Cuando Hunter S. Thompson se despertó aquella mañana se tomó su ingente dosis diaria de drogas y comprendió al instante que el mundo había pasado esa delgada frontera en la que casi cualquier cosa podía pasar. Tal vez por eso no le sorprendió demasiado que el régimen bolivariano de Nicolás Maduro le hubiese contratado para hacer un reportaje periodístico sobre las elecciones en el país caribeño. Había tomado tanta metanfetamina que apretó sus dientes y un puente dental salió volando y terminó en el suelo del ascensor de su edificio. Su abogado samoano tampoco se quedaba a la zaga en lo relativo al consumo de sustancias tóxicas, y enseguida vislumbra en aquella pantomima electoral, una oportunidad de oro para meterse todo tipo de drogas gratis, por lo que sin pensarlo ni un solo instante, se apuntó a la aventura, y un enorme viaje en avión después, ambos se encontraban totalmente drogados al volante de un descapotable rojo, por las carreteras desoladas y desérticas, que les llevaban con destino a Caracas. De repente, encontraron un inocente autoestopista al que montaron casi a la fuerza en su carro y que se vio enseguida intimidado ante tal cantidad de drogas locuras y vampiros invisibles que flotaban a su alrededor. No obstante, a su debido tiempo fue informado que Hunter –locuras aparte– era doctor en periodismo y el ilustre inventor del periodismo Gonzo. Sin perjuicio del júbilo por aquel insólito encuentro, el sentido común acabó por imponerse y para conservar su integridad física en un estado compatible con la vida, el chaval escapó a las primeras de cambio. Más tarde, la llegada al hotel de sendos drogadictos, se produjo cuando el colocón había llegado a su total apogeo. Había cierto escándalo en el hotel, lo que atribuyeron a una conspiración en contra de las personas trabajadoras o vegetarianas. Sin embargo, no sucumbieron a las protestas callejeras y tras una serie de contratiempos consiguieron llegar a su habitación y seguir sin pausa con su festival de drogas de todo tipo y por supuesto sobrevinieron las consabidas paranoias recurrentes que dichas sustancias a menudo provocan en los adictos. La cuenta del hotel iba creciendo y creciendo puesto que ambos no paraban de pedir bebida y comida e incluso ingentes cantidades de pastillas de jabón. En efecto, la locura sin paliativos hizo su aparición estelar cuando, su abogado samoano primero quiso que Hunter tirara una radio enchufada a la bañera con él dentro, y ante su negativa, luego sacó un cuchillo Bowie e hizo ciertos preparativos para cortarle la cabeza. No obstante, Hunter apeló al sentido común y al cansancio del viaje y ambos decidieron dormir el resto de la noche bien avenidos y sin más paranoias ni intentos de suicidio o asesinato. A la mañana siguiente, los soldados de Maduro se presentaron sin dilación, muy enfadados, con las armas de asalto en ristre, reclamando su anunciado magnífico reportaje sobre la merecida victoria del presidente Maduro. Entonces, el abogado samoano, en una providencial intervención, les convenció con la sutil estrategia de que se habían equivocado de día, puesto que ese día en concreto Hunter estaba de descanso. Más tarde, abandonaron corriendo el hotel sin pagar y se sentaron en una conocida cervecería de la ciudad.

— Ahora que estoy totalmente drogado, permíteme que diga una tontería… —dijo el abogado samoano.

— Adelante —replicó Hunter.

— No sé por qué, pero se están marchando todas las jóvenes bellas de esta ciudad…

— Y los chavales también…

— Ya, pero yo solía beber tequila aquí con una camarera muy lista, con unos genitales muy apretados, que ahora trabaja en Miami de contable.

— No te pongas romántico… yo también la conocí y no eres su tipo.

— Una vez me dijo que le caía bien.

— Ya, pero le dije que se buscara alguien mejor que tú, porque eras un drogadicto…

— Pues una vez me dijo que nunca se sabe con quién puede terminar una chica como ella…

— Oye no tienes idea… esa chica se merece lo mejor…

— Sí, eso es verdad… y aquí no tiene futuro…

Al día siguiente, ambos drogadictos, muy taciturnos y totalmente colocados, fueron a una conferencia de fiscales antidroga que se había convocado como parte del programa para el reportaje que tenían que hacer a favor de Maduro. Finalmente, ambos fingieron que se habían enfermado y salieron huyendo de allí directos para el aeropuerto. Ya montados y con el avión a punto de despegar, se enteraron de que los vampiros invisibles que ellos habían sentido al principio de su colocón, estaban en busca y captura porque habían escondido en un lugar remoto unas actas que todo el mundo estaba buscando y cuya desaparición daba mucha rabia a la mayoría de la gente, hasta tal punto, que Hunter no se arrepentía lo más mínimo de haber dejado un espacio blanco, en los periódicos que por toda la ciudad, cantaban las bondades del gran sueño bolivariano.

Escritor sevillano finalista del premio Azorín 2014. Ha publicado en diferentes revistas como Culturamas, Eñe, Visor, etc. Sus libros son: 'La invención de los gigantes' (Bucéfalo 2016); 'Literatura tridimensional' (Adarve 2018); 'Sócrates no vino a España' (Samarcanda 2018); 'La república del fin del mundo' (Tandaia 2018) y 'La bodeguita de Hemingway'.

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