La pasada semana estuvimos en La Punta, anteriormente una pedanía de huerta al sur de Valencia, en la que hace más de 15 años desembarcó la ZAL (Zona de Actividades Logísticas) del puerto de Valencia, destruyendo a su paso gran parte de la huerta de Valencia, deportando a más de un centenar de familias y arrasando campos y casas. Todo para dejar al puerto un enorme solar urbanizable que ahora languidece olvidado y sin uso. Los vecinos y colectivos sociales resistieron la embestida, y aunque no pudieron evitar la destrucción de La Punta, lograron parar la puesta en marcha de la ZAL.
En pleno siglo XXI y con el panorama de crisis ecológica en que vivimos, parecía más que conveniente repensar el futuro de La Punta, pero los políticos tampoco ahora lo consideran relevante, es más, pretenden reactivar el proyecto de la ZAL adornándolo con un “corredor verde” y un carril-bici, lo que lejos de mejorar la situación, sirve sólo para enmascarar que La Punta vuelve a quedar fuera de los proyectos de protección de la huerta y el litoral.
En este contexto, vecinos y asociaciones tratan de dar visibilidad a esta realidad para así forzar un diálogo con la administración, y que se logre abrir un proceso de participación ciudadana en el que se decida qué uso dar a estos terrenos y de paso, que se reparen las injusticias cometidas con los vecinos y que se dé la oportunidad a las familias deportadas de volver y trabajar las tierras de l’Horta de la Punta.
Nosotros fuimos invitados a formar parte del proyecto Sensemurs en el que grandes artistas urbanos se reunieron durante 2 semanas para apoyar estas reivindicaciones vecinales y conseguir, mediante su mejor trabajo, dar lustre a los muros de La Punta, y que se hable de su problemática.
Para nuestro proyecto tuvimos como anfitriones a la asociación de vecinos “Recuperem La Punta”, que lleva tiempo dando voz a los vecinos, y la Asociación Arca de Noé, que trabaja con niños y mujeres de la zona en situación de desigualdad.
Con la colaboración de estos niños, amigos, y asociaciones, dimos vida a un jardín de apariencia algo radiactiva, formado por 1.000 envases de plástico reciclado, donados por vecinos y por el Ecoparque de Valencia.
Lavamos y acondicionamos los envases, y los llevamos a un descampado, de los muchos que hay por la zona, seco olvidado y lleno de basura. Los llenamos de agua verde y les pusimos luz, añadiendo todo tipo de plantas de las que crecen descuidadas y tristes por la zona.
Queríamos escenificar, de manera metafórica, un panorama insano en el que la destrucción de todo lo natural y sostenible en las áreas urbanas, y su sustitución por productos prefabricados adquiridos envasados en el supermercado, nos va a llevar a olvidar qué apariencia, olor y sabor tiene el campo.
Y quizás, para recordar lo que fue natural y sano, tengamos que acudir a parques temáticos diseñados artificialmente con grandes alardes tecnológicos, en los que habrá que pagar por disfrutar de un ecosistema pseudonatural controlado, que suplantará el que destruimos. Pero entonces será un negocio para grandes empresas y no dañará sus intereses especulativos, ni tampoco estará al alcance de todos los públicos, pero eso importará poco. Algo de esto hemos visto en nuestro viaje a Singapur y da bastante miedito.
Además de los problemas de la destrucción de los recursos naturales, queríamos también poner un punto de atención (como solemos hacer) sobre los peligros del exceso del consumo de plástico y su incorrecto reciclaje. Precisamente en zonas como La Punta tiene bastante sentido, ya que la falta de recursos para construir con materiales de calidad, el abandono de grandes extensiones de terreno donde se acumula la basura, los invernaderos de bajo coste y el común consumo de agua envasada de la población, hacen que este material esté muy presente en el paisaje.
Lo mantuvimos unas horas y después lo recogimos todo y reciclamos los materiales, devolviendo el plástico a su lugar de origen para que no quedara rastro de nuestra presencia en la huerta.
En esta acción fuimos de la mano de muchas personas especiales con nombre propio que no queremos dejar de mencionar: Xavi, Ignasi, Lucia, Darío, Juanmi, Nacho, Rocío, Carolina, Rafa, Elisa, Eleni, José Vicente, Marisol, Anaïs, Paqui…
Otras asociaciones que también trabajan en la zona, como Per l’Horta, Acció Ecologista Agró, Plataforma Horta es futur, Associació De Veïns i Veïnes Castellar-L’Oliveral.
Y los artistas Blu, San, Sam3, Hyuro, Borondo, Aryz, Anaís Florin, Elías Taño, Les Bovaes y Ana Penyas, que han dejado allí su trabajo de forma altruista, por la mejor de las causas. Gracias muy especiales a Escif por invitarnos y darnos cobertura.
Podéis encontrar más información sobre lo que está pasando en La Punta aquí.
Tiempo de montaje e instalación: 2 días
Daños ocasionados: 0.
Permanencia de la intervención: 4 horas.
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