La Vaquilla, una de las obras más emblemáticas del cine español, refleja la maestría de Luis García Berlanga en la construcción de un guion que combina el humor con la tragedia, todo ello en el contexto de la guerra civil española. Estrenada en 1985, esta película no solo se destaca por su ingenio narrativo, sino también por su capacidad para abordar temas complejos con una ligereza que resulta tanto impactante como reflexiva.

Berlanga, nacido en 1921 en Valencia, es uno de los cineastas más significativos del cine español. Su formación cinematográfica comenzó en un entorno marcado por la represión y la censura del régimen franquista, lo que sin duda influiría en su estilo crítico y humorístico. Curiosamente, Berlanga fue parte de la División Azul, un hecho que dice mucho sobre sus vivencias durante la guerra y sus posteriores reflexiones sobre esta en su obra cinematográfica. A lo largo de su carrera, Berlanga logró crear un estilo único que fusiona la ironía y la crítica social, convirtiéndose en un referente tanto en España como internacionalmente.

El guion de La Vaquilla es una de sus virtudes más destacadas. La trama gira en torno a un grupo de soldados republicanos que, atrapados en la guerra, idean un plan descabellado: robar una vaquilla para celebrarle una fiesta a sus compañeros en la trinchera. Esta premisa inicial, aparentemente absurda, se transforma en un vehículo poderoso para explorar la condición humana en tiempos de conflicto. A través de diferentes personajes, cada uno con sus propias motivaciones y personalidades, el guion logra mostrar el absurdo de la guerra y la lucha por mantener la dignidad y la normalidad en medio de la barbarie.

Uno de los aspectos más notables es el uso del humor, un elemento que Berlanga maneja con destreza. A pesar de la cruda realidad que representa la Guerra Civil, el humor se convierte en un refugio para los personajes y, por ende, para el espectador. La comedia surgiendo de situaciones ridículas y diálogos ingeniosos, contrasta con la seriedad del contexto bélico, creando una atmósfera que invita a la reflexión. Berlanga nos recuerda que, incluso en las circunstancias más adversas, el ser humano tiene la capacidad de encontrar un motivo para reírse, aunque sea de sí mismo.

En este sentido, el humor de La Vaquilla no es trivial. Al contrario, es un recurso crítico que permite a Berlanga cuestionar la naturaleza de la guerra y sus efectos deshumanizadores. Las interacciones entre los personajes están impregnadas de un sarcasmo que revela la locura de la contienda, en la que la vida parece haber perdido su valor y el sentido de la realidad se ha distorsionado. Berlanga sugiere que el humor es, a veces, la única forma de resistencia ante el dolor y la pérdida.

El final de la película, inesperado y triste, al son de La Hija de Juan Simón, interpretada por el cantante flamenco Angelillo, es quizás uno de los momentos más impactantes de la narración (el animal hecho carroña, simbolizando España, rodeado de buitres). Después de una serie de peripecias y un desarrollo que invita al espectador a disfrutar de la aventura de estos personajes, el desenlace se presenta de manera brutal. La celebración anhelada se ve truncada por la llegada de la violencia, lo que pone de manifiesto la inevitabilidad del sufrimiento en la guerra. Este giro dramático, lejos de romper con la línea humorística del filme, la integra en un cuadro más amplio de reflexión sobre el costo de la guerra, dejando al público con una sensación de desasosiego que perdura mucho después de los créditos finales.

El análisis de La Vaquilla no puede estar completo sin situar la película en el contexto de la filmografía de Berlanga. A lo largo de su carrera, el director valenciano abordó temáticas similares en otros filmes, explorando la condición humana, la corrupción y las paradojas de la sociedad española. Películas como El verdugo (1963) y Bienvenido, Míster Marshall! (1953) son ejemplos de su habilidad para entrelazar la crítica social con la comedia. En todos sus trabajos, Berlanga utiliza el humor como una herramienta para desmantelar las estructuras de poder y los convencionalismos sociales, ofreciendo una mirada incisiva sobre la realidad española.

Es relevante señalar cómo su experiencia en la División Azul influyó en su enfoque artístico. Aunque su participación fue breve y estuvo rodeada de controversia, esta experiencia le permitió tener un contacto directo con la cruel realidad de la guerra. La visión de Berlanga es, por lo tanto, profundamente personal; su cine se nutre de una mezcla de ironía y dolor, una dualidad que invita al espectador a cuestionar la historia y sus consecuencias.

En conclusión, La Vaquilla no es solo una comedia sobre la guerra civil española, sino un profundo análisis de la condición humana en circunstancias extremas. Luis García Berlanga logra, mediante un guion ingenioso y un uso excepcional del humor, brindar una visión crítica de la guerra y sus efectos en el alma humana. El desenlace crudo y triste actúa como un recordatorio de la fragilidad de la vida, mientras que el trasfondo cómico permite al espectador reflexionar sobre la absurdidad del conflicto. A través de sus películas, Berlanga deja claro que el cine puede ser un poderoso medio para explorar y cuestionar la realidad, invitándonos siempre a reír, pero también a llorar. La Vaquilla se erige así como una obra maestra que continúa resonando en el imaginario colectivo, reflejando la necesidad de recordar el pasado para no repetirlo.

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