El que hasta ahora siempre había sido un gris acto protocolar de investidura, este sábado se transformó en una fiesta a la que cientos de ciudadanos asistieron entusiasmados. En la investidura, Ada Colau tomó posesión de su nuevo cargo de alcaldesa de Barcelona ante la expectación de una plaza llena que tanto vitoreó sus palabras como abucheó las pronunciadas por los representantes de “la vieja política”.
Crónica de la investidura Colau 2015
Los cientos de personas que llenaron la plaza de Sant Jaume este sábado en Barcelona han sido testigos del inicio de una nueva historia. Pase lo que pase a partir de ahora, la investidura como alcaldesa de Ada Colau marca un cambio en contenido y forma de lo que hasta hoy se ha querido entender como el gobierno de una ciudad. Para empezar, el hecho insólito de que el pueblo estuviera invitado “a la fiesta” con pantallas gigantes a la puerta del Ayuntamiento y, sobre todo, de que estuviera ilusionado con asistir a ella, hizo correr aires diferentes por una plaza desgastada.
Con inusual expectación, gente de todas las edades y procedencias, acudió a la cita de un acto protocolar hasta ahora lejano y aburrido. A las cinco de la tarde la número uno de la candidatura de unidad popular Barcelona en Comú (BC) tomaba posesión de su nuevo cargo con los apoyos de los demás partidos de izquierda (Esquerra Republicana, los socialistas y la CUP) y, alcanzando la mayoría absoluta, ponía fin a dos semanas de discusiones con republicanos y socialistas, principalmente, en torno a la cuestión soberanista.
En la plaza lo tenían claro, no más discursos vacíos, no más aguantar a quienes “no nos representan”. Cuando, luego de la votación y la entrega del bastón de mando a Colau, les tocó el turno a los representantes de cada grupo del consistorio, la gente escuchó solo lo que quería escuchar. De las palabras pronunciadas por Alberto Fernández Díaz, concejal del PP, no se pudo seguir ni una. Los abucheos, los gritos de “mafioso” o “fuera” taparon por completo su larga intervención. La indiferencia reinó mientras hablaba Jaume Collboni, candidato del PSC, y a Carina Mejías, de Ciutadans, la recibieron nuevamente los silbidos. La cereza del postre llegó con la comparecencia de Xavier Trias, ex alcalde de la ciudad por CIU, a quien no solo nadie quiso oír sino que como respuesta solo recibió del público el gesto de adiós con las manos.
Finalmente, les tocó el turno a los portavoces del partido ganador de las elecciones, Barcelona en Comú, y la plaza volvió a recuperar el entusiasmo y el silencio. Gerardo Pisarello, quien estará al mando de Trabajo, Economía y Planificación estratégica, fue el encargado de iniciar la intervención con un discurso que apeló a la implicación ciudadana y al diálogo entre las distintas fuerzas que a partir de ahora integran el consistorio barcelonés. “La pluralidad que representamos es producto de un aumento de la participación en todos los barrios y por eso tenemos que mostrar verdadera predisposición a escuchar a los otros”, aseguró.
También Pisarello hizo hincapié en otro de los puntos fuertes de la “nueva política” que llegó a las principales ciudades de la mano de candidaturas populares: la transparencia. “Los vecinos ya no quieren tener instituciones opacas que no los escuchan. Así que trabajaremos por conseguir más democracia política y económica, aquí dentro de las instituciones y afuera, en las calles, las escuelas, los hospitales”, remarcó.
No solo los parlamentarios estaban presentes en el emblemático salón Consell de Cent del Ayuntamiento, cientos de entidades sociales y vecinales de la ciudad también asistieron a la ceremonia, invitados- en un gesto inédito- por la candidatura de Colau en su investidura. «Para nosotros era muy importante que estuviesen aquí tanto nuestras autoridades políticas como las autoridades sociales. Porque aquellos que defienden el bien común en el día a día son realmente los imprescindibles», declaró durante su discurso de investidura Colau.
La voz se le quebró durante la investidura a Colau cuando recordó a una mujer mayor que la abrazó en medio de la calle para agradecerle la visibilidad que le había dado a la lucha de las mujeres. La anécdota le dio pie para emprender un homenaje a “las mujeres que se han dejado la piel por Barcelona”, como la luchadora antifranquista Emilia Salvo, presente en la sala, y la histórica activista vecinal de la Barceloneta Emília Llorca, fallecida en 2009.
La primera alcaldesa en la historia de la capital catalana también quiso dejar constancia de sus orígenes familiares humildes y su pasado de militancia- de los que está “muy orgullosa”- en respuesta a los desmerecimientos que de parte del resto de candidatos le llovieron durante la campaña. “No somos tan nuevos, tenemos una larga trayectoria”, recalcó Colau, recibiendo una fuerte ovación del público al mencionar su trabajo en las PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca).
El confeti estalló entre la multitud cuando la nueva alcaldesa cruzó la plaza Sant Jaume para ir al encuentro de Artur Mas en el Palau de la Generalitat y luego del breve intercambio de propósitos volvió a invadir el pasillo por donde ella y su equipo pasó para ocupar la esquina en la que Colau dio su último discurso de la jornada. En él repitió mucho de lo expresado dentro del consistorio pero añadió un aspecto antes omitido y que, sin embargo, es de vital importancia a la hora de explicar su auge en las urnas: “la empatía”. Eso es lo que ella le pediría a una alcaldesa si ahora mismo no lo fuera y eso es lo que muchos de sus seguidores le agradecen. “Basta de políticos de espaldas a la ciudadanía”, declaró.
Del mismo modo que Manuela Carmena en su toma de posesión en Madrid, en la investidura, Colau puso énfasis en la necesidad de un trabajo colectivo y en su voluntad de cumplir lo que ya es todo un lema para la “nueva política” en España: «mandar obedeciendo». «Estamos aquí para que nunca más haya ciudadanos de primera y de segunda», recalcó la flamante alcaldesa y terminó recordándoles muy seriamente a los barceloneses: “Echadnos si no hacemos lo que hemos prometido».
Día de fiesta para algunos y de luto para otros. En los municipios que durante más de veinte años controló el PP, un acto que hasta ahora había pasado sin pena ni gloria- la investidura de los nuevos alcaldes- se transformó en una gala que nadie se quiso perder. Con cobertura especial de los medios en todos las ciudades y miles de personas siguiendo las juras en pantallas gigantes a las puertas de los ayuntamientos, el solemne protocolo cobró un cariz espectacular. Y es que nadie duda de que se trata de un momento histórico para la política española, ni los que llegan ni los que se van. «La esperanza y la ilusión entran hoy en los ayuntamientos», declaró Pablo Iglesias durante la asunción de Manuela Carmena en Madrid. «Vamos a tener una nueva alcaldesa que nos va a hacer recuperar la dignidad», aseguró este sábado el secretario general de Podemos a su llegada al Consistorio, donde también afirmó que dirigentes como Ana Botella, Rita Barberá y Esperanza Aguirre «forman parte del pasado».
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.