El fantasma de las protestas que el pasado año se adueñaron de Brasil lleva tiempo amenazando la cuenta atrás al Mundial de fútbol. Lo justificaría el hecho de que buena parte de aquellas reivindicaciones sigue en gran medida pendiente. Pero sobre todo, lo haría casi inevitable el año electoral que viven los brasileños, que el próximo octubre deberán pasar por las urnas para revalidar o sustituir a Dilma Rousseff al frente del gobierno. Todos los analistas coincidían en buscar en la clase media el principal protagonista de esas hipotéticas movilizaciones, sin embargo nadie había llegado a plantear que la llama de la protesta bajase de las favelas e incendiase Copacabana e Ipanema, el corazón turístico de la ciudad, a solo unas semanas del inicio del campeonato del mundo.
Y es que la sospecha de que la Policía haya sido responsable de la muerte del joven bailarín de televisión, Douglas Rafael da Silva Pereira, provocó una auténtica revuelta entre los habitantes de las favelas de Povão-Povãozinho y Cantagalo, donde residen más de 10.000 personas. El joven fue hallado muerto en elinterior de una guardería y según la autopsia habría fallecido tras haber sido alcanzado por una bala que le atravesó un pulmón. Sin embargo, esa no fue la primera versión oficial. Inicialmente, la Policía negó que su cuerpo presentara heridas de bala y achacó su muerte a una caída escalando el muro del colegio mientras huía de un tiroteo entre policías y delincuentes. Una explicación que no convenció a cientos de vecinos que, tras responsabilizar del hecho a agentes de la Unidad de Policía de Pacificadora (UPP), bajaron de la favela hasta las calles de Ipanema y, especialmente, la avenida de Nuestra Señora de Copacabana, donde levantaron barricadas y quemaron varios vehículos. Durante los disturbios, un joven de 27 años resultó muerto por disparos de la Policía.
María de Fátima da Silva, madre del bailarín, tampoco aceptó aquella versión policial y desde el primer momento acusó a los agentes de la UPP de la muerte de su hijo. Además, a su juicio, el informe médico también pondría de manifiesto supuestas torturas previas a su fallecimiento, con diversos hematomas y el cráneo hundido. La mujer incluso asegura que hay un testigo que habría visto los hechos, aunque por cuestiones de seguridad no ha querido desvelar su identidad. Según María de Fátima, el origen de su asesinato sería una disputa mantenida con miembros de la UPP a propósito de una queja por una motocicleta que provocó su detención y que desde entonces no habría cesado el acoso policial sobre su hijo.
Para la mujer, la revuelta vecinal habría impedido que la Policía hubiera hecho desaparecer el cadáver de su hijo. “Estaban intentando llevarse el cuerpo de Douglas cuando los vecinos llegaron. Gente corajosa y valiente. Si no mi hijo iba a ser otro desaparecido, otro enterrado en el barro, del que solo se encontraría su esqueleto”, señalaba. La desaparición de personas es un grave problema en Río, que en muchos casos esconden la eliminación de cadáveres de personas asesinadas por ajustes de cuentas entre bandas o, en ocasiones, por la Policía. El caso que tuvo más repercusión fue la desaparición a principios de este año del albañil Amarildo Dias de Souza, supuestamente torturado y asesinado por agentes de la UPP de la favela de Rocinha, un crimen por el que se detuvo a 25 policías.
Esta no es la primera protesta que se produce en el complejo de favelas del morro de Cantagalo. Hace únicamente unas semanas los residentes cortaron uno de los accesos a la estación de Metro de General Osorio tras la muerte de dos personas por los disparos de un desconocido desde una motocicleta. También en este caso los vecinos responsabilizaron a la Policía al tiempo que denunciaban la presencia en el barrio de milicias, grupos de ex policías o militares que actúan como bandas que extorsionan a cambio de supuesta protección y lucha contra delincuentes. En los últimos días, han aparecido por la zona pintadas que relacionan a la UPP con estas milicias.
Policía letal
Incidentes como estos ponen de manifiesto que la violencia sigue siendo uno de los grandes problemas de Brasil, así como el gran número de casos en que se ven involucrados agentes policiales. De hecho, según un reciente informe del Fórum Brasileño de Segurança Pública, cada día mueren cinco brasileños como consecuencia de acciones policiales. Solo en 2012 fallecieron en esas circunstancias 1.890 personas, frente a las 400 que murieron en Estados Unidos durante el mismo periodo. De hecho, Brasil detenta una de las mayores tasas de letalidad policial, superior a otros países no menos conflictivos como México, Venezuela o Sudáfrica.
Los disturbios en Cantagalo no son los únicos que se han registrado en Rio en los últimos días. La pasada semana fue el desalojo de la favela de Telerj, un edificio abandonado de una empresa telefónica que había sido ocupado porunas 3.000 personas que reclamaban viviendas, lo que originó graves disturbios. Aunque el caso más espectacular ha sido la reciente “pacificación” del complejo de favelas de Maré con la ocupación militar de la zona por fuerzas del ejército apoyadas por vehículos blindados. Esta misma semana la policía entraba también en la favela de Niteroi.
Los responsables de seguridad del gobierno de Rio han justificado este tipo de acciones y el refuerzo de las UPP distribuidas por 37 favelas, debido al hostigamiento que en las últimas semanas estaban sufriendo estas unidades y que se ha cobrado la vida de varios policías. Unos ataques protagonizados por unas bandas criminales que intentan recuperar el terreno perdido en las favelas y que, según estos mismos responsables policiales, estarían también detrás de algunas de las protestas surgidas tras supuestos casos de violencia policial.
Una política de mano dura que, según otras versiones, escondería un objetivo diferente: evitar que durante el mundial vuelvan a repetirse movilizaciones como las del año pasado. El gobierno intentaría con estas demostraciones de fuerza disuadir a los potenciales manifestantes. Y, en opinión del antropólogo norteamericano James Holston, lo estaría consiguiendo. “Yo creía que la Copa se iba a calentar mucho con nuevas manifestaciones, pero soy muy pesimista. Creo que las ciudades serán ocupadas por el Ejército”, señala. “El gobierno no va a permitir que ocurra nada. Será una ocupación militar, como ya ocurrió en Rio en 1992 (durante la Conferencia de la ONU sobre Medio Ambiente). Maré es un ejemplo”, comenta esté científico social que actualmente trabaja en esta favela carioca.
Por lo pronto, las movilizaciones convocadas hasta la fecha bajo la consigna “sin derechos no habrá Copa” están muy lejos de reunir a los cientos de miles de manifestante que se congregaron en las calles durante las protestas de junio del pasado año. La incógnita ahora es saber qué efecto que puedan tener revueltas de las favelas como las vividas estos últimos días en pleno corazón del Rio con mayor proyección internacional. Por lo pronto, la tensión se mantenía en la favela después de que la Policía admitiera que el joven bailarín murió al ser alcanzado por una bala, aunque según los responsables policiales, resultará imposible determinar quien efectuó el disparo.
Periodista cultural y columnista.