La carrera profesional de Bartomeu Marí estuvo vinculada al ámbito artístico desde sus inicios hasta el punto de convertirse en una figura de referencia dentro del marco de la gestión cultural. Hablamos con él sobre su actual cargo como director del Museo de Arte Contemporáneo de Seúl, de la libertad de expresión o de la subjetividad del arte y los distintos enfoques que este puede generar.
A lo largo de tu amplia trayectoria ¿qué diferencias has detectado en cuanto a la percepción artística en los distintos territorios en los que has trabajado? ¿Existe una gran disparidad entre las posturas más arriesgadas y las más conservadoras en función del país?
Desde 1989 he trabajado en instituciones de diversos países: en Bruselas, Valencia, Rotterdam, Donostia-San Sebastián, Barcelona y ahora Seúl. Como comisario independiente he trabajado en Londres, Vigo, Paris, Oporto, Palermo… entre otras ciudades, fundamentalmente en Europa. Las posturas no difieren por países sino por personas, instituciones y contextos. En cada país se pueden encontrar las posturas más arriesgadas y las más conservadoras al mismo tiempo. No hay países progresistas o conservadores. En Turquía o en Rusia, con gobiernos que controlan férreamente la opinión pública, hay instituciones y personas con posiciones muy progresistas e incluso arriesgadas. Valencia en los años 1990 no tenía una tradición potente de arte moderno y contemporáneo y el programa del IVAM en esos años era muy innovador. Bélgica en esos años combinaba el clasicismo con la vanguardia, Donostia era una ciudad muy conservadora pero había alumbrado Arteleku, que fue pionera en innovación institucional.
¿Qué es lo que más te sorprendió respecto a la forma de enfocar el trabajo en Seúl? ¿Y en relación a su cultura?
Admito que conocía poco la cultura y la historia moderna de Corea, como casi todos los occidentales de mi generación. En la escuela no nos enseñaron nada sobre esta parte del mundo. Aunque limitado por mi escaso conocimiento de la lengua, estoy completamente fascinado. Corea ha hecho en el siglo XX, lo que muchas culturas tardan 500 años en experimentar. Corea era en 1953, al final de la guerra, uno de los países más pobres del mundo. Hoy es uno de los más ricos, con un muy alto nivel de desarrollo industrial y tecnológico. No está exenta de contradicciones y tensiones, sobre todo generacionales e ideológicas, de la modernización acelerada que ha experimentado. Vivo esta experiencia como un enorme privilegio. Occidente no es culturalmente superior en ningún aspecto: ha sido tecnológicamente, militarmente y económicamente más potente y agresivo. La historia de lo moderno y del arte de nuestro tiempo debe ser reescrita teniendo a Asia en consideración.
¿Cómo valorarías tu experiencia en el actual cargo que ocupas en comparación con tus proyectos anteriores? ¿Supuso un reto para ti?
Es el mayor reto, en todos los sentidos, con el que me he enfrentado. Sin ninguna duda. Es la institución más grande, con más presupuesto y con más personal de la que he sido responsable. Es parte de la administración pública coreana, cuya cultura profesional obedece a la moral confucionista. Los métodos de gestión que he aprendido en Europa no son siempre aplicables en Corea. He debido aprender mucho a escuchar y ver antes de decidir. Hay que ser extraordinariamente respetuosos con lo que, en principio, no se conoce o lo que no se entiende.
Recientemente, ARCO retiró una obra de Santiago Sierra dedicada a los presos políticos debido a sus alusiones a la situación actual en Cataluña. ¿Crees que con estas iniciativas se pretende impedir que los artistas se manifiesten políticamente?
Esa fue una decisión muy desafortunada, muy lamentable. Hay gente que confunde el espacio público con la propiedad privada. España es todavía una democracia joven con muchos años de tradición dictatorial a las espaldas. Espero que nunca más vuelvan a limitarse las libertades de los artistas, como las de cualquier ciudadano, y que cada uno pueda expresar lo que piensa. La intolerancia a la opinión diferente, a la disidencia, es aborrecible y no se debe aceptar.
¿Es el contexto el completo responsable de determinar qué es digno de ser expuesto al público y qué no?
No. El contexto no es responsable de nada. Sólo los seres humanos con capacidad de decidir pueden ser responsables. La responsabilidad sólo se puede predicar de personas en pleno uso de sus facultades. El contexto es una excusa, aunque es esencial para que las personas tomemos decisiones. No existimos en el éter, no flotamos en el ciberespacio: estamos en lugares concretos, con historia, memorias, olvidos, fobias y filias… rodeados de otras personas que sienten, piensan y actúan.
¿Cómo se rige qué es lo “adecuado” dentro del ámbito artístico?
Con el uso de la razón y con tranquilidad, consultando, hablando con personas inteligentes, con diálogo. Falta diálogo y confianza. Y falta tiempo para resolver problemas que a veces tienen profunda complejidad. Aunque “adecuado” o “inadecuado” me parecen más propios de la etiqueta o el comportamiento que del ámbito artístico.
Cuando surgen conflictos de este calibre ¿tiene más peso la postura del autor o la respuesta del público?
Cuando surge un conflicto, lo mejor es abordarlo, dialogar y solucionarlo antes de que sea público y dañe las partes implicadas. Artistas e instituciones deben poder pactar dentro de un marco de respeto mutuo.
¿Piensas que este incremento de casos de censura en España hará que nuestros derechos se vean cada vez más limitados a nivel creativo e ideológico?
Espero que no haya más casos de censura y que los eventos que hemos vivido nos hagan madurar. El problema no debe reducirse a una división maniquea y absoluta entre el mal total y el bien perfecto. Promover el ejercicio del espíritu crítico, transparente, independiente de presiones externas y honesto es la misión de las instituciones públicas.
¿Consideras que existen una serie de características preestablecidas para que una obra termine siendo censurada? De ser así ¿cuáles son?
No hay características preestablecidas. En las primeras exposiciones que inauguré como Director en MMCA Corea, había imágenes que años antes no habrían sido permitidas… desnudos femeninos con explícita presentación de vello púbico, imágenes de Lenin y símbolos soviéticos, etc. ¿Por qué era impensable enseñar esas obras en el Museo Nacional hace unos años? Por ley y por cultura. ¿Por qué no pasó nada cuando las mostramos en 2016? No lo puedo explicar, pero es un signo de que este país cambia muy rápido. Las leyes no han cambiado, pero depende de quién las interpreta y cómo se interpretan.
¿Crees que es lícito poner límites a la libertad de expresión en un mundo tan subjetivo y heterogéneo como el de la cultura?
Poco después del asesinato del equipo de Charlie Hebdo en París, un famoso escritor africano manifestó, en una entrevista, “si queremos vivir juntos, tendremos que renunciar a algunas cosas”. Cuando conducimos por una autopista, o al andar por la calle, respetamos unos códigos determinados, sin que esos códigos coerzan nuestra libertad. El código nos permite funcionar, y evita que nos embistamos o que nos arrollemos los unos a los otros. La libertad de expresión debe tener los límites del sentido común, del respeto al otro, dentro de los valores de una sociedad abierta. Pero sabemos que mientras que no hay grandes discusiones sobre el código de la circulación, sí hay grandes desacuerdos sobre lo que se puede expresar o no y dónde.
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.