Tan sólo una hora de carretera separa las ruinas del Foro Romano, corazón social y político del Imperio, de las ruinas del centro histórico de L’Aquila, eje vital de una ciudad ahora desmembrada. Las primeras congregan a millones de turistas por su valioso testimonio de civilización pasada. Las segundas, esperan entre silencio y sombras reencontrarse con el presente.

La noche del domingo 5 de abril del 2009 seguramente fue para L’Aquila, como para la mayoría de las ciudades occidentales, ese momento agridulce en el que la gente despide sus dos sagrados días de tiempo libre y se prepara para el retorno a las actividades de cada semana. Pero antes de que el lunes llegara con el trajín del mercado en la Piazza Duomo, con las oficinas abiertas del Ayuntamiento y el aroma de los capuccino saliendo de los bares, la ciudad desapareció. A las 3.32 de la madrugada, un potente terremoto de 6,7 grados en la escala de Richter convirtió en escombros la cotidianeidad de los aquilanos. Son 309 muertos, 1.600 heridos y 67.459 personas sin casa (de una población total de 72 mil habitantes) los que transformaron la ciudad para siempre.

¿Para siempre? Han pasado ya tres años y las televisiones del país grabaron en la memoria colectiva la imagen de Silvio Berlusconi entregando casas nuevas a la gente. Han pasado tres años y el anuncio de 3.400 millones de euros para la reconstrucción, hace suponer que la capital del Abruzzo recuperó ya su antigua vitalidad. Quizás por eso un turista mira el mapa de la quinta metrópoli más rica en patrimonio histórico y cultural de Italia y planea su visita a la Basílica de Santa María de Collemaggio, que en 1294 acogió la elección del Papa Celestino V, o imagina largos paseos por los callejones medievales que rodean el Palazzo Carli, sede de la prestigiosa Universidad de L’Aquila. Porque ni la televisión ni el mapa advierten al foráneo que esa ciudad que tiene en mente, hace tres años que no existe más.

Ciudad con el corazón roto

Si hoy uno busca en L’Aquila el centro, no lo encuentra. Podrá moverse en coche por diversas carreteras y disfrutar desde las ventanas las vistas del Gran Sasso (el pico más alto de la Cordillera de los Apeninos) o podrá parar a comprar algo en algunas de las casetas prefabricadas que salpican el paisaje, pero le costará entender dónde es que late el verdadero pulso urbano. Porque el corazón de la ciudad, el centro histórico, ha sido devastado por el terremoto. Pizzerías, cafés, locales de copas, cines y teatros en donde la vida social aquilana transcurría, permanecen aún bajo el polvo. El Alcalde de la ciudad, Massimo Cialente, explica que las casas que presentaban daños leves y medios han sido reconstruidas entre 2010 y 2011 pero la obra en los edificios con daños graves, que son los que componen la mayor parte del casco antiguo, no se ha iniciado todavía. “En febrero de 2010 el gobierno central ha asignado al Comisario Chiodi como encargado de la reconstrucción, quien ha tardado quince meses en diseñar las líneas-guía para el trabajo. Esta pérdida de tiempo tan grande ha hecho que en el 2011 no hiciéramos absolutamente nada”, lamenta Cialente y recuerda que, irónicamente, sí que disponen del dinero. “Recibimos 90 millones de euros al año que no utilizamos porque lo que no funciona es el mecanismo que nos han impuesto para poder usarlo. Los obreros están aquí sin trabajar, todo está bloqueado. He denunciado esto en numerosas ocasiones y finalmente el gobierno de Monti ha decidido que el Comisario debe irse en junio de este año, así que espero que algo cambie ahora que, por fin, la cosa va a pasar a nuestras manos” afirma el Alcalde.

Ciudad con las manos atadas

El “mecanismo” al que el Alcalde hace referencia desde su despacho es también el principal motivo de queja en las calles aquilanas. La sociedad en su conjunto sufre la impotencia de no poder decidir sobre sus propios asuntos. Desde el momento del terremoto, la gestión de la reconstrucción fue adjudicada a autoridades externas. Durante la fase de emergencia inmediatamente posterior al sisma, la Protección Civil (departamento que responde al gobierno central) asumió la organización y el control de las tiendas en donde se recolocó a toda la población hasta noviembre del 2009 (172 campos denominados Tendópolis) a la vez que puso en marcha el plan de reconstrucción impulsado desde Roma, El Projetto C.A.S.E. En el vertiginoso lapso de cinco meses, se crearon en la periferia de la ciudad diecinueve núcleos con bloques de apartamentos dotados de tecnología antisísmica que Berlusconi entregó a los ciudadanos el día de su cumpleaños, con una gran fiesta mediática. Al entrar en sus flamantes pisos, los 13 mil nuevos vecinos pudieron sentarse en idénticos sofás, encender la misma televisión de plasma, beber un café y removerlo con idénticas cucharillas mientras comenzaba a asimilarse la idea de que estas iban a ser sus nuevas casas, que así sería su nueva vida. Con una inversión de700 millones de euros, el gobierno central reestructuró en diecinueve new towns (así las bautizó el presidente) separadas entre sí por decenas de kilómetros, una ciudad que se reconocía entre las calles empedradas del centro histórico.“No ha habido reconstrucción, sólo construcción. Y lo peor es que nosotros no hemos decidido nada, todo vino impuesto por el gobierno. Ahora dependemos del fangoso sistema normativo del Comisariado, basado en ordenanzas que nadie entiende, a través de las cuales una confusa cadena de poderes analiza las diferentes prácticas que pueden o no hacerse. Resultado: el centro histórico está como el 6 de abril del 2009” afirma Fabio Pelini, Asesor de la Asistencia a la Población en el Ayuntamiento de L’Aquila.

Resultado número dos: 4.449 apartamentos habitados por personas que lo único que aspiran es volver algún día a sus antiguas casas. “Un bonito piso no basta para ser feliz. Estos barrios son un mortuorio” comenta Santiago, un hombre de 53 años que vivía en el casco antiguo y luego del terremoto ha sido recolocado en una new town a 15 kilómetros. “Al centro histórico no voy más porque me deprimo. Ahora lo único que hago es ir al centro comercial a perder el tiempo”.

Ciudad con respiración artificial

L’Aquila tiene el corazón roto pero sigue viva. Y en la lucha por la supervivencia, busca nuevas formas de alimentar el cuerpo y el alma. Así, para la mayor parte de la población, el centro comercial se presenta hoy como el único lugar donde comprar y socializarse. “Antes el ciudadano aquilano estaba siempre en el centro. Había muchas pequeñas tiendas que se caracterizaban por la calidad y la competitividad. También teníamos el mercado en la Piazza Duomo que era el núcleo vital de la ciudad. El centro era un “centro comercial natural” explica con nostalgia Cinzia Savini(Responsable del Servicio de Comercio del Ayuntamiento). El bloqueo de la reconstrucción del casco histórico ha paralizado también el retorno de las 310 actividades comerciales que se reubicaron después del terremoto en containers provisorios distribuidos a lo largo del territorio. “Ahora compramos en los centros comerciales ¿Dónde sino? Claro que buscamos nuestras antiguas tiendas…¡Pero el problema es encontrarlas!” confiesa Marina, empleada de la Oficina de Comercio del Ayuntamiento.

Aunque no se conoce aún el número exacto de negocios que han cerrado tras el sisma (la Administración Pública ha estado dos años sin informatización), fuentes oficiales y particulares coinciden en que el nivel productivo de la ciudad ha mermado notoriamente. No hay acuerdo, sin embargo, en cuanto a las ayudas estatales y comunales destinadas a los comercios damnificados. Mientras que el Dirigente del Departamento de Actividad Productiva y Comercio de L’Aquila, Lucio Nardis, asegura que se indemnizaron cerca de 4 mil establecimientos, son muchos los vendedores que sienten que el gobierno los ha dejado solos. Cinzia, por ejemplo, dueña de una pescadería que estaba en el centro, cuenta que lleva tres años en un container que ha alquilado en la periferia “gracias a los clientes que nos aseguraron que iban a seguirnos a donde fuéramos. El Ayuntamiento nos ha abandonado por completo”.

En cualquier caso, todos ven clara la necesidad de que paralelamente a la reconstrucción, se adopten medidas para relanzar la economía local porque, como sostiene Umberto Trasatti, Secretario General por la Provincia de L’Aquila de uno de los tres principales sindicatos de Italia (CGIL): “Lo primero es el trabajo. No se puede reconstruir una ciudad en la que no hay ciudadanos. Aquí gran parte de la población se está yendo afuera porque desde el 2009 se han perdido más de 25 mil empleos. Y el Comisario por la reconstrucción no hace absolutamente nada por evitarlo”.

Y ciudad con nuevos corazones

Durante los siete meses que los habitantes de L’Aquila pasaron en las Tendópolis montadas por la Protección Civil, ocurrió lo que afortunadamente muchas veces ocurre en situaciones límite: la unión. Fue alrededor de un “Bibliobus” que se creó inmediatamente después del terremoto como sala de lectura itinerante con los libros que antes estaban en las librerías o en las casas. “Allí nos encontrábamos todos los de las asociaciones y entes culturales que vivíamos en los campos y a fines del 2009 pensamos que era buena idea crear un lugar donde pudieran venir los aquilanos que no sabían donde ir porque ya no existía más la ciudad. Entonces nació Piazza d’Arti” explica Nicoletta Bardi, colaboradora de ARCI, una agrupación que se ocupa en toda Italia de la promoción social y la defensa de los derechos humanos.

Piazza d’Arti es un espacio que, como el resto de las actividades que se iniciaron después del sisma, se organiza en containers situados en terrenos agrícolas de los alrededores de la ciudad. Allí trabajan juntas entidades sociales dedicadas al trabajo, por ejemplo, con inmigrantes o disminuidos psíquicos; y agrupaciones culturales como Artisti Aquilani, que reúne actores, bailarines, músicos y artistas circenses. Giulio Votta, actor, clown y uno de los fundadores de la asociación cuenta que, al comienzo, recorrían las Tendópolis con talleres y ludotecas. Luego, cuando los campos se cerraron, empezaron a ir a los Projetto C.A.S.E con un “circobus” ofreciendo espectáculos y cursos participativos a sus habitantes “porque si no vamos nosotros, la gente no sale”. En noviembre del 2009, la inauguración en la Piazza de una gran sala teatral generó entre los artistas un nuevo objetivo: “estimular que la gente venga al teatro, coma una pizza, viva la ciudad. Sobre todo los jóvenes y niños que pasan ahora todo su tiempo libre en los centros comerciales”.

También con el propósito de regenerar un tejido social profundamente dañado tras el terremoto, nació 3e.32, una plataforma desde la cual se promueve la participación política y cultural de los ciudadanos. En las instalaciones de un antiguo hospital psiquiátrico situado en una de las colinas que circundan el centro, han creado un nuevo punto de referencia para los jóvenes, Case Matte, donde se organizan conciertos, presentaciones de libros, charlas, etc. “Queremos proponer una alternativa al vacío social” manifiesta Mattia Fonzi, miembro activo de 3e.32.

Y junto a los nuevos corazones que luchan por devolverle la vida a L’Aquila, existe todavía uno que late entre las piedras y los andamios del centro histórico “tal vez gracias al milagro de Neptuno, el dios del mar, la tierra y los terremotos”. Eso es lo que dice Mariano, uno de los dueños del mítico Bar Ju boss que se halla, precisamente, junto a la fuente de la divinidad romana. Esta cantina abierta desde 1931 y cerrada sólo por ocho meses después del terremoto para la rehabilitación de daños leves en su estructura, es el lugar donde cada día se reúnen cientos de personas de todas las clases, edades e ideologías para compartir un buen vino, hablar de sus cosas y sentirse, después de todo, en su ciudad de siempre.

En el futuro, ¿ciudad que camina sola?

Los aquilanos tienen claro cuál es el primer paso: recuperar su libertad de acción. Salir del proceso kafkiano que los tiene atrapados en un sinfín de leyes confusas para comenzar una reconstrucción participada y transparente. Así se lo han demandado a Fabrizio Barca, el nuevo Ministro que el gobierno de Monti ha designado para ocuparse del problema de L’Aquila. Y así se lo proponen cada día todos los ciudadanos que han decidido quedarse a luchar por su ciudad con el sentimiento sempre in avanti.

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