altEl President recurre a las plebiscitarias como “último y único recurso” para calibrar la opinión de la ciudadanía ante un Estado hostil que pretende “silenciar a los catalanes”. Pide generosidad más allá de las siglas, no pone fecha a los comicios, espera resolver la cuestión a finales de 2016 y, en caso de victoria del “sí”, se compromete a no volver a presentarse como candidato a la Generalitat en las siguientes elecciones

 

 

El President recurre a las plebiscitarias como “último y único recurso” para calibrar la opinión de la ciudadanía ante un Estado hostil que pretende “silenciar a los catalanes”. Pide generosidad más allá de las siglas, no pone fecha a los comicios, espera resolver la cuestión a finales de 2016 y, en caso de victoria del “sí”, se compromete a no volver a presentarse como candidato a la Generalitat en las siguientes elecciones

 

 

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Un plan concreto hacia la independencia en 18 meses para el que se requiere generosidad, altura de miras más allá de siglas políticas o personalismos y compromiso compartido pero diferenciado entre las instituciones y la sociedad civil. Ésta es la hoja de ruta que Artur Mas expuso ayer en L’Auditori de Barcelona ante 3.000 personas: elecciones plebiscitarias, lista unitaria mixta formada por partidos y profesionales expertos de la sociedad civil, -con Mas abriendo o cerrando la candidatura– y elecciones constituyentes al cabo de un año y medio que desembocarían en un Estado propio refrendado por la población mediante referéndum.

 

“Siempre he puesto las urnas antes de tomar grandes decisiones. No se puede volver a los despachos aquello que es de la gente, porque se lo ha ganado”, aseguró. La filosofía de fondo es “intentar sumar, por una sola vez, más allá de los partidos, porque es tiempo de decisiones y de suma, no de condiciones personales”. Mas confesó que ni él mismo sabe la fecha concreta de estas elecciones pero avisó que el proceso debe concluir a finales del 2016.

 

Mientras España superaba el trauma de la muerte de la Duquesa de Alba y la entrada en prisión de la Pantoja y volvía a enredarse en debates estériles -el surrealista caso del pequeño Nicolás o la delirante hipótesis de Jaume Collboni de que Barcelona ejerza de cocapital del reino y acoja instituciones como el Senado-, Catalunya hacía política en mayúsculas y el frente soberanista aceleraba para “completar democráticamente” un proceso iniciado hace dos años.

 

Engrandecido tras el 9-N, que definió como una “culminación espléndida y esplendorosa en la que Catalunya fue capaz de romper el status quo”, Mas empezó recordando que comparecía única y exclusivamente como President de la Generalitat y que el objetivo final es construir un país “que valga la pena”, una Catalunya mejor que sea “más próspera, más justa, más solidaria, más limpia, más transparente, más digna y respetada”.

 

Mas está convencido que a Catalunya le faltan “instrumentos para construir el país que hay que tener”, pero ese déficit se compensa con la existencia de capacidades e ideas para edificar un buen país de verdad, “como el que tenemos, es decir, solidario, creativo, dinámico, emprendedor, con ciencia avanzada, buenas universidades, potencia cultural, un tejido asociativo fuerte y comprometido, capaz de gestionar eficazmente servicios de interés público, con talento individual, oportunidades de progreso, derechos y bienestar, sentido de justicia social y equidad y una buena economía que cree riqueza”. Un país que “en buena parte hemos ido teniendo y que hemos de recuperar con más plenitud”, y tomó como ejemplo a Austria y Dinamarca, países con una dimensión y población similares “que son mejores que nosotros porque hacen muchas cosas mejor”. Reconoció que dedicará una parte del 2015 en concretar “el país que queremos e imaginamos”, para lo que necesitará “tiempo, energías e ideas” y hacer compatible la transición nacional con la gobernación diaria.

 

A la espera que se admita a trámite la querella, el President criticó el muro inmovilista de la recentralización que permite al Estado “vaciar de contenido la autonomía aunque no pueda borrarla formalmente”. A continuación, enumeró cronológicamente las causas principales de la progresiva desafección respecto a un Estado “que ha fallado y sigue fallando a los catalanes”: el Estatuto del 2006, “fulminado por un TC parcial” y una campaña de recogida de firmas del PP; el pacto fiscal del 2012; el “menosprecio” hacia las movilizaciones de los últimos 11-S; el enaltecimiento del concepto “mayoría silenciosa” vs la mayoría parlamentaria a favor del derecho a decidir; la suspensión de una consulta hecha en el marco de una ley del Parlament y la posterior suspensión del proceso de participación del 9-N. En resumen, “un Estado que dice no a todo, que juega a asustar, que enfrenta la legalidad con la legitimidad en vez de hacerlas compatibles, que hace política a través de los Tribunales y presiona la fiscalía para inhabilitar, multar o privar de libertad a miembros del Govern el pecado de los cuales ha sido escuchar a la gente y hacer todo lo posible para poner las urnas, cosa que volveremos a hacer sin miedo de querellas injustas”.

 

En este sentido, lamentó que cada vez que Catalunya eleva la ambición de su proyecto nacional, resurge la estrategia del “acoso y derribo” y resucitan los “viejos y conocidos fantasmas de la intolerancia, los tics y prejuicios de un Estado que desprecia cuanto ignora”, parafraseando un verso de Machado.

 

Para hacer los pasos correctos y no caer en errores o trampas, instó a no confundir la sociedad civil y las instituciones públicas, cuyos roles deben ser “complementarios” y no pisarse; a prescindir de debates irrelevantes; actuar con coraje pensando que “no temer nada lleva a la inconciencia”; tener la dosis necesaria de seny y rauxa, y no dejar que la ideología pase por encima de los ideales. Mas puso énfasis en aprovechar un momento único en el que hay que actuar con generosidad y perspectiva histórica. “El tiempo presente es la rótula que enlaza lo que muchas personas han hecho en el pasado con lo que muchas personas podrán hacer en el futuro”. En esta línea, recordó el legado plural y la lucha de numerosas generaciones de catalanas y catalanes “que se han dejado la piel y la vida para llegar hasta aquí. Detrás nuestro hay constelaciones de ilusiones, esperanzas, esfuerzos y anhelos de miles de compatriotas, por cierto muchos de ellos llegados de fuera de Catalunya, que ahora nos dan luz y nos guían en el camino que debemos completar”.

 

La fórmula ganadora

 

Según Mas, la fórmula ganadora es “sociedad civil organizada y movilizada+instituciones públicas comprometidas+civismo+objetivos claros y compartidos=éxito de país”. Para ello, y obligado a tomar “decisiones diferentes porque el país no vive en condiciones normales”, recurre a las plebiscitarias como “único y último” mecanismo para conocer la opinión de los catalanes sobre la constitución de un Estado. “No es el mejor instrumento pero no hay otro ante un Estado que pretende silenciar la voz de los catalanes e impedirles que decidan el futuro político de su país”.

 

Unas elecciones “legales” porque se ajustarán a la legislación vigente, convertidas en consulta por las formaciones y la sociedad civil, que sólo se adelantarán “si son para hacer la consulta” y el resultado de las cuales deberá ser “nítido, claro y muy entendedor”. Mas recordó que el procedimiento debe seguir fielmente este orden para blindarse ante manipulaciones o intentos de minimizarla. “Hay que comprobar que existe una mayoría social a las urnas para formar parte del club de los Estados. Desde Catalunya no podemos dar la más mínima excusa para que el resultado de las elecciones o de la consulta en forma de elecciones sea mal interpretado, y por lo tanto, discutido y no aceptable como válido.

 

Para llevar a cabo su plan, puso algunas condiciones imprescindibles: en primer lugar, una lista “amplia, transversal y fuerte y un programa claro”, que sólo gire alrededor de si Catalunya quiere convertirse en estado independiente. A su juicio, esto puede colisionar con el legítimo derecho de otros partidos a incluir otros temas “importantes” pero de esta forma “no se resolverá la cuestión de fondo y para cambiar el Govern y modificar la representatividad del Parlament ya hay elecciones de aquí a dos años”, avisó.

 

Si hay más de una lista a favor del sí, una de ellas por sí sola deberá tener la mayoría absoluta en el Parlament. Esta lista deberá contar con el respaldo de los partidos políticos que quieran sentirse representados y estar integrada por personas representativas de la sociedad civil, profesionales y especialistas en las materias clave para la construcción del Estado que aceptarían no repetir en las siguientes elecciones y que, por lo tanto, su papel se interpretaría como un “acto de servicio al país”. Además, el mandato parlamentario sería de un año y medio después de la constitución del nuevo Parlament, en las elecciones siguientes los partidos favorables a esta lista se podrían volver a presentar por separado, el financiamiento de la campaña se haría al margen de los partidos (creando una fundación específica) y las subvenciones públicas obtenidas por esta lista se distribuirían exclusivamente entre los partidos políticos para asegurar su futura viabilidad financiera.

 

Como ejemplo de la “generosidad” que pide, Mas también se ofrece a liderar o cerrar la lista y, en caso que ésta ganara por mayoría absoluta, se compromete a no volverse a presentar como candidato a la presidencia de la Generalitat en las siguientes elecciones. Advirtió que la recta final de cualquier proceso es la más decisiva y difícil, porque “estás cerca de la meta y llegas con el cansancio acumulada de mucha distancia recorrida, has salvado muchos obstáculos y zancadillas, sabes que los errores se pagan doble o triple, pero es la hora en que las fuerzas no pueden fallar. Nada esencial puede fallar y queda poco tiempo para un trabajo inmenso”.

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