Jordi Prat es un amante del Blues, del Rock and Roll, de la literatura y del cine norteamericano. Ha viajado innumerables veces a los Estados Unidos acompañando a grupos que quieren recorrer las zonas culturales más destacadas del Sur profundo y también otras regiones. Después de más de 20 años viajando, ha recopilado sus vivencias por las carreteras americanas y lo que ellas le han inspirado en un libro: “Luces, neones y sombras desde el motel” (Editorial Seleer). Son 42 narraciones para hablar de la otra América, de la América donde los perdedores tienen mucho más que contar que no aquellos a los que la vida les ha sonreído.

Jordi Prat durante la presentación del libro Luces, neones y sombras
Jordi Prat durante la presentación del libro Luces, neones y sombras

¿Este libro es como una road movie? ¿O son recopilaciones de viajes diferentes?

Algunas de sus historias sí que tienen tintes de «road movie» total y son fruto de muchas experiencias, no sólo personales, implementadas durante los viajes, sino también nacidas a lo largo de los años nutriéndome de los clásicos norteamericanos, tanto literarios como cinematográficos. Mis viajes son vinculantes con ciertos relatos, pero no con todos. Como Jessica Lange y sus fotografías con los cuentos de Sam Shepard.

¿Sam Shepard es un maestro para usted?

Es que es el maestro del relato corto americano. Su capacidad de síntesis y de aglutinar en pocos párrafos sentimientos, descripciones y situaciones debería servir de ejemplo en las universidades y escuelas de literatura. Si le añadimos la clarividencia de John Steinbeck para describir el alma humana, seguramente obtendríamos el mejor retratista de la otra Norte América, la que no sale en los libros de historia, pero se cuenta en cada uno de sus caminos.

¿Su libro “Motel Chronicles” le ha servido de inspiración?

No solo éste, sino que otros como «Cruzando el paraíso», el guion de «Lengua silenciosa» o el «Rolling Thunder», siguiendo las huellas de Bob Dylan. Su manera de escribir directa, áspera y sin contemplaciones, a veces casi en forma de puñetazo literario transmite aquello que solo los privilegiados pueden conseguir, transformar en palabras algo que uno siempre había pensado o sentido, pero no había encontrado la forma de verbalizar.

El motel Supai, en el estado de Arizona
El motel Supai, en el estado de Arizona

¿Y por qué casi todas las narraciones tienen finales abiertos?

El final abierto siempre es mucho más generoso para el lector y le obliga a comprometerse con el relato de manera que puede elegir el camino o carretera que mejor le convenga. Creo que muchas historias deben estructurarse de esta manera para proporcionarles precisamente ese atractivo adicional de espacio infinito, y también de oportunidad aleatoria, que solo el destino y la soledad saben administrar en algunas ocasiones de manera caprichosa y sorprendente.

¿Puede explicarnos el origen de la fotografía de la portada?

La autora de la fotografía es una muy buena amiga y excelente retratista, también enamorada de los Estados Unidos. Cuando me la mostró, en algún sitio perdido de Arizona que ambos conocemos muy bien, supe en seguida que iba a tener trascendencia. Esa sensación de silencio que produce el desierto, casi ingrávido y lunar resulta embriagador y hechizante, aunque a ciertas personas le pueda generar cierta ansiedad. Contextualizada con los relatos, resulta idónea para entender lo que puede ser un motel situado en ninguna parte. Un oasis de tranquilidad, descanso y abstracción, pero también de melancolía y de oscuridad, cuando cada uno debe enfrentarse a sus propios demonios o a los fantasmas del pasado que siempre nos acechan y con los que hay que aprender a convivir.

¿Es verdad que el origen de cada relato es usted escribiendo a mano unas líneas en un papel, en una libreta o en cualquier soporte? Igual es la manera…

Es que, en ciertos relatos, la musa de la inspiración irrumpe como un flash dentro del cerebro y uno debe atender siempre su llamada puesto que, en su exigencia, a veces no permite el añadido de la memoria o el recuerdo, por lo que rápidamente hay que agarrarse a un clavo ardiendo, en este caso, cualquier pedazo de papel susceptible de acumular garabatos, aunque sea solo la idea o en su defecto un par de frases o un pequeño párrafo con vida por delante.

¿Cuál es el valor de escribir sobre papel?

Para mí, el papel resulta indispensable tanto en la escritura como en la lectura. Sin renunciar a otros formatos más acordes con la gestión personal del espacio, el papel se mimetiza siempre con el lector y tal vez más con el escritor. Su olor, su textura, su sonido al pasar las páginas y la sinfonía emitida por un lápiz, una pluma o un rotulador al enlazarse con la cuartilla pertinente roza el romanticismo más puro. Una manera más de ir en busca de la belleza tan necesaria en nuestros días.

¿Por qué hay gente que todavía cree en el valor del papel, de leer en papel?

Personalmente, pienso que el formato digital nunca podrá substituir el encanto del papel. El formato físico resulta siempre algo más personal y vinculante entre lector y autor. En buena medida se parece al vinilo si nos referimos al soporte musical. Sin entrar a valorar la calidad de sonido, su encanto radica en el hecho de que adquirir un vinilo es casi como obtener un pedacito de ese músico por el que apostamos. Con los libros pasa algo parecido. En cuanto a la escritura, la comunión directa de lápiz o pluma con la desafiante cuartilla nos traslada al reto absoluto entre imaginación y soledad.

¿Romántico?

Seguramente sí, pero no creo que algo de romanticismo siente mal en estos tiempos.

Harmony motel, en California
Harmony motel, en California

Al contrario, es muy necesario. En sus narraciones, y también en sus viajes por Estados Unidos, se percibe claramente que es una sociedad contradictoria.

Totalmente. Los Estados Unidos forjan sus cimientos en dos de las tragedias más abominables que han azotado la era moderna: la repugnante esclavitud y el execrable genocidio del pueblo indígena, los verdaderos norteamericanos. Con semejantes simientes, las contradicciones encuentran siempre donde remontarse. Además, con el contexto que sacude el mundo actual, en permanente paradoja, le han añadido la polarización en casi todos los ámbitos. Blanco o negro sin oportunidad para ningún gris sea del tipo que sea. Un futuro un tanto inquietante…

¿Es cierto que, en el Sur, muchas zonas parecen un Tercer Mundo dentro del Primer Mundo?

El sur de los Estados Unidos es tremendamente adictivo por su historia, por su cultura, por su topografía, su música y por encima de todo, la hospitalidad de sus gentes, fruto tal vez de la precariedad y el expolio grabado con fuego y sangre en la piel de generaciones pretéritas. Aun así, pienso que términos como «primer mundo / tercer mundo» o «derecha / izquierda» si nos situamos en política, han quedado un tanto obsoletos. Las sociedades cambian y con sus transformaciones demandan otro tipo de terminología y quizás, lo que es más importante, un esfuerzo adicional por parte de todos, tratando de asimilar esos cambios y pelear para que se postulen en un aporte de positividad y optimismo.

Le entiendo. Bueno, era una manera de hablar… Quería decirlo en el sentido sobre si algunos afroamericanos viven allí, igual que muchos blancos pobres también, como si no hubiera pasado el tiempo desde que se fue creando la música Blues, por ejemplo. En algunas zonas es como si pocas cosas hubieran cambiado, aunque ha cambiado la economía, la agricultura, la industria…

Desde ese punto de vista, le doy toda la razón. En algunas zonas, si uno poseyera la capacidad de poder ver y mirar en blanco y negro, como si la propia visión fuera un angular fotográfico, tendría la sensación de estar en plena década de los cincuenta, con los guetos, la segregación conviviendo con los ciudadanos de primera y los de segunda. El racismo y la discriminación están institucionalizados de manera intrínseca y forma parte del «American way of life» guste o no, pero es su país y hay que respetarlo, aunque no por esa razón compartirlo.

Muchos de sus protagonistas parecen ser perdedores. ¿Le atraen más los perdedores?

Sinceramente, creo que, en este tipo de historias, los perdedores tienen mucho más que contar que no aquellos a los que la vida les ha sonreído. En cualquier caso, a todos los que compartimos un espíritu contradictorio, y nos gusta nadar a contracorriente, el «lado oscuro» nos resulta siempre sumamente más atractivo.

¿Cuántas veces ha estado en Estados Unidos?

Si soy sincero, no llevo la cuenta. Cada viaje me lo planteo como un nuevo reto, más allá de la profesionalidad, y es una buena manera de mantener la ilusión de aprender, descubrir y compartir.

¿Ha notado algún cambio desde su primer viaje hasta hoy en día?

En más de veinte años que llevo cruzando el Atlántico, la sociedad norteamericana ha sufrido cambios parecidos a los que han sobrevenido en el resto del mundo occidental con los matices pertinentes. Allí, cada estado es como un país diferente y se hace difícil generalizar, pero sí que te puedo contrastar un paulatino proceso de deshumanización en favor del mal llamado progreso y las tecnologías, aparte de la polarización política, casi rozando la fractura social. Lógicamente, y al igual que sucede en nuestra geografía, esa evolución es mucho más acentuada en las grandes ciudades, dejando el ámbito rural más al amparo de la inocencia. Los Estados Unidos siguen conservando su autenticidad en las pequeñas poblaciones, libres de la influencia y corrupción que habita con mayor intensidad en el asfalto de las grandes metrópolis.

¿Y cuál es el próximo viaje que tiene previsto allí?

A corto plazo, el próximo agosto vamos a disfrutar de una nueva «Elvis Week» recorriendo el llamado triángulo Elvis: Memphis, Tupelo, Nashville. Y en septiembre recorreremos una vez más la Costa Oeste combinando paisaje, ciudades, música y todo aquello que pueda proporcionar buenos recuerdos y mejores «inputs» una vez de regreso. Para el 2025 añadiremos Alaska, el Chicago Blues Festival, la Route 66 y seguramente algún recorrido exclusivo tras los pasos de Billy «The Kid», Wyatt Earp y otras «perlas» del viejo Oeste.

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