Músico de vocación y arquitecto de profesión, Ramon Faura aúna la genialidad del artista en su abstracción más demente con la complicidad del artesano que pule y comparte sus obras. La última, “Brou” (“Caldo”), segunda producción en formato de trío junto a las percusiones de Xavi Tasies y al cello de Elvira, que sorprende por su síntesis de folk, pop, rock, blues y demás condimentos. El embarazo de Elvira obliga a la banda a tomarse un paréntesis pero antes les podremos ver el 21 de agosto en las Fiestas de Gràcia y el 17 de septiembre en el Mercat de Música Viva de Vic. Mientras esperamos su reaparición, podemos degustar los shows acústicos en solitario de Ramon o sumergirnos en su flamante proyecto, Macho, rock and roll salvaje en estado primigenio.

¿Por qué decides titular el disco de esa manera, tiene un significado concreto? ¿Querías transmitir la idea de que hay muchos ingredientes distintos que enriquecen ese caldo?

“Como siempre me pasa con los títulos y con las letras, nunca tengo una idea previa, no es que quiera transmitir algo y busque la palabra sino que dejo que sea lo que se me ocurra y si soy capaz de descubrir un sentido, pues me la quedo. En este caso venía de la letra de una canción que dice “nunca hace frío cuando tu corazón hierve como el caldo” y cogimos el verso como título. Pero era muy largo y lo acortamos. Nos gustó porque transmitía el proceso de este último disco en el que hemos aglutinado más influencias y referencias. Y al ser este disco más negro que los anteriores, negro de música negra, no de música gótica, al tener ese componente blues o más de tradición negra, pues me pareció bien como mezcla, como caldo, sea un trozo de jamón o de patata”.

La base es de rock, pero también hay elementos de blues, folk, psicodelia y otros que escapan a cualquier categoria o definición. ¿Podemos encontrar algo más?

“Me gustan muchas cosas pero lo que más me marca al hacer música és el periodo que va entre 1964 i 1977, y básicamente es de raíz negra, rhythm’n’ blues. Me gusta mucho el blues rural negro de los años 30 pero me he empapado más del recocinado que hacen los ingleses en los 60, desde los Stones a The Animals, y toda la derivación psicodélica de los Pretty Things y los Beatles, el folk-blues como JB Lenoir o Son House…Y eso define cada vez más el sonido que hacemos”.

En cualquier caso, ¿qué diferencia el nuevo trabajo del anterior?

“De actitud es muy similar porque hay cierta immediatez a la hora de grabar e intentar capturar la parte más improvisada de la música pero en el anterior, quizás porque era la primera vez que lo hacíamos como trío y estábamos descubriendo posibilidades, hay más espacio para evoluciones instrumentales, temas más largos, es más “psicodélico” porque hay más pasajes, cambios, atmosferas…En cambio este último es más immediato en cuanto a estructuras, son más sencillas y compactas, hay pocas evoluciones instrumentales, es mucho más de voces y más frenético. El anterior es más tranquilo, de texturas y de ambientes y este último es más rockero”.

Es ya tu tercer disco con Bankrobber. ¿Cómo te has encontrado con ellos?

“Muy bien, perfecto por todo pero lo más importante es que hay un diálogo constante a la hora de hacer los discos. Que la discográfica no sea alguien con quien tengas que negociar sino alguien con quien hablas tranquilamente tomando una cerveza, que te ayuda a seleccionar los temas cuando tú no lo tienes muy claro…es impagable”.

Hay una versión de Willie Dixon. ¿Por qué la elegiste?

“Eso fue un poco casualidad y surgió en uno de los conciertos que hago solo. Hice esta versión que conocía a través de Bo Diddley y hace tiempo me sugirireron que la grabara pero lo intenté y no funcionaba. Pero un día lo probé, me entusiasmó, traducí la letra y ya está”.

Hace tres meses que el disco está en el mercado. ¿Qué tal lo ha recibido el público, a nivel de comentarios en los conciertos y en los blogs?

“A nivel de comentarios muy bien, en las redes sociales y en los conciertos pues muy bien, siempre teniendo en cuenta que estamos dentro de un circuito marginal. Pero notas mucha euforia de la gente con el disco, y me ha pasado bastante más que con los discos anteriores. A nivel de público es una de las veces en las que he notado más respuesta por parte del público”.

Me gustaría saber la cuota de improvisación que tiene el nuevo álbum. ¿Trabajaste con un guión preestablecido?

“No tenía un guión inicial rígido pero intenté no grabar ninguna canción sin antes haberla montado con el trío, excepto un par de canciones, la versión de Dixon y la ‘Blues de la vedella’, que es totalmente improvisada y luego la completé”.

La mayoría de los “referentes obligatorios” que citas son americanos (Captain Beefheart, The Byrds, Howlin Wolf, The Seeds o Heavy Trash). ¿Eso significa que tu sonido es más americano que británico, en el sentido que estás más cerca del rock que del pop?

“Sí, pero hay un tipo de música inglesa que también es muy rockera y es la que más me ha marcado: Beatles, The Who, Rolling Stones, Pretty Things… pero seguramente hay ese punto americano que de cara al trío me influye más. Pero al hablar de punto americano no me refiero a Los Ángeles y a algo grandilocuente, pienso más en cosas más californianas y más hippies, ese estilo más “dejado”, incluso cuando los Stones juegan a eso hacen acentos americanos, o Captain Beefheart haciendo cosas raras. Es más americano por ese punto más improvisado, pero no de improvisar musicalmente sino del hecho que de repente hay mucha gente en la habitación, vamos a tocar una canción y la grabamos”.

¿Qué aportan Xavi y Elvira a tu sonido?

“El hecho de que toquen instrumentos que no son típicos de la música que hacemos te obliga a trabajar mucho los arreglos. Si todo guitarrista tiene una tendencia plasta a los solos pues en este caso yo no puedo hacerlo con una base de cajón y contrabajo. Xavi aporta cuestiones rítmicas de procedencia latina que a mí se me escapan y Elvira, aparte de utilizar el chelo como contrabajo, el hecho de frasear con el arco, produce una especie de segunda voz muy humana”.

¿Cómo ves la escena musical catalana actual? Hay más variedad y abundancia que nunca…

“Está muy bien, me parece que, en cuanto a la música eléctrica o rockera, es de los mejores momentos, o como mínimo hay muchas cosas. Lo único que puede pasar es que, como tampoco hay mucha salida laboral real, porque casi nadie puede vivir de eso excepto tres o cuatro casos, la cosa se diluya. El problema es que cuando una realidad musical catalana no se alimenta económicamente corre el riesgo de ser instrumentalizada políticamente desde las instituciones, que esto no acabe como el rock catalán segunda parte. Creo que hay suficiente valor musical y artístico como para que esto sea el centro de atención y para que esto sea lo que se promocione”.

¿Y qué opinas de la crisis de la industria, de las nuevas tecnologías, los derechos de autor, las descargas…?

“En un sitio tan pequeño como Catalunya los efectos negativos de este fenómeno se notan todavía más y, en cierta forma, esa manera de entender la música, que un artista saca un disco, hace conciertos y la gente paga, creo que está condenada a desaparecer. El disco se convierte en una reliquia con la que puedes sacralizar la imagen del artista-genio-estrella, cuando esto deja de tener valor comercial porque lo puedes descargar de Internet, desaparece también esa diferencia radical entre el artista-genio que hay que venerar y el público que lo venera. Y cada vez hay menos diferencia entre el artista y los que lo miran hasta el punto en que a veces en los conciertos la gente no deja de hablar y no hay respeto hacia el artista. Sí que existe la veneración de la fama, pero la idea antigua de unos Beatles y la gente gritando pues desaparecerá. Llegará un momento en el que no se hará para cobrar. Siempre habrá Shakiras y demás productos, pero yo hablo de la música que commueve y transmite cosas, será como los gitanos, en los que la familia toca, o como el siglo XIX en el que la niña tocaba y todo el mundo escuchaba Chopin gracias a la niña tocando en el salón de casa: el que escucha y el que lo hace es el mismo grupo social. Todo lo que explican de que las descargas favorecen que la gente conozca más música y vaya a conciertos, lo dudo mucho, porque cuando algo no vale dinero, pierde valor”.

¿No crees que los adquieren ahora más importancia?

“Yo no me lo creo porque la grabación es un campo suficientemente específico como para innovar, aunque sea para capturar una supuesta alma de directo. Pero eso es dinero y muchas horas de trabajo, y si nadie te lo paga, llega un punto en el que no lo haces. Cuando lo has hecho muchas veces y no hay un beneficio económico, pues tienes otras cosas que hacer. Lo de las grabaciones desaparecerá y como artefacto promocional continuará. Pero es diferente un Michelangelo que un anuncio de Volkswagen, es diferente cuando la obra de arte es un fin en sí misma que cuando es un artefacto publicitario. Y eso ya está pasando en la música: cosas muy  brillantes en la primera escucha pero que en la cuarta ya te lo sabes todo y ya no te interesa. Y de cara a los conciertos, si sabes que la música no vale nada porque te la descargas…Cuando yo era pequeño conseguir un disco de The Hollies era una aventura porque no se editaba aquí, conseguías una edición en la calle Tallers y te costaba un dineral…Ahora la gente joven se descarga música y a veces ni conoce el autor, porque son mp3 sueltos de canciones. El mp3, al ser tan virtual, potencia más este consumo. Si no saben quién es el autor, es probable que si el artista viene a tocar en su ciudad, pues ni se enteren”.

Antes la gente tenía más paciencia a la hora de escuchar un disco, se lo compraba, lo escuchaba minuciosamente de la primera canción a la última, lo memorizaba y se quedaba con los temas que más le gustaban. Con las descargas, funcionamos más por la primera impresión, si algo no nos entra a la primera, lo desechamos y nos descargamos otra cosa…

“La forma de consumir música ha cambiado. Cuando yo era pequeño, comprarme un disco de The Beatles me costaba dos semanadas, y cuando lo tenías lo escuchabas 50.000 veces. Cuando eres mayor y tienes más dinero pasa menos, pero cuando puedes descargar los discos…

Acumulas y no profundizas.

“Sí, cuando algo ya no cuesta dinero, ya no lo valoras. El hecho de tener un vinilo con una portada te permite situar mucho más la música que estás escuchando, proque la música es abstracción pura. Y el mp3 es tan fantasmagórico que todavía dificulta más esa especie de implicación emocional y acaba siendo algo que se vive de forma más externa y frívola, no en el sentido moral sino en el de implicación”.

Además, da la sensación que hemos pasado de un extremo a otro: hace unas décadas sólo algunos eran o podían ser artistas y los medios de comunicación así te lo inculcaban mientras que ahora parece que cualquiera puede ser músico con sólo colgar sus canciones en Internet y abrirse una cuenta en myspace. De una concepción excesivamente objetiva al todo vale, dos extremos igual de negativos…

“A mí no me parece mal porque siempre ha sido así, te vas a una fiesta, un tío tiene una guitarra, la saca y toca algo, lo hace mal pero es tu amigo y le tienes cariño… Yo creo que todo el mundo puede hacer música, es más, creo que todo el mundo debería hacer música porque es el ejercicio más completo: por temas de coordinación corporal, por pensamiento abstracto, por temas matemáticos de tiempo, por sentido de la disciplina…Creo que España y Catalunya son países no musicales, a diferencia de Francia o Alemania, donde un niño de siete años toca el piano o el violín de puta madre. Lo que pasa es que los nuevos medios permiten que todo el mundo cuelgue su canción en Internet. Por eso el directo me interesa en el sentido de ver si después suenan igual de bien: todos podemos hacer la pirula con el ProTools pero después hay músicos y no músicos. Es diferente cantar una canción un domingo ante la familia que tocar un instrumento ocho horas al día, reflexionando sobre qué significa hacer música, si la música es tu centro vital o no, es un tema de implicación personal”.

Por último, una curiosidad: ¿ves algún tipo de relación entre la música y la arquitectura? ¿Te dejas influir por la arquitectura cuando compones y viceversa?

“Hay influencias objetivas, una es la abstracción pura, es imposible hacer una música figurativa o descriptiva y la arquitectura lo mismo, aunque después puedas hacer construcciones teóricas. Y en ambos casos la matemática es algo fundamental a nivel del compás y la tonalidad, igual que la dimensión del espacio. Tienen mucha relación porque son artes muy vinculadas a un uso social. Tienen mucho que ver y hay muchos arquitectos que han acabado haciendo músico como Pere Riera, que está con La Plateria, Pink Floyd, Sanjosex. Yo creo que es así porque hay ese punto de locura, de abstracción pura. Cuando pintas un cuadro o haces una novela puedes ser figurativo pero la música y la arquitectura son tan abstractas…a veces después de estar trabajando todo el día en una cosa o la otra, es difícil comentarlo con alguien”.

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