Lamentablemente, para el arte y, en definitiva, para la sociedad, a muchos de los que hoy se autoproclaman artistas, el nombre de Leonora Carrington les resulta desconocido. La vida y obra de esta pintora surrealista está plagada de dolor y desgracias, pero también de una superación personal que la encumbró como una de las grandes pintoras del siglo XX. Sin ánimo de ofrecer ninguna lección —para ello ya están los críticos postmodernos—, apuntamos a continuación breves notas sobre su biografía (en la efeméride de su defunción) para que su nombre no se pierda en la bruma del olvido.
En la década de los años treinta, del siglo pasado, Leonora Carrington inició una relación sentimental con el pintor alemán Max Ernst, mientras militaba en una liga clandestina de intelectuales antifascistas. El avance nazi sobre Francia destruyó el idilio amoroso y artístico entre Leonora Carrington y Max Ernst. La ascendencia semita de Ernst le supuso ser detenido y llevado a un campo de prisioneros ubicado en el pueblo donde vivía la pareja, en Saint-Martin d’Ardèche. Tiempo después fue trasladado a Les Milles, uno de esos campos de concentración donde solo se conocía el horror. Cerca de la Navidad de 1939, Ernst fue liberado, hito que significó un gran alivio para Leonora, aunque la alegría duró bien poco, pues fue denunciado y vuelto a capturar por los soldados alemanes.
Leonora Carrington en Madrid
Leonora Carrington se trasladó a Madrid poco después del fin de la Guerra Civil en España, buscando un salvoconducto para Max. Hospedada en el Hotel de Roma, en la Gran Vía madrileña, fue secuestrada por un grupo de requetés fascistas, quienes se la llevaron por la fuerza y la violaron, abandonándola a las pocas horas en el parque del Retiro.
Según la historiografía consultada, como consecuencia de tal repugnante acción, sufrió varias crisis, perdiendo el control de su vida y abandonando un comportamiento sensato. Con la anuencia de su familia inglesa fue ingresada en 1940 en un manicomio de Santander, al que por entonces llamaban «lugar donde cuidan las manías». En ese pavoroso hospital franquista fue maltratada de forma ignominiosa y sometida a crueles terapias, poniendo su vida al límite.
Al cabo del tiempo, una Leonora destrozada pudo exiliarse a México donde, como apuntaremos, pudo nacionalizarse. De hecho, fue en México donde desarrolló el grueso de su carrera pictórica. Por su parte, Max Ernst logró evadirse de los nazis y llegar a Nueva York, gracias a la millonaria coleccionista Peggy Guggenheim, con quien acabaría formalizando un breve pero intenso matrimonio.
Leonora Carrington, en cambio, tras un matrimonio de conveniencia para lograr la nacionalidad, se casó en México con Emérico «Chiki» Weisz, un fotógrafo húngaro que trabajó con Robert Capa. A Weisz, aparte de su trabajo artístico, se le conoce por ser el hombre clave en la conservación para la historia de los negativos de Robert Capa, el convulso caso del «Maletín Mexicano». Weisz y Carrington tuvieron dos hijos, y estuvieron juntos 61 años hasta la muerte del fotógrafo en 2007. Cuatro años después, un 27 de mayo, nuestra protagonista encontraría el sueño eterno en Ciudad de México.