«Ahora que lo pienso, se me ocurre que quizás por esta falta de héroe central, el Eternauta es una de mis historias que recuerdo con más placer. El héroe verdadero de El Eternauta es un héroe colectivo, un grupo humano. Refleja así, aunque sin intención previa, mi sentir íntimo: el único héroe válido es el héroe “en grupo”, nunca el héroe individual, el héroe solo.» Oesterheld
Osterheld tenía cuatro hijas que fueron secuestradas, torturadas, hoy tres de ellas permanecen desaparecidas. Sólo un cuerpo fue entregado a su madre. Tres posiblemente dieron a luz en campos de concentración donde estaban detenidas. Osterheld fue secuestrado en 1977y asesinado en 1978.
El autor de El Eternauta camina junto a las 30.000 almas de los argentinos desaparecidos detrás del féretro gris de Jorge Rafael Videla. Los muertos vienen marchando uno tras otro, con las caras negras, con los dientes negros, con las manos blancas. 30.000 almas que la memoria social recordará como aquellos que murieron por pensar, cantar, hablar, escribir, dibujar, pedir, exigir, manifestarse, por ser héroes colectivos.
El Eternautahabla de “ellos”, los de la Operación Cóndor, los que perseguían subversivos, montoneros, comunistas, terroristas, políticos, poetas, intelectuales, artistas, sindicalistas, idealistas, utópicos, políticos, estudiantes, profesores y hasta algunos que pasaban por allí fuera del horario del toque de queda. Las víctimas del Proceso de Reorganización Nacional, las víctimas del terrorismo de Estado.
Hoy el féretro de Videla será la barca que no cruzará el Estigia, Caronte se negará a mover los remos, nadie le pondrá el óbolo en sus ojos para pagar el viaje al inframundo. No beberá en un cenote, nadie le podrá una vasija con agua en la tumba. Como mucho lo enterraran bien abajo para que su alma no vuelva a molestar.
Algunos dictadores son ajusticiados, como Mussolini, quien gozó de un último vistazo al maravilloso Lago de Como y se dio en gustazo degritarle a Walter Audisio, “dispararme en el pecho”. Alguno se vio tan acorralado, como Hitler por ejemplo, que se suicido, ahorrando así los gastos judiciales y de mantenimiento en cárcel, yugo y patíbulo. Otros mueren en la cama como Franco, con la conciencia tranquila. Unos pocos mueren en la cárcel. Una idea les une a la hora de morir, creen hasta el final que han hecho las cosas como se deben hacer.
Los hombres mueren, pero las ideas no se matan, decía Voltaire. Lo bueno es que las ideas geniales no se pierden, lo malo es que las perversas tampoco. Y aquí las tenemos hoy, en Europa, Franco, Mussolini y Hitler se reorganizan el partidos fascistas con sus lideres minúsculos y descerebrados.
Espero que el Cono Sur repita cada día las lecciones de la memoria histórica, espero que recuerde cada uno de los muertos, cada uno de los desaparecidos, cada uno de los niños nacidos en cautiverio y a cada una de las abuelas que aún buscan a sus muertos y a sus vivos.
A Elsa Sánchez, la esposa de Osterheld, la muerte de Videla no le devuelve a su familia eso por descontado, ni a ella ni a nadie de los que buscan a sus hijos y nietos. Por eso no festejo.
Creo que festejar no nos sirve. Si, recordar, contar, escribir y publicar la historia tal y como fue e impedir la repetición de las malas ideas gracias a esos recuerdos de historia vivida. El Eternauta describió una realidad en forma de metáfora, de la única manera en que podía ser descrita, nos dejó un pedazo de historia en forma de arte, al menos esta idea no se mata.
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.