Apenas dos semanas después que el Vaticano evitase proporcionar información detallada sobre los casos investigados o las sanciones impuestas a los responsables del abuso a menores en una comparecencia
Apenas dos semanas después que el Vaticano evitase proporcionar información detallada sobre los casos investigados o las sanciones impuestas a los responsables del abuso a menores en una comparecencia pública ante la ONU, la Comisión sobre los Derechos del Niño ha acusado directamente a la Santa Sede de haber abandonado a su suerte a las víctimas de sacerdotes pederastas. La ONU culpa al Vaticano de no haber reconocido nunca “la magnitud de los crímenes sexuales” cometidos por miembros del clero y de “no haber tomado las medidas necesarias” de protección a los niños afectados. Para la comisión de las Naciones Unidas, los abusos se “siguen cometiendo” mientras los culpables gozan de impunidad y son protegidos por la Iglesia. Una conclusión evidente para cualquiera como se han encargado de demostrar estos mismos días un párroco de Santa Coloma de Gramenet y un monitor juvenil de los Legionarios de Cristo en Madrid. La Comisión sobre los Derechos del Niño ha exigido al Vaticano que “destituya de sus cargos y entregue a la policía a todos aquellos que sean culpables de abusos sexuales a menores”, y, en una medida incómoda para la jerarquía eclesiástica, que abra sus archivos en relación a estos casos.
La respuesta del Vaticano no se ha movido de su línea de defensa inicial. Se considera que el informe que acusa a la Iglesia de encubrir los abusos a menores cometidos por sacerdotes es exagerado, parcial e injusto. Para la curia, la ONU lanza una ataque injustificado contra una Iglesia que ha comenzado, con Benedicto XVI y Francisco I, a luchar contra un viejo problema que, por ejemplo, ha dejado en la bancarrota, a varias diócesis estadounidenses tras reconocer éstas diversos, y ocultos largo tiempo, casos de pederastia. El Vaticano considera también que las conclusiones del informe «interfieren en la enseñanza de la Iglesia católica sobre la dignidad de la persona humana y en el ejercicio de la libertad religiosa«. Una apreciación inquietante en relación a cómo entiende la jerarquía católica la dignidad y la libertad individual.
El informe de la ONU no se limita a los casos de abusos a menores. La Comisión sobre los Derechos del Niño también se refiere con crudeza a los robos de niños en los que han participado durante décadas miembros de congregaciones religiosas en España e Irlanda. Estos niños acabaron en orfanatos o dados en adopción y la Iglesia “no ha abierto una investigación interna sobre estos casos y no ha tomado ninguna acción contra sus responsables”. Una crítica en toda regla a la Iglesia católica española que tanto se preocupa por el relativismo moral y la falta de valores de una sociedad civil que, mientras, les exige respuestas. El documento de las Naciones Unidas acusa, además, a la Iglesia de incumplir derechos humanos suscritos por la misma Santa Sede en convenios internacionales. “El Vaticano infringe la convención sobre los Derechos del Niño, porque no hizo todo lo que tendría que haber hecho para proteger a los menores. Y no estamos hablando de simples recomendaciones de buenas prácticas, sino de que el Vaticano viola la Convención —a pesar de haberla ratificado en 1990—porque no protege a los niños a pesar de que existe la posibilidad de hacerlo. Frente al escándalo de la pederastia, las autoridades eclesiásticas impusieron un código de silencio y prefirieron preservar la reputación de la Iglesia y proteger a los responsables por encima del interés supremo de los niños”, declaró la presidenta del Comité, la noruega Kirsten Sandberg.
La lista de abusos es larga. Se encubre a los pederastas, no se protege a los niños de la violencia, se estigmatiza la homosexualidad, se distinguen de forma clara los hijos nacidos fuera del matrimonio, se toleran los castigos físicos y no se investigan los abusos, que se ocultan bajo la opacidad de la institución y el silencio de los responsables y de la curia. El informe señala de manera clara y directa a la jerarquía católica como principal responsable de las “decenas de miles de casos” que se han producido y se siguen produciendo, entre otras cosas, porque la Iglesia -que esconde el problema y lo compara con el que se produce en otras organizaciones– transfiere de unas parroquias a otras en” un intento por encubrir sus crímenes” a los pederastas. “La movilidad de los responsables ha permitido a muchos sacerdotes mantenerse en contacto con menores y continuar abusando de ellos. Hay todavía muchos países donde los niños siguen padeciendo alto riesgo de abuso sexual. Se ha reportado que decenas de responsables de abusos sexuales siguen en contacto con niños”.
Lo que en un principio fue considerado por el entonces cardenal Ratzinger “un deseo expreso de desacreditar a la Iglesia” y por otros como una campaña anticatólica más, se ha revelado como un mal que corroe y enturbia a una Iglesia, en muchos aspectos, reacia a cualquier cambio y a perder su secular contacto con el poder y atrincherada en un discurso y en unas conductas que pasan de puntillas por los Evangelios.