“La creciente desigualdad es uno de los mayores desafíos sociales, económicos y políticos de nuestros tiempos”. Si nuestros políticos conservadores leyeran esta frase, enseguida se la atribuirían a algún economista progre o a cualquier político izquierdista. En realidad, es la sentencia con la que la muy derechista The Economist encabeza su último Informe Especial sobre la Economía Mundial, de 28 páginas.

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Ilustra Evelio Gómez.

Pero no sólo esa reverenciada biblia neoliberal está de pronto inquieta por la tremenda injusticia del sistema capitalista, sino que las más reputadas instituciones académicas de EEUU y hasta el propio FMI están ahora dando la voz de alarma porque parece que acaban de descubrir que ese perverso enriquecimiento de unos pocos a costa de la inmensa mayoría es lo que causó la crisis y después está impidiendo que salgamos de ella. Como denuncia desde hace tiempo, claro está, el profesor Viçenc Navarro en Público.

Lo novedoso no es esa iniquidad, que todos conocemos aunque traten de ocultarla bajo camuflajes populistas, sino que por fin “ahora el establishment económico está muy preocupado sobre quién acumula cuánto” porque “las investigaciones de los economistas del FMI indican que la desigualdad de ingresos frena el crecimiento, causa las crisis financieras y debilita la demanda”, pontifica The Economist como si eso no fuera evidente. “Un informe del Foro Económico Mundial en Davos señaló la desigualdad como el problema más acuciante de la próxima década”.

Porque, según dicha investigación del FMI, de los economistas Andrew G. Berg y Jonathan D. Ostry, en países con un elevadísimo grado de desigualdad –como EEUU o España, donde padecemos el mayor nivel de toda Europa, sólo detrás de Letonia– ese abismo entre los muy ricos y todos los demás puede reducir hasta en un tercio el crecimiento económico nacional. Un cálculo difícilmente refutable que es totalmente desdeñado en los Presupuestos Generales del Estado presentados por el ministro Montoro, que sin duda agravarán aún más las desigualdades sociales.

El ejemplo estadounidense es devastador. La desigualdad en EEUU está en su cota más alta desde la Gran Depresión: el 1% de los norteamericanos posee una sexta parte del PIB, y el 10% controla la mitad de toda la riqueza del país, según los datos recopilados por dos eminentes académicos de la Universidad de Berkeley y de la Paris School of Economics. Índices que, por cierto, son casi idénticos a los de España en ese mismo estudio internacional.

Además, durante la incipiente recuperación en EEUU se ha multiplicado ese pillaje: aquel mismo 1% más rico se ha apropiado del 93% de todas las ganancias obtenidas en el primer año de crecimiento tras la recesión provocada por el crash financiero del casino bursátil, tal como explica el profesor Emmanuel Saez, uno de los autores de la investigación.

También la OCDE ha advertido este mismo año a Washington de las “consecuencias negativas” que están teniendo las enormes desigualdades económicas que imperan en EEUU. Puesto que, según el Economic Policy Institute de la capital estadounidense, en estos momentos el 1% de las familias acumula ya más porción de la riqueza nacional que el 90% de los hogares menos pudientes. Es el fin de la clase media que hizo próspero al país.

Así que ya es oficial e irrebatible: “El creciente abismo entre los que más tienen y los que menos tienen (…) conllevará niveles menores de crecimiento económico y una creación de empleo más lenta durante los próximos años”, resumía hace pocos días The New York Times.

Para nosotros, lo terrible de todo esto es que, mientras gobiernos, instituciones, universidades y estamentos económicos de las mayores potencias han llegado a ese consenso y estudian fórmulas para paliar esa lacra, nuestros gobernantes siguen aplicando recetas de paralizante austeridad que no hacen más que agudizar las desigualdades. Crédit Suisse predice que el número de multimillonarios se duplicará en España de aquí al fin de la crisis, por supuesto en detrimento del 22% de los españoles que ya viven por debajo del umbral de la pobreza, al tiempo que el Gobierno de Rajoy recorta salarios, subsidios, pensiones, prestaciones sociales y programas sanitarios, educativos y de investigación y desarrollo.

Fuera de España, todos saben ya que eso es un enorme error. Pero el rodillo de la mayoría absoluta del PP nos lo va a imponer vía Presupuestos. Y nada podemos hacer para evitarlo.

Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.

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