Llegará un día en el que la Iglesia reconozca que Dios no existe, o que no existe del todo, o que no existe para siempre (sic). En cualquier caso, que nadie espere una explicación clara como ya ocurrió hace un par de años con el castigo del infierno destinado a los pecadores.

El infierno pasó de ser “eterno”, idea iniciada en el siglo VI con San Agustín, para terminar diciendo, la Iglesia, que ella, la Iglesia “no condena para siempre”.

Seguro que a muchos les puede sonar a chirigota lo que estoy escribiendo, evidentemente yo no puedo asegurar que la Iglesia dentro de unos años acabe reconociendo que Dios no existe, pero el mismo Papa tampoco puede asegurar lo contrario pues la iglesia católica construye y destruye dogmas con la misma velocidad que reparte hostias, y para lo que pretendo explicar he querido recurrir a un ejemplo tan extremo como posible. Y digo bien, posible. Hace doscientos, trescientos, cien años era imposible poner en duda un dogma como el castigo eterno, el infierno y hoy, en pleno siglo XXI, la iglesia reconoce, así de pasada, casi de tapadillo y por boca de un papa argentino, que, lo de infierno, el castigo eterno o no, era una forma de hablar.

Y mi pregunta -y a donde voy- es ¿cambió algo? No, evidentemente, nada cambio ni para creyente ni para no creyentes. Es más, mucha gente ni siquiera ha oído hablar de ello. Por eso me pregunto de nuevo ¿cambiará algo el día que la iglesia reconozca que Dios no existe? Para la gran mayoría nada, incluso cabe pensar que muchos creyentes, muchos, continuarían diciendo aquello de: “Bueno, yo siempre he creído en algo, llámalo Dios o con otro nombre…”.

En cualquier caso ¿Cambiaría algo?

Pero hay algo que si cambiaría la faz de la Tierra. Algo que podría convertir nuestros veinte siglos de progreso en un simple tratado sobre la esclavitud humana. Y no es otra cosa que reconocer que el hombre es quien ha creado a Dios. No el ser humano sino el hombre, el macho, el patriarcado. No crea a Dios desde luego la mujer; que casualmente tiene un papel de sometimiento en cualquier faceta de la vida y muy especialmente en todo lo relacionado con la religión.

Que Dios es un invento del hombre ya lo explicó el filósofo alemán Ludwig Andreas Feuerbach (Alemania, 1804 – 1872) y más concretamente vino a decir que no es Dios quien ha creado al hombre a su imagen y semejanza, sino, a la inversa, el hombre es quien ha creado a Dios.

El infierno pasó de ser “eterno”, idea iniciada en el siglo VI con San Agustín, para terminar diciendo, la Iglesia, que ella, la Iglesia “no condena para siempre”.

Seguro que a muchos les puede sonar a chirigota lo que estoy escribiendo, evidentemente yo no puedo asegurar que la Iglesia dentro de unos años acabe reconociendo que Dios no existe, pero el mismo Papa tampoco puede asegurar lo contrario pues la iglesia católica construye y destruye dogmas con la misma velocidad que reparte hostias, y para lo que pretendo explicar he querido recurrir a un ejemplo tan extremo como posible. Y digo bien, posible. Hace doscientos, trescientos, cien años era imposible poner en duda un dogma como el castigo eterno, el infierno y hoy, en pleno siglo XXI, la iglesia reconoce, así de pasada, casi de tapadillo y por boca de un papa argentino, que, lo de infierno, el castigo eterno o no, era una forma de hablar.

Y mi pregunta -y a dónde voy- es ¿cambió algo? No, evidentemente, nada cambio ni para creyente ni para no creyentes. Es más, mucha gente ni siquiera ha oído hablar de ello. Por eso me pregunto de nuevo ¿cambiará algo el día que la iglesia reconozca que Dios no existe? Para la gran mayoría nada, incluso cabe pensar que muchos creyentes, muchos, continuarían diciendo aquello de: “Bueno, yo siempre he creído en algo, llámalo Dios o con otro nombre…”.

No dejo de preguntarme si Feuerbach, el padre del ateísmo y humanismo moderno, cuando escribió “el hombre” se refería exclusivamente a uno de los dos géneros o por el contrario hablaba del ser humano. Personalmente creo que en el fondo Feuerbach se refería al hombre, esto es, pensaba en el ser humano pero sin contar con la mujer.

Sostengo la idea de que la Iglesia nació para perpetuar el patriarcado. Una vez consigues que la mitad de la humanidad no tenga prácticamente ningún derecho lo demás viene rodado para la otra mitad. Esclavizada y supeditada la mujer a los deseos del hombre, éste podrá perpetuarse en la Tierra como cualquier macho del reino animal, por los siglos de los siglos ¿Amén?

Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.

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