparables a los de las ciudades, a puestos de trabajo «estimulantes» (tanto por el salario como para la autoestima) y, por tanto, al consumo de gama alta”, a lo cual se suma “el desprecio administrativo y clasista, así como la prepotencia de los triunfadores, que provoca entre los perdedores una solidaridad barrial. Es una unión que aúna a la gente de la periferia más allá de colores de epidermis, de distinciones religiosas, lingüísticas, etc.”. Situación que se ha agravado conforme los últimos gobiernos de Francia adoptaban medidas de austeridad económica. Debido a esta falta de expectativas materiales reales, el yihadismo “se nutre mayoritariamente de jóvenes de familias más o menos observantes del islam o ajenas a este, que anhelan una vida de aventuras ya anunciada en los tebeos, los seriales y los filmes de estilo Hollywood. Algunos regresan al «infierno» donde vivían porque el «paraíso» yihadista no colmó su sueño”.

“Antes de que se hablara de la influencia ideológica de los clérigos musulmanes, cuya formación confiaban los gobiernos francesestanto de derecha como de izquierda— a Argelia y Arabia Saudita, era la misma comunidad de creyentes la que se apartaba de los fanáticos”,sobre todo las mujeres, dado el patriarcalismo violento que se predicaba, pues se exigía la sumisión absoluta del elemento femenino (buen ejemplo de ello brindó la organización Ni putas ni sumisas, fundada en 2002 por Fadela Amara). “Con la crisis, las organizaciones caritativas islámicas sirvieron y siguen sirviendo para el lavado de cerebro de las gentes necesitadas, que muchas veces rechazan la violencia predicada pero se encuentran entre la espada y la pared: o acatan las órdenes religiosas a cambio de subsidios, o desobedecen y pierden el dinero”. Mintz no puede resistirse a un amargo chascarrillo: “En este caso, Alau akbar se ha convertido en Parné akbar”.

De cualquier modo, “el porcentaje de simpatizantes del yihadismo es mínimo, no llega ni al uno por ciento” de los jóvenes musulmanes de Francia. Además, “muchos jóvenes francesessobre todo las mujeres— de origen magrebí soportan mal la exageración del culto musulmán”. Pero ellos, al igual que la “fuerte minoría no religiosa” de origen magrebí, se sienten tan discriminados por los franceses “de pura cepa” como por sus vecinos islamistas fanáticos.

La polarización de la sociedad francesa

Cambio de tercio: abordamos la asimetría entre la percepción de la barbarie en países ajenos y en nuestra propia casa. Parece evidente que los muertos de los atentados de Beirut o Bagdad, o las decenas de miles de refugiados sirios, no sobrecogieron del mismo modo a los gobiernos europeos que los asesinatos de París. Como tampoco es igual la resonancia mediática de unos atentados u otros, lo cual no extraña a Mintz: “Los poderosos medios de comunicación del Primer Mundo ya silencian los 19.000 niños que mueren cada día de hambre (cinco millones al año según la FAO), como tampoco se hacen eco de las fumigaciones nocivas para el medio ambiente y los seres humanos”. Así pues, un desprecio más, porque eso y no otra actitud suponen el silencio o la mención superficial que precede al olvido.

Francia se dispone a redoblar su intervención en Siria, aunque su intromisión en los asuntos de Oriente Medio ya resulta añeja, pues no en vano “participó en la invención de las fronteras de Siria y Líbano después del desmembramiento del Imperio turco, tras la Primera Guerra Mundial”. Pero, en la actualidad, ¿qué negocios concretos tiene Francia en la zona del conflicto? ¿Por qué estaba tan interesada en la derrota de Bashar al-Asad? Básicamente, el interés comercial armamentístico, sostiene Mintz, pues “los éxitos de la industria armamentista francesa” precisan de un amplio mercado internacional que en Siria se pretendía garantizar con el cambio de régimen y al que ahora puede darse importante vía si la guerra se intensifica.

No le consta que la población francesa sienta, tras el atentado de París, un rechazo mayor hacia la emigración o la población de origen magrebí y musulmán. “No me parece que haya una diferencia sensible para el francés de a pie.” Sin embargo, está socialmente en entredicho la acogida de refugiados, ante lo cual, “el gobierno, que siempre fue muy discreto y reservado en este asunto, es muy probable que ahora, con el tema de la seguridad, vaya a endurecer las limitaciones a la entrada de refugiados, sea cual sea su origen geográfico”. [La entrevista tuvo lugar antes celebrarse la primera vuelta de las elecciones regionales francesas del pasado domingo 6 de diciembre, ganadas por el ultraderechista Frente Nacional, resultado sobre el que con mucha probabilidad tuvo influencia el múltiple atentado de París.]

Parece indudable a nuestro interlocutor que los frentes patrióticos surgidos en estas situaciones de crisis sirven para adormecer la memoria pública y hacer olvidar a los ciudadanos los problemas económicos y de desigualdad hoy agravados en las sociedades occidentales. Además, dividen a la población en bandos enfrentados. Mintz recuerda la reacción popular ante los asesinatos cometidos también por yihadistas en la sede de la revista satírica Charlie Hebdo y en un supermercado kosher: “En enero de 2015, la ceremonia unitaria convocada por el gobierno fue una victoria efímera, porque hoy por hoy el sentimiento patriótico está dividido entre quienes enfatizan la Patria blanca, cristiana, con ayudas sociales únicamente para los nuestros; y los que pregonan la Francia «Black, Blanc, Beur» de los jugadores de origen africano, europeo y magrebí de la selección de fútbol victoriosa en el Mundial de 1998. Dicho de otro modo, hay dos Francias: la del chovinismo y odio frente a la mezcla étnica, y la de la tolerancia. Puedo parafrasear a Antonio Machado y concluir con «Francesito que vienes al mundo, una de la dos Francias ha de helarte el corazón»”.

Y de repente, la represión

Es una evidencia, a juicio de Mintz, que la situación de temor derivada del golpe propinado a Francia por DAESH puede suponer un recorte de las libertades y los derechos civiles por parte del gobierno galo: “se pretende normalizar en la Constitución una serie de leyes arbitrarias de vigilancia y control social que antes eran medidas excepcionales y provisionales”. Y suele ocurrir que este tipo de iniciativas se ceban con las organizaciones políticas, sindicales y meramente civiles que mayor actividad contestataria desarrollan en las calles, entre ellas CNT-SO, en la cual, por cierto, “tenemos una mayoría de afiliados de origen y nacionalidad de países de África del Norte y subsahariana, sin contar a los numerosos miembros franceses de origen extranjero. Es casi seguro que si se cumple la reforma constitucional anunciada, la nueva carta magna contemplará las expulsiones de extranjeros potencialmente peligrosos, y que será facilitada y acelerada la retirada de la nacionalidad francesa [que actualmente reconoce el ius soli (derecho de suelo), según el cual todo nacido en Francia es francés] a ciudadanos «desafectos»”. Supuesto, este último tan ambiguo a primera vista que, se teme, pueda ser aplicado discrecionalmente a cuantos incordien por uno u otro motivo al gobierno de turno.

CNT– SO va a participar en los actos y movilizaciones contra el recrudecimiento de la guerra en Siria, “y contra todo tipo de acción francesa bélica, directa o indirecta, porque cada intervención o venta de material militar supone matar a inocentes, y acarrea exprimir más a la clase obrera para que siga produciendo a tope, con sueldos congelados y creaciones de empleo a cuentagotas que agravan el problema del desempleo”. Al fin y al cabo, mucho más eficiente que los bombardeos sería “que los países neocolonialistas cambiaran sus vínculos con Arabia Saudita, en aras de la estabilización de la región, e impidieran el tráfico de petróleo del DAESH”, además de apoyar la lucha del pueblo kurdo, baluarte contra el yihadismo al que Turquíaotra aliada de las democracias occidentales— ha causado tanto o más daño militar que el propio DAESH.

Para acabar: ¿hay alguna forma de evitar que Siria e Irak sean borrados por la guerra de la faz de la Tierra?: “¿Es posible que los países del Primer Mundo no mantengan guerras para probar y mejorar su armamento? No lo creo”.

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