Lleva dos semanas durmiendo frente al Institut Català d’Avaluacions Mèdiques (ICAM); la entidad catalana responsables de las altas y bajas médicas y de otorgar incapacidades físicas. Vive en una tienda de campaña en plena Avenida Vallcarca, micciona y defeca en un lavabo de paredes de cartón con una letrina improvisada. Su sillón predilecto es una silla negra a la que ella y amigos han apodado “La silla de la depresión”. Es donde las personas que salen del ICAM afectados por su mismo virus se sientan a llorar.

La acompañan amigos, que se turnan para hacerle compañía y traerle las comidas. Por la noche, sin embargo, sólo la ayudan un peluche azul y un silbato que el jefe de la Guardia Urbana de la zona -situados a apenas 20 metros de donde acampa- le ha dejado para que haga de bocina de aviso cuando depravados y desequilibrados la atosiguen por la noche. “Si de aquí a un tiempo me voy a quedar en la calle, ¿qué más me da hacerlo ahora? Quizás así alguien me haga caso”. Natividad (Nati) López no ha tenido más remedio. Lo que más le afecta: ser la cara visible de cantidad de casos como el suyo. Le gustaba pensar que ella era la única. Ahora ha perdido la fe.

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Hace 3 años tuvo un infarto de corazón por disección coronaria espontánea. Estuvo ingresada en la UCI, aunque se recuperó “bastante bien” y pudo seguir trabajando. No sin dificultades. Su tubo digestivo estaba lleno de ulceras y eso hacía que necesitara pañales para poder hacer su día a día. En el ICAM decidieron su alta médica, y no le quedó más remedio que trabajar. Hasta que ella y su jefa convinieron que no podía seguir en aquellas condiciones. Pactaron su despido. Nati estaba enferma, todos lo veían. Y en ese vacío de tiempo empeoró su situación.

“Es una historia muy graciosa” dice. Y lo es, aunque por su ironía: Nati fue al médico por dolores horrorosos de cabeza, le dijeron que no era nada y a los dos días se desplomó en una tienda de su barrio toda engarrotada y haciendo extraños ruidos por la boca. Diagnóstico: ICTUS cerebral. Provocado por coágulos y obstrucciones en las arterias con origen en su problema congénito en el corazón.

Ahora, su cotidianidad está marcada por este historial médico, al que acompañan migrañas casi crónicas de casi 5 días de duración, el consumo de anticoagulantes que hacen que se desangre en época de menstruación y una disminución de la sensibilidad en una mano y la consecuente pérdida de control sobre su propia fuerza. Sin embargo, el ICAM le ha dado el alta y no le quiere conceder ninguna incapacidad. Ni siquiera temporal. La consideran apta para trabajar.

alt“Ojalá encontrara un trabajo donde no importara mi condición, no importara que no calculo ni puedo hacer las faenas que hacía antes, no les importe que si estoy enferma pueda quedarme en casa, que vaya más de 3 veces a la semana al médico, no les importe que me vayan a operar de la espalda y esté un tiempo sin poder ir a trabajar porque no me podré mover… ¿Dónde tengo que firmar? Porque esto no existe” se queja Natividad.

El mayor problema, sin embargo, es que no se trata de un caso aislado. El col·lectiu Ronda desborda de historias similares. El abogado de la asociación, Miguel Arenas, explica que el INSS –Instituto Nacional de la Seguridad Social- y las Mutuas pagan al ICAM aunque éste lo oculte. En el BOE de 2013, explica, se veía como se trata de un convenio que alcanzaba los 60 millones de euros anuales. En el mismo BOE summum de la desfachatez– se atestigua que se requería del ICAM un 46% de altas médicas, según el mismo abogado. Un modelo en el que Cataluña es indiscutiblemente pionera. “Es absolutamente perverso que una persona que no se puede incorporar a trabajar, administrativa contable -que debe tener un conocimiento cabal de lo que está haciendo– le digan que se tiene que incorporar al mercado laboral para luego volver a pedir una baja médica y luego pedir la invalidez” dice Arenas respecto al caso de Natividad, “es absolutamente kafkiano”.

Todo ello, sumado a un trato, dicen, inhumano e insultante. “Hay gente que tiene cáncer y está con tratamiento de quimioterapia y no les dan ni baja ni nada, les dicen que a trabajar, que así no se deprimen o el caso concreto de una mujer con un embarazo de alto riesgo que la echaron literalmente del ICAM mientras sufría un ataque de ansiedad por negarle su situación”, narra Natividad López. A ello, Miguel Arenas añade que deniegan incluso entrar acompañado a las visitas. “Una criminalización del enfermo total”, concluye el abogado.

“Lo que estoy viendo aquí no me lo hubiera llegado a imaginar nunca” se lamenta Natividad López, “hubiera preferido pensar que era un error y que era la única, incluso pensar que estoy loca, a vivir la realidad que estoy viviendo: la realidad hace daño a la vista”.

Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.

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