El año 2024 trae bajo el brazo armamentismo, belicismo y guerra. Tres cuestiones que están interrelacionadas, pues la carrera de armamentos abierta entre potencias con Estados Unidos, la OTAN y Rusia a la cabeza, seguida, aunque sea a distancia, por el resto de las potencias mundiales y regionales conducen al crecimiento del belicismo que abre el camino a nuevas guerras. Muestra de ello, son los 32 conflictos abiertos en el mundo y nueve guerras, en cabeza de las cuales figura la guerra y genocidio en Palestina por parte de Israel frente a la pasividad y complicidad —con escasas excepciones— del resto de la comunidad internacional. También, la guerra de Ucrania que, cerca de dos años después de su apertura (24/02/2022), con centenares de miles de muertos (se desconoce el número exacto pero esa cifra aproximada es señalada por diversas fuentes) tiene visos de alargarse por mucho tiempo. Y las no menos importantes de Sudán, Yemen, Siria, Burkina Faso, Somalia, Myanmar y Nigeria.
Las guerras, todas, son el producto de las políticas unilaterales de los líderes políticos que creen que a través de la violencia extrema pueden lograr objetivos políticos frente a sus rivales, sin importarles el sufrimiento que producirán entre las poblaciones propias o externas. Pero a la vez, las guerras, también son producto de las políticas irresponsables de los gobiernos que creen que a través del armamentismo preservarán la paz. Cuando, por el contrario, el armamentismo conducirá a carreras de armamentos que pueden provocar nuevos conflictos armados.
Este es el caso de los países miembros de la OTAN que, tras la Cumbre de junio de 2022 en Madrid, asumieron el compromiso de alcanzar el 2% del PIB en gasto militar en 2029, frente a su jefe supremo, el presidente Joseph Biden, y que se ha traducido en un gran aumento del armamentismo como demuestra que el gasto militar mundial haya alcanzado los 2,23 billones de dólares; armamentismo que en lugar de ofrecer seguridad —como los gobernantes creen—, solo aportará mayor inseguridad en el mundo. España, como fiel socio de la OTAN ha seguido ese mismo camino, y ha incrementado su gasto militar hasta alcanzar cifras nunca vistas desde la llegada de la democracia a España hace 45 años.
En el período de cuatro años (2020-2023) de la legislatura de Gobierno entre PSOE e Izquierda Unida y Podemos, se han llevado a cabo unas inversiones por un importe de 24.139,7 millones de euros en Programas Especiales de Modernización (PEM), que totalizan 21 nuevos programas y cuatro modificaciones de los ya existentes, que se prolongarán en su desarrollo hasta el año 2035.
Unos PEM que obligarán a que el presupuesto del Ministerio de Defensa para este año 2024 aumente de manera alarmante, y seguramente por encima del 23,4% que ya aumentó el pasado año 2023 con respecto a 2022. Un presupuesto militar que tan solo teniendo en cuenta el Ministerio de Defensa, en los últimos años ha tenido un gigantesco incremento. Así, en diez años, en dinero corriente, ha aumentado un 113,3%, pasando de 6.676,7 M€ en 2014 a 14.453,8 M€ en 2023.
Gasto militar español al que se deben añadir las inversiones en I+D militar para desarrollar los PEM, a los que en 2023 se destinaron 1.833 millones de ayudas públicas a la I+D militar para el desarrollo de esas nuevas armas. Una cuantía que aumentó un 95% respecto a 2022 cuando fueron de 938,5 M€.
Detrás de esos importantes incrementos, como siempre, hay quiénes ganan y quiénes pierden. Los que pierden son la población que necesita de la ampliación de ayudas sociales para mejorar su calidad de vida, como son la salud, la educación, la vivienda, las pensiones, el trabajo y la cultura entre otras. Y los que ganan son los intereses corporativos de las industrias militares y corporaciones que rodean el complejo militar industrial español que recibirán esas inyecciones en ayudas en I+D además de los contratos para producir los armamentos.
La deriva militarista iniciada desde la Cumbre de la OTAN de junio de 2022 no tiene parangón en el pasado del Estado español y tendrá graves consecuencias sociales en el futuro. Pues, hay que recordar, que los presupuestos del Estado aquello que dedicas a un ámbito va en detrimento de otro, pues el presupuesto siempre es de suma cero y debe cuadrar. Con lo cual, las inversiones en armamentos y el ascenso del gasto militar van en perjuicio de otros aspectos esenciales para la población como los ya indicados salud, etc.
Es una deriva militarista en España, Europa y el mundo que vaticina un mundo más belicista e inseguro, pues ese armamentismo acrecentará las posibilidades de nuevos conflictos en detrimento de la ayuda al desarrollo necesaria para acabar con las enormes desigualdades en el mundo y que son la fuente de los conflictos; la deseada seguridad humana no basada en seguridad militar y que va en perjuicio de la paz mundial.
*Fuente: El Salto.
Licenciado en Historia Contemporánea y posgrado en Hacienda Pública por la Universitat de Barcelona. Presidente honorario del Centro Delàs de Estudios por la Paz y profesor del curso Conflictología de la Universitat Oberta de Catalunya. Presidente de la Federación de ONG per la Pau hasta 2013. Investigador y analista en temas de paz, noviolencia, desarme y conflictos. Blog: Crónicas Insumisas (Público)