altTras unas semanas y días de intrigas palaciegas en el Parlament de Catalunya, finalmente «Habemus Pregunta» y «Habemus Fecha«. Al estilo de nuestros tiempos, se trata de un pack dos en uno: «¿Quiere usted que Catalunya sea un Estado? Y si es así, ¿independiente?». Una fórmula que da cabida a distintas sensibilidades y que pone sobre la mesa el derecho democrático del pueblo catalán a decidir su futuro.

 

 

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Tras unas semanas y días de intrigas palaciegas en el Parlament de Catalunya, finalmente «Habemus Pregunta» y «Habemus Fecha«. Al estilo de nuestros tiempos, se trata de un pack dos en uno: «¿Quiere usted que Catalunya sea un Estado? Y si es así, ¿independiente?». Una fórmula que da cabida a distintas sensibilidades y que pone sobre la mesa el derecho democrático del pueblo catalán a decidir su futuro.

A pesar de que Artur Mas se ha erigido, una vez más, como el artífice de dicho acuerdo, el «mesías«, la Catalunya que quiere «el president» dista mucho de la que necesitamos la mayoría. La Catalunya de CiU és la Catalunya de la miseria, los recortes, los desahucios, el hambre, la pobreza y la represión. Y su derecho a decidir se enmarca en una encotillada visión de un soberanismo políticamente correcto que solo permite decidir si «Estado propio o no» o «Estado independiente o no». El cómo queremos que sea dicho Estado, parece ser, como diría el ex-muy honorable Jordi Pujol, «hoy no toca«.
 

Nosotros, los de abajo, necesitamos una Catalunya republicana y del 99%, esa que no debería saber ni de papeles, ni banderas, ni DNIs. La que construimos en nuestro día a día, a partir de la solidaridad, la ayuda mutua, la cooperación y la desobediencia. La Catalunya de los sin trabajo, sin casa, sin educación, sin sanidad, sin papeles, porque nos lo están robando todo. La Catalunya a quien espían, golpean, detienen, quitan un ojo, a la que quieren silenciar y se resiste, aunque les pese.

Necesitamos una Catalunya amiga de otros pueblos, empezando por los que configuran el Estado español. No aquella que tacha a sus vecinos de ladrones, con un «Madrid nos roba«, pensando que así olvidaremos a la panda de cleptómanos que tenemos en casa. El discurso hegemónico nacionalista, ya sea catalán o español, conduce a la confrontación entre clases populares reduciendo, intencionadamente, el derecho a decidir, el soberanismo o la independencia a una lucha de banderas. El quid de la cuestión no está en cambiar una enseña por otra sino en llevar esta independencia hasta sus últimas consecuencias. O lo que es lo mismo: exigir una Catalunya libre de pobreza, recortes, banqueros-ladrones, paro, desahucios, políticos-corruptos, hambre, y represión.

O nos quedamos como estamos, en una España retrograda que no entiende de derechos ni democracia y no permite algo tan elemental como la celebración de una consulta, o apostamos por un nuevo país y un proceso constituyente que de al pueblo de Catalunya la posibilidad de decidir enteramente su futuro. La independencia per se no nos garantiza ni un país ni una vida mejor, la Troika nos tiene atados y bien atados, pero nos da la oportunidad de intentar recuperar nuestro porvenir. Para conseguirlo no se trata de arrimar el hombro con aquellos que arriba en las instituciones recortan y reprimen con una mano mientras levantan la senyera con la otra, sino de empujar con los de abajo. Ser capaces de vincular cuestión social y nacional es el principal reto que tenemos. O eso o seguiremos siendo carne de cañón de populismos, ya sea catalanes o españoles.

Levantarnos acompañados de esa izquierda social y política en tantos otros frentes del Estado que quiere, también, un futuro mejor. La independencia de Catalunya es hoy el mejor mecanismo para hacer saltar por los aires la antidemocràtica Constitución de 1978 y dar la oportunidad a muchas otras gentes del Estado a decidir su mañana en clave constituyente. Estos son nuestros aliados y no nuestros enemigos, no lo olvidemos.

Una vez fijada la pregunta y la fecha ahora hay que garantizar que la consulta sea una realidad. Esto implica una doble presión social: frente al gobierno español para que no pueda liquidarla de forma autoritaria y ante el gobierno catalán para que vaya hasta al final con todas sus consecuencias. El futuro de Catalunya no lo podemos dejar en manos de políticos de salón de fácil billetera y estadistas de altos vuelos. Hay demasiado en juego. El derecho a decidir, la independencia y la consulta solo serán posibles con movilización y lucha en la calle. Nos tenemos que reapropiar de todo aquello que nos han robado, no se trata de un cambio de estandartes sino de algo tan elemental como nuestros derechos.

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