La inscripción de Dani Olmo y de Pau Víctor en el límite, forzando la venta de activos de futuro depreciados por las urgencias y culminando una exhibición de negligencia y de frivolidad en la gestión por parte de Laporta fue el guión que la prensa y todos los entornos digitales del régimen mantuvieron vivo incluso después de la medianoche del fatídico 31 de diciembre de 2024, el año que terminó, a pesar de todas esas expectativas y esa combinación de entusiasmo y de incredulidad mediáticos, con la previsible catástrofe tan largamente anunciada de la baja formal de Dani Olmo y de Pau Víctor, irreversible y definitiva. La primera consecuencia, dramática, es que el FC Barcelona ha perdido al jugador estrella de la temporada, que hoy ya es agente libre, aunque igualmente Laporta debe pagar íntegros tanto el coste de su traspaso procedente del Leizpig y la ficha del jugador con un deterioro de 100 millones como mínimo para el club, además de la vergüenza, el ridículo y el descrédito internacional de la institución, absolutamente inadmisible.

La razón no es otra que una cadena acumulada de desaguisados, torpezas, frivolidad, soberbia, improvisación y desidia protagonizada por la junta directiva que se veía venir desde hace meses a medida que la escalada de frustraciones e inutilidad de todos los trucos, embustes y ocurrencias utilizados para disimular el estado de ruina y de imposibilidad económicas derivadas de su incapacidad para la gestión se hizo una montaña insalvable.

Ni por la noche, a causa del estruendo de las campanadas de Fin de Año, ni en el primer día del nuevo año se ha visualizado o percibido todavía el shock traumático que supondrá para el barcelonismo esta tragedia que, gracias a esa habilidad para la manipulación y el desvío del foco mediante el barullo periodístico, aún parece pendiente de que la Real Federación Española de Fútbol adopte la medida imposible de tramitar la licencia de ambos jugadores como si nada hubiera pasado. Fue el último malabar del laportismo para convencer a los suyos de que hasta este viernes el milagro es posible.

Pero no lo es, por la sencilla razón de que LaLiga los desinscribió a ambos como jugadores del FC Barcelona en el primer minuto del nuevo año y porque ni la Federación Española, ni la Liga en su conjunto y muchos menos el regulador, LaLiga de Javier Tebas, pueden arriesgarse a que, desde el primer partido del Barça contra el Barbastro este sábado en el debut de la Copa, todos sus rivales directos y no directos impugnen cada partido por alineación indebida sobre la base irrebatible de que Dani Olmo ya no es futbolista del Barça.

No hay recorrido de vuelta. Lo que se abre es, por coherencia y responsabilidad, la puerta a que la junta de Laporta asuma la gravedad de los hechos y en lugar de culpar al resto del mundo de una conspiración inexistente adopte la única postura digna en este escenario de crisis, anunciar su dimisión y permitir que la Comissió Gestora haga su trabajo y convoque elecciones. Así debería ser si es verdad que, como ha asegurado Laporta reiteradamente, el club está saneado económicamente y como directiva ha actuado con la honestidad, la transparencia y la eficiencia de la que presumen.

Igualmente, aun en el caso de haber forzado la inscripción de ambos jugadores en el último segundo habría sido otro pequeño paso de mediocridad y de vergüenza para Laporta y al mismo tiempo otro gigantesco paso atrás para el FC Barcelona, apenas un mendrugo para hoy y todavía más hambre para mañana.

Si es verdad que, de todas formas, Laporta ha cerrado la cesión de la explotación de una serie de asientos VIP del Spotify a un fondo de inversión de Qatar -ese país no hace tanto abominable para el laportismo- lo que ha culminado esta junta es también un proceso peligroso y temerario de condicionamiento de ingresos futuros que se han adelantado por la precariedad de la tesorería y la amenaza real de quedarse sin margen salarial, caer competitivamente a la segunda fila, seguir acumulando pérdidas anuales inasumibles y hasta, como en el caso de Dani Olmo, esperpéntico, perder la inversión en el futbolista, haber de indemnizarlo con otros 50 millones y además asumir el riesgo de que fiche en un futuro por el Real Madrid.

Esta vía del empobrecimiento agudo mediante la explotación de recursos que el club tenía asegurados para los años venideros se ha convertido en un imprudente hábito de la junta de Laporta que, con el permiso del estado de anestesia de los socios y el silencio no menos preocupante de la oposición, se está empleando desde hace tres temporadas con la única finalidad de alimentar la supervivencia del día a día, como una tarjeta de crédito a la que se echa mano para cubrir los gastos ordinarios más elementales, o sea la peor de las rutinas financieras e indiciaria de una situación permanente de ahogo y de elevado endeudamiento.

La realidad desmiente absolutamente los alardes laportistas sobre la recuperación económica del club bajo su mandato después de haber quemado 1.000 millones de ingresos en palancas que, después de todo, no han servido ni para volver a la estabilidad de fondos propios positivos después de casi cuatro años de mandato ni para dotar al club de una estructura económica y financiera también equilibrada.

Las palancas, además, han contribuido a una serie de hipotecas que la lastran, empezando por la venta por 25 años (desde 2022) del 25% de los derechos de TV de la Liga, que suponen esta temporada ingresar 42 millones menos. A cuenta de la explotación comercial del futuro Espai Barça, se han comprometido los servicios de catering a favor de Aramark por no se sabe cuántos años exactamente ni por qué cantidad, pues parte de ese acuerdo se derivó a cubrir la compra de acciones de Bridgeburg Invest, ese pozo sin fondo causado por la falsa venta de Barça Studios en su momento. También los palcos VIP y ahora los asientos premium del primer anillo de la Tercera Graderia se han avanzado, en este caso por 20 años, a partir de que pongan en funcionamiento.

Algunas fuentes estiman en más de 100 millones anuales los que dejará de ingresar el Barça hasta prácticamente el 2050. En su conjunto, esta minoración tendrá un fuerte impacto en las cuentas del crédito del Espai Barça bajo la dirección de Goldman Sachs, pues con una menor explotación será también menor el remanente que le deje a la directiva de turno tras cobrarse la devolución anual del préstamo, que será también superior de unos 150 millones. La conclusión, por ese lado, es que durante muchos años el Barça no se verá favorecido apenas por los beneficios de un nuevo y flamante estadio porque habrá quemado antes de tiempo su futura explotación. Y eso, más allá de afrontar los intereses superlativos y de las consecuencias de una renegociación pendiente de esas mismas condiciones cuando le toque devolver 400 millones de capital en 2028, un importe que no podrá afrontar si no es a base de prolongar por más años y más intereses las cuotas pendientes.

Lo mismo sucederá con el signing bonus de Nike, ya cobrado, que igualmente computará anualmente como ingreso contable hasta 2028 aunque sin efecto en la tesorería, lo mismo que la parte de Aramark por el catering y la de los palcos y los asientos VIP en la proporción que se hayan vendido. En cifras aproximadas, Laporta habrá mutilado al Barça del futuro más de 100 millones anuales de ingresos reales por lo menos para los próximos 20 años, eso sin entrar en la monstruosidad financiera que supondrá devolver el crédito de reformar el Spotify, préstamo al que habrá que añadir el del derivado del resto de los equipamientos (entre ellos el nuevo Palau Blaugrana) y la reurbanización del entorno de Les Corts. Quizás 800 millones, más los intereses.

Con todo, la peor hipoteca para Laporta es la que él mismo se ha fabricado a modo de tumba abierta desde el día que decidió, para ganar tiempo y que sus amigos y agentes varios no perdieran sus enormes comisiones en verano de 2022, instrumentalizar una falsa venta del 49% de la compañía Bridgeburg Invest sobre los derechos de Barça Studios por 200 millones. Disparate que él mismo amplió hasta la locura dándose un ingreso contable de 208 millones (2023) por el valor de equivalencia (51%) de la propiedad del club.

Este cenagal lo tiene completamente atrapado, es el origen del estricto plan de viabilidad que LaLiga le ofreció como única alternativa a echar al Barça de la competición cuando Javier Tebas descubrió el pastel y la causa del bloqueo del margen salarial, pues Laporta se ha gastado esos 408 millones de los cuales sólo ha podido reponer los 141 millones que el auditor le obligó a descontar en el ejercicio pasado.

Es decir que, por culpa de ese débito acumulado, a fecha de hoy Laporta le debe a su propio mandato unos 265 millones sin los cuales el club ni es operativo ni él puede abandonar la presidencia sin el peligro de que el próximo presidente lo someta a una acción de responsabilidad. Está acorralado, sin poder dar marcha atrás de sus catastróficos errores y sin una salida hacia adelante que no pase por el sacrificio de los mejores jugadores del primer equipo, pues ni la SA ya es ahora mismo una solución práctica, sólo será una transición inevitable del modelo de propiedad cuando el principal acreedor del club, Goldman Sachs, lo decida, sea por la vía formal o por la vía de aparentar que los socios sigan escogiendo a un presidente que en el futuro sólo será sólo representativo además de honorífico.

Fuente original: https://www.eltriangle.eu/es/2025/01/02/laporta-culmina-la-catastrofe-del-siglo-y-pierde-a-dani-olmo-y-100-millones/

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