altLa organización cívica Lokarri prepara su disolución y considera irreversible el proceso de paz en Euskal Herria.

 

La organización cívica Lokarri prepara su disolución y considera irreversible el proceso de paz en Euskal Herria.

 

Lokarri, que se describe a mismo como “red ciudadana por el acuerdo y la consulta”, ha jugado un protagonismo público evidente en el proceso político y social que ha conducido al cese definitivo de la violencia de ETA. También fue organizadora de la conferencia de paz de Aiete (2011), con resonancia internacional por la prosapia de los mediadores que acudieron a la cita –entre ellos el exsecretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan– pero de resultados cuando menos dudosos, puesto que no pudo lograrse la presencia en dicho foro del partido que actualmente desempeña las tareas de gobierno en España.

 

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El presente mes de octubre, Lokarri ha anunciado su disolución, una vez cumplido el objetivo fundacional de sentar las bases de un proceso de paz definitivo en el seno de la sociedad vasca. Sobre esta y otras cuestiones responde a nuestras preguntas Paul Ríos (Getxo, 1974), licenciado en Derecho por la Universidad de Deusto y coordinador de la organización desde su misma creación.

 

Pregunta: Lokarri (en euskera, vínculo) nació en 2006 como heredero o refundación de Elkarri (mutuo, en común). ¿Cuáles son las diferencias básicas entre ambas organizaciones?

Paul Ríos:Las bases y propuestas para avanzar en un proceso de paz son muy parecidas en ambas organizaciones. Ahora bien, Elkarri tuvo como prioridad defender y reivindicar el diálogo, mientras que Lokarri nació con la prioridad de promover la participación ciudadana en el proceso de paz. Hay que tener en cuenta el contexto en el que se hizo la transformación de una organización a otra: fue en 2006, en pleno proceso de paz, solo cuatro días antes de que ETA declarara el alto el fuego.

 

Elkarri surgió del mundo abertzale y fue más remisa a condenar a ETA, solo consideraba sus acciones como contrarias a la consecución de una paz negociada. Lokarri ha sido mucho más rotunda ante “la organización”.

La mayoría de personas que hemos trabajado en Lokarri venimos de Elkarri. No veo grandes diferencias entre lo que decía una u otra organización con respecto a ETA. Lo que sucedió es que, tras el atentado de ETA en la T4 en 2008 [que rompía el alto el fuego iniciado en 2006, así como las conversaciones con el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero], Lokarri consideró que habían sido atacadas las esperanzas que toda la sociedad había depositado en el proceso de paz, y decidimos exigir con más contundencia el final de la violencia de ETA, porque era imprescindible para que un proceso de paz fuera irreversible.

 

Sin respaldar por ello a ETA, Lokarri no niega la existencia de un conflicto ni de una actitud represiva del Estado, antes y después de Franco.

El conflicto existe. Cualquier conflictólogo lo puede afirmar si hace un análisis de lo que ocurre. Otra cosa es que haya violencia. Esta no es consecuencia natural del conflicto. Es una decisión consciente de personas que consideran que las ideas están por encima de las personas. Ahora que la violencia de ETA ha terminado. sigue habiendo conflicto. Somos una sociedad muy plural, con muy diversas concepciones sobre la soberanía, y tenemos que gestionar este conflicto. Lo positivo es que en esta situación sin violencia de ETA lo podemos hacer de manera constructiva.

Por otra parte, y efectivamente también desde el Estado, bajo la premisa de que todo vale para combatir a ETA, se han vulnerado los Derechos Humanos. Esto es muy grave porque deslegitima el Estado de Derecho.

 

Desde diferentes posiciones políticas se relaciona a Elkarri y Lokarri con el principio de la derrota social de la izquierda nacionalista. Desde el mundo abertzale, para trataros de colaboracionistas; desde el bando opuesto, para acusaros de cómplices de ETA que buscan una salida apañada a la debacle.

Vivimos en un país donde no se acepta que una organización pueda ser realmente independiente, manteniendo su propio criterio. Durante estos años hemos hecho lo que considerábamos más positivo y lo que nuestros principios nos dictaban.

 

Otra acusación frecuente: la equidistancia. Defendéis que las víctimas de ambos bandos merecen idéntico reconocimiento.

No hablaría de bandos. Las víctimas lo son independientemente de quién haya cometido la violencia. En este tema hay un principio básico: a igual vulneración de Derechos Humanos, igual derecho a la verdad, la justicia, el reconocimiento y la reparación. Así que, si defender esto es ser equidistante, sin duda lo somos.

 

¿Crees que la renuncia de ETA a la violencia va acompañada de una reflexión ética profunda o, por el contrario, se trata solo de una decisión estratégica? En ambos casos, el cese de la violencia puede ser benéfico para sentar las bases de la pacificación de Euskal Herria, pero el segundo supuesto pondría en duda las posibilidades reales de culminación social de ese proceso.

Por el momento es una decisión estratégica. Sin embargo, la Izquierda Abertzale está añadiendo a su discurso criterios que tal vez no provengan de una reflexión ética, pero sí, al menos, de la cultura de los Derechos Humanos. Han incorporado conceptos muy interesantes sobre el reconocimiento y el respeto a las víctimas, y sobre la necesidad de preservar la memoria o de respetar todos los Derechos Humanos. De esta manera se está consolidando más el proceso.

 

¿Cuál ha sido vuestra relación con otras organizaciones civiles comprometidas en la lucha contra la violencia política, por ejemplo Gesto por la Paz (disuelta en 2013)? ¿Reconocéis valor a su trabajo?

Nuestra relación ha tenido momentos mejores y peores. En cualquier caso, creo que su tarea ha sido fundamental para promover la paz, despertar las conciencias en la sociedad vasca y generar una red que ha permitido mantener la cohesión social durante los peores años.

 

Lokarri es una “red ciudadana por el acuerdo y la consulta”. Un acuerdo hay, aunque de validez no reconocida por distintos partidos. ¿A qué consulta os referís?

Nos habría gustado tener la oportunidad de poder refrendar en una consulta un acuerdo de paz elaborado por los partidos con la participación de la ciudadanía. No ha sido así, pero espero que haya oportunidad en el futuro. Es una manera democrática de que la sociedad se empodere en un proceso de paz.

 

¿Qué piensas de lo que está aconteciendo en Cataluña? ¿En la prohibición de la consulta del 9N se percibe la misma inspiración represiva y centralista que participa en el origen del conflicto vasco?

Es un ejemplo de conflicto mal gestionado. Ante una petición muy mayoritaria de la sociedad catalana, no se puede responder con la negativa a dialogar y acordar amparándose en la Constitución. Igualmente, impedir las consultas demuestra poca confianza en la democracia y poca convicción en la capacidad para articular un proyecto común sobre el consentimiento mutuo. En vez de aprovechar la ocasión para llegar a acuerdos tanto con Catalunya como con el País Vasco, amplían la brecha.

 

Al leer la noticia de la próxima disolución de Lokarri, muchas personas han creído por primera vez que este proceso de paz no tiene vuelta atrás.

No tiene vuelta atrás porque Lokarri ponga fin a su trayectoria, sino porque se dan las condiciones para ello: ETA ha puesto fin a la violencia, todos los partidos políticos son legales y la sociedad está trabajando por la convivencia. Otra cuestión es que aún hay mucho por hacer en relación al proceso de paz. Cuestiones como el desarme de ETA, la reintegración de personas presas o el reconocimiento a las víctimas no deben quedar enquistadas. Lo positivo es que hay convicción en la sociedad vasca para abordar estos retos. A pesar de las dificultades, estoy convencido de que se encontrará una solución.

 

¿Por qué se decidió la disolución de Lokarri?

Ha concluido nuestra etapa. Tras 22 años trabajando por la paz y la convivencia [contando los años de existencia de Elkarri] ha llegado el momento de concluir nuestra actividad. En 2012 abrimos un debate, una vez que habíamos conseguido asentar las condiciones para un proceso de paz irreversible. Una parte de nuestros colaboradores quería fijar nuevos objetivos. Otra parte consideraba que ya habíamos logrado lo fundamental. Hablamos mucho y llegamos al consenso de seguir trabajando dos años más y poner fin a nuestra trayectoria. El plazo se ha cumplido ahora y hemos tomado la decisión definitiva.

 

Y después de Lokarri, ¿hay planes sobre lo que vendrá, por lo referente a la herencia de vuestro trabajo y vuestra organización?

Tenemos compromisos pendientes que debemos cumplir. Estamos pensando en cómo hacerlo una vez que Lokarri haya finalizado su trayectoria. En cualquier caso, crearemos una fundación o asociación, que no será un movimiento social, que se encargará de gestionar el legado de Lokarri, ofrecerá formas de participar en actividades relacionadas con el proceso de paz y mantendrá un lazo de contacto con todas las personas que han participado en nuestras actividades.

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